El cajón del desastre


Fritz Glockner

07/01/2011

APARECIÓ


Cuando las apuestas corrían sugiriendo que Diego Fernández de Cevallos no pasaría la Navidad con su familia, cuando se elucubraba que los secuestradores se tomarían un trago de champaña con el antiguo candidato a la presidencia de la república en el momento justo en el que sonaran las doce campanadas del nuevo año, todos quedamos asombrados por la llamada telefónica de Joaquín López Dóriga el 20 de diciembre a punto de concluir el noticiero de Loret de Mola, anunciando que el mismísimo Diego le acababa de llamar por teléfono para notificar su liberación, luego de más de siete meses de cautiverio.


El espectáculo continuó, cuando cerca de la una treinta de la tarde las cámaras de las televisoras mexicanas no dejaban perder detalle de los movimientos del recién liberado para su audiencia, la mayoría de vacaciones; fue entonces cuando en lugar del famoso Diego, todo altanero, gritón, prepotente, burlón, retador, aparecía en su lugar, como atinadamente sugirió Cecilia: “se llevaron a Diego y nos devolvieron a Juan Diego”, ya que su discurso había cambiado, reconoció la existencia de pobres en México y se comprometió a trabajar por ellos, externo que había sostenido un debate de altura con sus captores y que ni ellos ni él habían renunciado a sus principios y muchas palabrerías más, para que luego las cámaras dejaran para la posteridad del espectáculo la salida de su casa en las Lomas con un gran ramo de rosas, para unas escasas cuadras después retomar la imagen del amor eterno, cuando el antes cautivo, todavía con los pants y la chamarra de pobre se abrazaba y besaba a su novia.

 

Hoy parece ya una noticia añeja, podrán insistir en que ando trasnochado con los acontecimientos de la década pasada, pero es precisamente por todo lo que conlleva la forma como terminó siendo liberado Diego, así como el comunicado de los autodenominados “Misteriosos Desaparecedores”, más la reacción absurda de la presidencia tachando a los secuestradores de vulgares monetaristas y un centenar de incógnitas más, que la aparición sigue vigente; claro está, nos tomamos unos días para brindar, abrir regalos, felicitarnos, olvidarnos del calvario de la violencia y otras lindeces, pero la cuesta de enero, no sólo en lo económico, sino en lo político, social y estructural, se aparece hoy más cruenta que nunca.

A) Como se había estado insistiendo, es evidente que Diego fue raptado por un grupo con fines políticos, ideológicos y sociales, de no ser así, ¿para qué echarse encima a todos los medios de inteligencia del estado mexicano, si solamente deseaban unos cuantos milloncitos de dólares? ¿No habría sido más fácil ir detrás de uno de los familiares del político? ¿Acaso no tendría mayor capacidad recolectora de fondos el propio Diego para liberar a un elemento de su familia?

 

B) El comunicado final tan criticado, analizado, poco leído y divulgado fundamentalmente por internet, cuenta con varios mensajes que no habría que desdeñar, sino por el contrario, considero que dice más de lo que realmente anuncia. Desde fines de la década de los ochenta, los grupos armados ideologizados dejaron de darse a conocer por sus actos de revancha social y económica, entiéndanse estos como los asaltos bancarios y los secuestros, o expropiaciones y caza de cautivos, enemigos de clase como se denominaban dichas acciones en los setentas por los grupos armados; ya que se aprendió que era mejor quedarse calladito y que las acciones militares se dejaran al imaginario colectivo, evitando así la persecución voraz de los cuerpos de seguridad del estado mexicano, ya que incluso, se percataron que la opinión pública censuraría dichas acciones que en nada tendrían relación con el quehacer revolucionario que tanto se predicaba.

 

C) Como indica el manual de la estupidez oficial, de inmediato se ha querido fundar la idea de que los secuestradores son unos vulgares y monetaristas delincuentes; suponiendo que así sea, sin duda son unos delincuentes con una capacidad organizativa impresionante, con opciones y tecnología de punta, con movilidad social para ir de un lugar a otro, con la estrategia para esconder a un personaje público tan conocido en México como lo es Fernández de Cevallos, con la capacidad de detectar que se había intentado contratar al general Acosta Chaparro para que auxiliara en las investigaciones, y de inmediato se le aplicó al mismo un estate quieto en la puerta de su casa, a los pocos días de secuestrado Diego, así como también contaban con la información de que Diego tenía dentro de su cuerpo un chip localizador y de inmediato le fue retirado; ¿algo más?

 

D) La sensación de que algo nos han ocultado está latente, más aún cuando Diego llego a su casa en las Lomas como si recién hubiera arribado luego de haber ido a realizar su carrera matutina, que duro unos escasos siete meses, igualito al comercial de la cerveza, en el que tocan a la puerta y aparece un hombre con la misma barba larga que la de Diego, en pants y con la actitud deportiva, ante la sorpresa de la esposa y del hijo.

 

E) ¿Qué tanto se ha colocado en riesgo la seguridad del estado mexicano? ¿Qué tantas alarmas se han encendido desde que se conoció el secuestro de uno de los políticos más representativos e importantes de México?

Las dudas siguen y seguirán, por lo mismo habrá que insistir en el tema de este secuestro, cuya importancia mediática, informativa, de análisis social, político y económico tiene una vigencia sin fecha de caducidad, aún y cuando haya aparecido en plenos vientos de felicitaciones por doquier.

 



 
 

 

 
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