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  Los Conjurados


Erika Rivero Almazán


El día en que el Pan decidió perder

 

El 1 de octubre, el PAN estatal arrancó lo que prometía ser una agresiva campaña contra el PRI, el gobierno del estado, pero sobre todo, Mario Marín Torres al distribuir 20 mil pegotes con una leyenda: “Vota todo PAN... no más preciosos”.


Ya eran momentos difíciles.


Una semana antes, el presidente del Comité Directivo Estatal, Rafael Micalco Méndez, reconoció ante la prensa que su candidato a la alcaldía cayó de 15 a 5 puntos porcentuales en las preferencias electorales respecto a su adversaria priísta Blanca Alcalá Ruiz.


Para el 2 de octubre, el senador Rafael Moreno Valle no tuvo empacho en revelar la verdad que el resto del panismo se negaba a reconocer: que era imposible que el PAN obtuviera mayoría en el Congreso debido a que “la tendencia del voto a favor del PAN ha sido desfavorable en las últimas semanas, y de no modificar la estrategia de campaña, podría haber sorpresas en la capital del estado”.


La tsunami ya estaba encima.


Y pocos panistas quisieron verla.


Incluso, a estas alturas, se niegan a afrontarla: pero ahí está: la derrota dispuesta a abrazar a Acción Nacional el 11 de noviembre.


¿En qué momento el PAN empezó a descender en las preferencias electorales?


Si colocamos a parte el efecto dominó a nivel nacional sobre la caída del blanquiazul a partir del alza de precios, el gasolinazo y demás elementos imputables al presidente Felipe Calderón y la indignación generalizada por el escándalo de enriquecimiento del dueto Fox-Martita, la  respuesta la tiene el presidente del CEN del PAN, Manuel Espino Barrientos.


Ajá, el representante nacional más joven e insigne del Yunque.


Ajá, el mismo cuya estafeta le significa hoy una papa caliente, que gustoso está se cederle cuanto antes a Germán Martínez.


Ajá, el mismo que vino a poner orden en Puebla cuando los panistas poblanos literalmente mordían con sus declaraciones al gobernador de Puebla llamándole precioso en las ocho columnas, así como calificativos menos honrosos.


¡Alto a las campañas sucias! Golpeó en la mesa Espino ante el primer círculo del poder azul.


Fue el propio Espino el que prohibió terminantemente a todos los panistas que enarbolaran la bandera anti-marín y que de una vez por todas dejaran en paz al ‘gober precioso’.


¿El motivo?


Quién sabe de dónde a Manuel Espino se fluyó el espíritu de los caballeros victorianos: porque el PAN no necesitaba de campaña negras para contraatacar a su oponente. La ventaja de 15 a 20 puntos sobre el PRI en todo el estado era motivo suficiente para evitar una guerra sucia contra el oponente débil, casi vencido.


Y todos obedecieron.


Y nadie objetó.


Claro, como dicta la añeja ley no escrita de la ultraderecha.


El primero en silenciarse fue Francisco Fraile, quien dejó de ‘morder’ a Marín, seguido por la dirigencia estatal de Micalco, la municipal de Jorge Ehlinger y el bunker de Toño Sánchez Díaz de Rivera.


Esta decisión fue obedecida por la mera acción de una orden, pero jamás fue reflexionada.


La ausencia de un liderazgo real en Puebla no lo permitió.


Y es que el día en que el PAN abandonó la guerra contra ‘el precioso’, ése día cedió la plaza al PRI.


El error táctico de los panistas fue aprovechado por Marín, sin duda, el mejor operador político electoral de los últimos 10 años en el estado: los resultados están a la vista en la historia reciente: fue él quien colaboró con Manuel Bartlett para un 15-0 en las diputaciones federales.


De ahí su frase que se hizo leyenda cuando su partido perdió con Carlos Alberto Julián y Nacer la oportunidad de retomar el Palacio Municipal: “yo no perdí, yo jamás pierdo. Perdió el partido”.


Dos años y medio después, Mario Marín llegó al gobierno del estado más fuerte que nunca, y su avance amenazaba con borrar al PAN del escenario político electoral.


Sin embargo, un milagro sucedió para Acción Nacional aquel 14 de febrero cuando estalló en todo el país el escándalo del Lydiagate: nacía ‘el gober precioso’, maldición por la cual todavía el gobierno estatal purga una condena que aún no termina, sobre todo ayer, cuando en el Congreso de la Unión se aprobó agilizar el análisis del juicio político en su contra a 18 días de que se celebren las elecciones de Puebla.


En aquel tiempo, miles y miles de poblanos se vistieron de blanco en aquella histórica manifestación sui géneris para repudiar a su propio gobernador.


La cargada de los medios nacionales y las poderosas televisoras despedazaron la reputación del ‘precioso’.


Fue en el momento en que el PAN empezó a despegar.


La posibilidad de poner en jaque al PRI y de hasta soñar con ocupar Casa Puebla se le presentó al PAN en bandeja de plata.


La herida estaba abierta, y de ahí solo emanaba pus, malos recuerdos y un sabor a centavo cuando parodiaban a Puebla con su gober precioso.


Y de repente, cuando llega el momento para engrasar la maquinaria electoral en la elección de 217 presidentes municipales y 26 diputaciones locales, llega un personaje como Manuel Espino para jalar las orejas a la poblanada azul.
Los panistas callaron, y después, desertaron cualquier mención contra el gober.


El tema se empezó a cochambrar con lenguaje legaloide.


Los marinistas empezaron a operar con eficiencia en los medios de comunicación locales.


Se emprendieron medidas ingeniosas como los segmentos informativos “Avances” en televisión y en radio para dar difusión exclusivamente a las actividades del gobierno del estado.


El ciudadano se empezó a olvidar de que hubo un precioso.


Y la herida empezó a cicatrizar.


El silencio cómplice de los panistas fue la mejor medicina.


Ahora, a menos de un mes de las elecciones, el PAN está desesperado y trata de amedrentar a su enemigo con una ‘agresiva campaña’ contra Marín.


Ajá.


Imposible que unas calcomanías y la transmisión de unos spots choteados con la conversación telefónica grabada entre Marín y Kamel Nacif (que muchos medios se negaron a emitir) revivan la afrenta, silenciada por casi un año por los propios panistas.


Al parecer, el PAN no aprende de la historia, de su propia historia. 


Pues ¿qué no por eso y sólo por eso ganó Vicente Fox la presidencia de la República? El ranchero con botas no hizo ninguna propuesta deslumbrante: sólo hizo una promesa: sacar al PRI de los Pinos.


Y los mexicanos votaron por eso.


Y sólo por eso.


Porque ya no querían ver al PRI en los Pinos.


Esos conceptos son los que hacen prender una campaña electoral.


“No más preciosos” era la bandera que debió enarbolar el PAN, y nunca soltarla.


El propio secretario general del CDE, Marcos Castro reconoció que contaban con información certera de que, al menos, el 50 por ciento de los poblanos no han olvidado el tema del ‘gober precioso’ y la agresión en contra de la periodista Lydia Cacho.


¿Entonces?


¿Qué pasó?


La falta de planeación, estrategia, lucidez y eficacia fue lo que hizo dudar a Acción Nacional.

 

Y su error lo pagará con creces.

 

 

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