El cajón del desastre


Fritz Glockner

24/03/2010

EL MOVIL


Es evidente que no me estoy refiriendo a aquellos objetos decorativos que cuelgan de los techos de alguna casa, a los cuales el aire les da vida; el título de este Cajón del Desastre tiene que ver con las 9800 razones por las cuales han fallecido en nuestro país el mismo número de mexicanos, en lo que va del sexenio del iracundo e inepto Felipe Calderón.


Cada día se suma un número indeterminado de cadáveres a las cifras oficiales, pero nunca hemos tenido conocimiento del móvil por el cual aquellas personas fueron ajusticiadas, sacrificadas, asesinadas, como diría una serie de televisión el domingo pasado: “en mi pueblo dicen que se mata por amor o por dinero”. ¿Por qué los funerales y los cementerios han sido el mejor de los negocios en éste gobierno? ¿Por qué no tenemos conocimiento de quién o quiénes salen beneficiados con tanto muerto? ¿Cuáles han sido los motivos para asesinar a tal o cuál individuo en Guerrero, Nuevo León, Chihuahua o Michoacán?


Los dos jóvenes acribillados el sábado pasado en la ciudad de Monterrey se suman a los jóvenes del estado de Chihuahua, en ambos casos se determinó en lo inmediato que se trataba de elementos de alguna de las diversas organizaciones de narcotraficantes que pululan por el país, y de pronto ¡chíngale! Salió a la luz pública que siempre no, que se trataba de jóvenes aplicados, buenos hijos, extraordinarios estudiantes, quienes se encontraron en el lugar erróneo a la hora incorrecta y las balas sesgaron sus existencias; en ambos casos es evidente que el fuego provino desde la trinchera de la autoridad, llámese ejército, policías o cualquier otro agrupamiento que debería de velar por la seguridad de la ciudadanía, de no ser así, no se les hubiera catalogado, clasificado, endilgado el mote de delincuentes en las versiones inmediatas.


Se insiste desde la óptica oficialoide que se va ganando la guerra alocada en contra del narcotráfico, la realidad parece ser otra, y de no ser así, la movilización desplegada el fin de semana pasado en la ciudad de Monterrey, donde se bloqueó el jueves y viernes por la noche todos los accesos importantes de la ciudad, provocando un caos evidente, desquiciando el tránsito, generando zozobra en la población, inmovilizando a las autoridades, fue sin duda un operativo consciente de parte de los llamados grupos de la delincuencia organizada, mostrando su capacidad de desquiciamiento, su movilidad social, su fuerza para paralizar por varios minutos a una ciudad tan importante como lo es Monterrey, la estrategia utilizada por los delincuentes aquellos días habla de su gran capacidad para retar a la autoridad e inmovilizarla, se generó la información de que dicho operativo fue resultado de la desesperación de dichos grupos ante el avance de las fuerzas oficiales en contra de la delincuencia, otro análisis podría argumentar lo contrario, dicho acto demuestra la capacidad de agitación de la que es capaz de generar la llamada delincuencia organizada, incluso el saldo de aquel acto daría una victoria evidente para éstos.


No deseo lanzar el mensaje que permita suponer mi aprobación para con estos actos delictivos, simple y sencillamente me parece absurdo que a la fecha no se conozcan las razones y los móviles por los cuales existe una larga lista de asesinatos en México, así como la observación de los errores tácticos a la hora en la cual han fallecido jóvenes inocentes, y por último la acción de bloqueo en Monterrey habla de una capacidad articulada de acción de parte de éstos grupos que no habían demostrado hasta ahora.


Debería dolerles la cara de vergüenza y además haber presentado su renuncia el Presidente, el Secretario de Gobernación, los responsables de las fuerzas armadas, así como los gobernadores responsables, los jefes policíacos y demás autoridades que en cinco casos han enjuiciado a ciudadanos total y absolutamente inocentes quienes luego de haber perdido la vida, se les difamó de ser delincuentes.


¿Dónde queda el juicio popular a estos errores? ¿Quién se beneficia con tanto muerto? ¿A dónde va a parar esta absurda situación? ¿Por qué cuando los asesinados son norteamericanos se pone el grito en el cielo y no así con los connacionales? ¿Cuánto más va a engordar la estadística?

 

Veo un móvil pegado al techo de mi estudio, son unos barcos que Napoleón me trajo de algún viaje, el aire mueve los navíos y esto permite a mi imaginación huir del horror que estamos viviendo.

 



 
 

 

 
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