Los Conjurados
Erika Rivero Almazán
¿Que paso con la Reserva Atlixcáyotl?
El conflicto entre la presidenta del patronato Puebla Verde, Verónica Mastretta, y el gobierno del estado por la custodia del Jardín del Arte, único pulmón de la Reserva Atlixcáyotl-Quetzalcóatl, saca a la luz una serie de poderosos intereses, todos ellos económicos, más que ecológicos.
Es ahora cuando salta a la vista de todos un problema que tiene un buqué de añejamiento de más de 12 años, pero que en este momento, por asares y circunstancias propias del poder, nos muestra uno de los fenómenos del caos urbano en el que se hunde lenta la Puebla de los Ángeles.
Cuando el concepto fue aterrizado por entonces gobernador Manuel Bartlett Díaz -pese a que la expropiación data desde Marino Piña Olaya-, el ambicioso y novedoso proyecto proponía el espacio urbano ideal: zonas habitacionales medio-residenciales, vialidades amplias y perfectamente trazadas, centros comerciales, parques metropolitanos, jardines… una especie de ciudad ideal, dentro de otra ya no tan ideal.
La planeación urbanística de la Reserva Atlixcáyotl competía contra los mejores centros de planeación de vivienda europeos.
La comparación, en su momento, no fue exagerada: el proyecto no daba pie a ninguna objeción.
Cada elemento contribuía a una causa de utilidad pública: los negocios cubrían la función de brindar oportunidades de trabajo, mientras que las unidades habitacionales ofrecían un nivel de vida diferente a los poblanos y las áreas verdes cumplían el cometido de convertirse en un gran pulmón para la urbe.
La planeación era la clave del éxito.
Santa Fe, en la ciudad de México, era un concepto semejante, hoy exitoso, pese algunos inconvenientes propio de las grandes ciudades.
Pero eso no ocurrió con la Reserva Atlixcáyotl.
Los usos de suelo no fueron respetados.
Pero no fueron respetados por nadie: gobiernos estatales, municipales, el propio Fideicomiso de la Reserva Territorial Atlixcayotl-Quetzacótl que tenía la única misión de custodiar la planeación del proyecto y vigilar una compra-venta de terrenos de una manera transparentes, ética e integral, así como los propios empresarios interesados.
El propio Patronato Puebla-Verde tampoco sale bien librado: el Jardín del Arte es una desgracia: los árboles moribundos, flacos y enanos, un lago seco y otro de aguas caldosas, verdes, con unos cuantos patos, un pasto siempre amarillo, mortecino.
Y todavía tenía uno que pagar 10 pesos por persona por entrar a quemarse bajo las brasas de un sol seco. Un resultado paradójico cuando Puebla-Verde logró parques exitosos, como la Laguna de San Baltazar, el único parque urbano digno de esta ciudad.
¿Qué fue lo que le pasó a la Reserva Atlixcáyotl?
La respuesta es obvia, y no por eso, deja de ser desastrosa: la especulación inmobiliaria fue el veneno lento que mató un proyecto visionario.
Y es que en hoy existen negocios que no se ajustaron jamás a los usos de suelo establecidos.
Por poner un ejemplo: el Hospital Los Ángeles actualmente se encuentra construido en un espacio en donde se iban a construir casas.
Tampoco hay una explicación para la encontremos en las márgenes de la Vía Atlixcáyotl una secuencia de terrenos baldíos, rodeados de malla ciclónica en su perímetro que se ofrecen en renta (ni siquiera se venden).
¿Cómo justificar el hecho de que se autorizó la expropiación de un área ejidal para vendérsela a un empresario que planteo un proyecto x, el cual nunca se llevó a cabo, pero que ahora, para obtener dinero y recuperar su inversión, el empresario opta por ofrecer ese terreno en renta.
Y nadie le dice nada.
Nadie objeta nada.
¿Dónde está la causa de utilidad publica?
Podemos entender la construcción de viviendas porque ante el crecimiento de la mancha urbana crece la necesidad de ofrecer lugar para vivir. Podemos entender la construcción de centros comerciales y otros negocios, porque finalmente son fuentes de trabajo y desarrollo económico.
Pero ¿cómo explicar la especulación de un empresario, quien obedece únicamente a sus intereses personales sobre un predio de utilidad pública?
El Fideicomiso tenía la instrucción y obligación de revisar el proyecto de los compradores para autorizar la venta de los terrenos. Y también tenía la faculta de cancelar las transacciones, en caso de que un tiempo perentorio, no se llevaran a cabo los proyectos acordados.
Es decir, no estamos hablando de ‘un terrenote’ en el cual se iba a construir un ‘haber qué sale’.
A doce años de distancia nos encontramos que la Reserva Territorial Atlixcáyotl es un desbarajuste con olor a caño.
La propuesta fue muy excelente, visionaria, de primer mundo, pero los resultados a la vuelta de la esquina lo único que nos muestran son los vicios y la corrupción de una sociedad.
La pregunta ahora es ¿hay responsables?, ¿quién está dispuesto a alzar la mano para ordenar el desgarriate?, ¿hay alguna propuesta para solucionar el problema?
La realidad, más allá del esgrima verbal entre los Mastretta y los funcionarios de gobierno, es que el único pulmón de la reserva está defenestrado porque el proyecto se quedó inconcluso: se llamaba Jardín del Arte porque la propuesta incluía un auditorio, un centro de exposición de arte al aire libre, una pista de tartán, juegos recreativos y árboles, muchos árboles, entre otros beneficios que hoy en día no existen.
¿Existe un proyecto real, confiable, a prueba de corrupción, que garantice la recuperación de esta propuesta?
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