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  Los Conjurados


Erika Rivero Almazán


De cómo la sombra de Pablo Rodríguez persigue a Toño Sánchez y sobre los malos cálculos de su ‘arma secreta’ (ahora no tan secreta)

 

 

Eran 25 días antes de la elección local del 14 de noviembre del 2004.


En la casa de campaña del PAN, daban por seguro el triunfo de Pablo Rodríguez Regordosa sobre el priísta Enrique Doger en la conquista de la presidencia municipal de Puebla.


Cada miércoles, en aquellas legendarias comidas en la 4 sur y 25 poniente, discutían el rumbo de la campaña los principales actores: Pablo Montiel, Arely González, Ángeles Garfias, Israel Mancilla y Jaime Zurita. Todos coincidían en que Pablo arrasaría en las urnas por ser más joven, simpático, confiable y hasta guapo que Doger.


Nadie veía ningún defecto.


Nada faltaba.


Todo era perfecto: Pablo sería alcalde, y mejor aún: gobernador.


Rodríguez Regordosa lo creyó, y se imaginó y se proyectó.


Sí, sería el primer panista en pisar Casa Puebla, confesaba muy en corto a los suyos.


En su levitación, dejó de escuchar otras voces más objetivas, más realistas.


Una de ellas, la del ‘Tigre’ Humberto Aguilar Coronado: “cuidado, ten cuidado, te pueden comer el mandado, organiza a tu ejército electoral, es crucial para ganar la elección. Si sigues así, vamos a perder”.


Pablo se molestó desde ese momento con el Tigre, y le dejó de dirigir la palabra.


‘Esta celoso’ replicaba el candidato a sus cercanos.   


Javier Bonilla, uno de los mejores operadores del Comité Ejecutivo Estatal del PAN y que estaba comisionado como el gran orquestador de la elección a la alcaldía en Puebla, habló con Pablo en la más íntima intimidad.


Le confesó que sus encuestas advertían un semáforo rojo para el PAN, y que si no daba vuelta de timón a su imagen, a su relación con los medios de comunicación y afianzaba su ejército electoral para operar con efectividad el 14 de noviembre, iba a ser derrotado en las urnas por el PRI.


Pablo le dijo que eso era imposible: la reputación de Doger, la división del PRI y los enemigos del exrector (tanto dentro como fuera del PRI) eran muchos: “Mario Montero y Javier López Zavala no lo van a dejar pasar. Es imposible que Doger me gane”.


Se molestó con Bonilla y dejó de dirigirle la palabra.


Peor aún: le cerró la puerta a las legendarias comidas de los miércoles.


‘Otro que está celoso’, aseguró airado el candidato.


Rodríguez Regordosa no se conformó con esa medida de exclusión, extraordinaria para con un elemento tan importante del PAN a nivel nacional y le exigió al CEN que retirara a Bonilla del proceso en Puebla, porque “su pesimismo era una amenaza que podría invadir el ánimo de triunfo en el resto del panismo”.


Fue así como inventaron una salida honrosa para el asesor del CEN, con el pretexto de dirigir la campaña en otro estado, muy lejos al de Puebla.


Cuando Pablo dejó de escuchar las voces de advertencia que espejeaban sus defectos y los errores de su campaña, se sintió relajado y seguro.


A volar las aves de mal agüero.


No hizo ninguna modificación, no corrigió ninguna falla, ¿para qué? Todo funcionaba perfecto: él sería alcalde, y después, gobernador.


El resto de la historia ya lo conocemos.


Y cosa curiosa es ver cuántas similitudes están surgiendo entre la otrora campaña de Pablo Rodríguez y la actual de Toño Sánchez.


Apenas el miércoles pasado, 19 de septiembre, en las legendarias comidas en donde se discute hoy la campaña electoral del 11 de noviembre del 2007, Toño Sánchez presentó a su ‘arma secreta’, una asesora designada desde el CEN del PAN para operar la elección en la ciudad.


Por alguna extraña razón Toño no reveló su nombre.


Ahora sabemos que se trata de Ana García, una joven mujer que estuvo al frente de otras elecciones locales de Acción Nacional en distintos puntos del país. Sin llegar a ser brillante, es considerada entre sus colegas como ‘competente’.


Y fue la semana pasada cuando Ana García reprendió, tanto al equipo de campaña como a los seis candidatos a diputados locales por ‘provocar un fuego amigo’, ‘ser traidores’, ‘desconfiados’ y ‘poco leales’.


Eso fue lo menos que les dijo Ana García, por intentar dudar del buen desempeño de la campaña de Toño: “todo va excelentemente bien, mejor de lo que pensábamos, y para demostrárselos, les mostraré mis encuestas”.


Los números que ofreció García fueron más que alentadores: fueron contundentes: no hay duda: Toño será el alcalde, y, por tanto, seguro gobernador de Puebla en el 2011.


¿Quién no podría ganar con una ventaja de entre 7 y 15 puntos a su principal oponente, la priísta Blanca Alcalá Ruiz?
No hay de qué preocuparse: todo va bien: los espots en los medios electrónicos, las declaraciones a la prensa, el eslogan ‘Toño sí te escucha’, todo.


No importa que los candidatos a diputados tengan que rascarse con sus propias uñas: si Toño gana, ustedes también, así que hay que apoyar con todos los recursos a Toño, ¿entendido?


Por desgracia, García no tiene la pericia de Bonilla.


Y no hay ningún ‘Tigre’ que sea capaz de revelarle la verdad al candidato, por dura que ésta sea, cuando aún no es demasiado tarde para corregir el rumbo.


Ojo: faltan 45 días.


¿Habrá alguien que tenga el valor de decírsela?


 

 

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