Los Conjurados


Erika Rivero Almazán

 

Alcala, la amenaza que hay que destruir

·Cambio ·Foto / Archivo / Ulises Ruiz

El conflicto entre el líder sindical, Israel Pacheco, con la alcaldesa de Puebla, Blanca Alcalá, parece apagarse después de una semana de fuego cruzado: una vez desechada la huelga de brazos caídos, la reanudación de las negociaciones para llegar a un acuerdo en el incremento salarial, así como de las actividades laborales del personal sindicalizado, podrían crear un escenario en donde ondule la bandera blanca.


La mala noticia es que esta tregua es sólo eso.


Una tregua.


Y no pasará de ahí.


La guerra se reactivará.


Pacheco perseguirá, acusará, criticará a Alcalá durante tres años más.


¿Por qué?


Porque el líder sindical está muy lejos de defender la bandera que enarbola (ya sabe su frase célebre “me parto la madre por mis trabajadores”).


Los intereses que persigue son netamente políticos.


Sólo así se explica que un viejo lobo de mar haya cometido errores tan garrafales en el momento de argumentar legalmente el emplazamiento a huelga, y por la cual, el Tribunal de Arbitraje Municipal no dudó en rechazar tal solicitud: no era necesario estar dotado de una inteligencia superior para conocer que no es posible emplazar una huelga para que los trabajadores cuenten con beneficios por tiempo indefinido.


Eso no puede ser motivo de huelga.


Tampoco para saber que las exigencias del líder sindical en el aumento salarial eran imposibles de cumplir: poco más de 400 millones de pesos, cantidad que saldría del erario municipal (¿de dónde más?).


Otras de sus acciones que delataron sus verdaderas intenciones es que siempre dejó plantados en las reuniones pactadas a la propia Alcalá y al secretario de Gobernación, sin embargo, existen grabaciones en donde Pacheco cambia el discurso ante los sindicalizados ante quienes asegura que la alcaldesa y sus funcionarios le “cerraron la puerta en la nariz y se niegan a mejorar las condiciones labores de nosotros, los trabajadores”.


Y es que, en una reunión privada, el líder sindical aceptó el incremento del 4 por ciento. Sin embargo, al siguiente día, cambió su discurso ante las cámaras de televisión.


Es decir, Pacheco es capaz de ganar un largo y complicado pleito ante la justicia federal en el 2007, pero se convierte en un novato ante las instancias municipales y no es capaz de armar un expediente básico para un emplazamiento a huelga.


¿Por qué esta actitud huele a sospecha?


Pacheco está jugando con fuego.


Y lo hace porque no tiene miedo.


Llama inexperta, inepta y novata a Alcalá, miente abiertamente, amenaza con colapsar el funcionamiento de las dependencias municipales, paralizar a todo el Ayuntamiento y logra movilizar a cientos de personas que están dispuestos a obedecerlo ciegamente.


Ser boquiflojo y jactancioso no es suficiente motivo para un hombre que sabe mover los finos hilos del poder.


Pacheco actúa así porque está respaldado, porque sigue órdenes y no teme las consecuencias de sus acciones.


Está blindado.


Porque demostrado está que Pacheco no tiene un pelo de tonto.


¿Quién tiene tanto poder en esta ciudad, en este estado, para garantizar la inmunidad que Pacheco necesita para organizar todo este show?


Hay una lista de sospechosos.


¿Y por qué contra Alcalá?


Fue una victoria anunciada, y sin embargo, causó igual revuelo, esperanzas y, sobre todo, envidias: Blanca Alcalá, la primera alcaldesa de Puebla.


Las expectativas de su gobierno son más altas que en trienios anteriores.


Si lo hace mal, el empoderamiento femenino en la política y en puestos de gobierno sufrirá un brutal retroceso en Puebla.


Si lo hace bien, se convierte en la candidata natural a la gubernatura.


Mil veces desde campaña, cuando su victoria era inminente, Alcalá advirtió que nunca buscaría la gubernatura.


Y sin embargo, no hay político que la descarte de la lista de aspirantes a suceder a Mario Marín.


Por eso, aún antes de que demuestre si esta administración municipal será eficiente o no (eso aún está por verse),  Alcalá ya es objeto de ataque por parte de una artillería pesada que le apunta a cada paso.


Tal parece que lo más conveniente para algunos precandidatos es que Alcalá no sólo fracase, sino que sea incapaz de despegar.


Principio elemental de la política electoral: debilitar al grado de exterminio a un posible adversario.


Pacheco es tan sólo un emisario de esta contienda contra Alcalá.


Vendrán otros.


Pero por lo mientras, el pseudo líder sindical seguirá su encomienda hasta el final.


Y es que en esta semana se comprobó una vez más que Israel Pacheco utilizó su estafeta de secretario general del sindicato para atraer los reflectores y denostar públicamente a Alcalá.


Su proceder no es nuevo.


Al contrario, es repetitivo y predecible.


Pacheco infla un conflicto de cualquier índole al alcalde recién llegado, lo insulta, lo ridiculiza, lo arrincona contra la pared y se convierte de la noche a la mañana en una figura pública, con el falso estandarte de “defender los intereses de los trabajadores”.


Por supuesto, Pacheco llega de inmediato a ocupar los primeros lugares de pendientes en la agenda del presidente municipal en cuestión, así como de los medios de comunicación.


Su jugada, hay que reconocerlo, fue exitosa con los alcaldes Luis Paredes y Enrique Doger. El primero tratar de destruirlo, y por el contrario, lo fortaleció. El segundo trató de aplastarlo, no pudo, y terminó por pactar con él, siempre bajo las condiciones que dictaba Pacheco.


Recordemos que a finales de agosto del 2007, cuando todavía gobernaba Doger, la justicia federal dejó sin efecto la resolución del Tribunal de Arbitraje del Municipio de Puebla, por lo que Pacheco fue ratificado como secretario general vitalicio del Sindicato Único de Empleados y Trabajadores del Ayuntamiento de Puebla, debido a que desechó “indebidamente” documentos que prueban la ilegitimidad de su designación.


Es decir, Pacheco no sólo se salvó, sino que cobró más fuerza que nunca.


Ni qué decir de las espléndidas oficinas que inauguró al lado del entonces secretario de Gobernación, Javier López Zavala, quien fue distinguido con el corte del listón inaugural.


Fue Pacheco quien promovió la leyenda de que Zavala era “su hermano”.


¿Lo sabrá Zavala?


Pacheco se sentía revivido, seguro, respaldado.


De ahí la ácida bienvenida que le diera a Alcalá a una semana del nuevo gobierno, con una manifestación de 600 empleados del departamento de Servicios Públicos, que provocó el caos vehicular en el primer cuadro del Centro Histórico.


¿El motivo? La falta de herramienta e insumos para realizar el trabajo.


Los pretextos nunca faltarán.


Faltan tres años.


El diálogo y la negociación pacífica que defiende Alcalá parecen no surtir efecto en personajes como Israel Pacheco, cuya misión es desestabilizar a cualquier precio su gobierno.


¿Qué hará la alcaldesa?




 
 

 

 
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