Dios en el poder


Selene Ríos Andraca
diosenelepoder@hotmail.com
Twitter: @SeleneRios (flordecalabaza0@gmail.com)

16/12/2010


Cuento de Navidad

Basado en la obra de Charles Dickens
Versión súper libre



Era la época de Navidad en Puebla. Vivía allí un hombre llamado Rafa Scrooge, un hombre muy trabajador pero al mismo tiempo, una persona malvada, codiciosa, cruel y tacaña que no sabía qué significaba la generosidad.

 

Un día antes de la Noche Buena, una tarde fría y oscura, Scrooge y su fiel empleado, Fernando “Fer” Cratchit, se encontraban laborando en la oficina de Transición. Como de costumbre, Scrooge estaba contando su dinero y maldiciendo a los políticos que tenía que acomodar en algún cargo en el próximo gobierno, mientras Fer sopesaba los minutos para volver a su cálido hogar al lado de su familia.

 

Fer observaba ansioso el andar de las manecillas, mientras Rafael anotaba y borraba, volvía a anotar y a borrar la estructura de su gabinete de gobierno que lo acompañaría los próximos seis años en Casa Puebla. Apenas lograba sonreír con el acomodo de algún aliado de la campaña, injuriaba al resto de las personas que pelearon por él en la batalla del 4 de julio. ¡Los puestos eran insuficientes!

 

“Qué frío hace en esta oficina, pero el señor Scrooge no permite que se enciendan los calentadores porque es un desperdicio de dinero”, pensó Fer.

 

—¡Hola, tío Rafa! Feliz Navidad— dijo Tama, sobrino del hombre más poderoso de la época en Puebla.
—¿Navidad? Estupideces nada más, mi querido sobrino Tama. Todo es una vil mentira. La Navidad es una excusa para no trabajar. Es sólo una época para pagar cuentas y comprar regalos con el dinero que no tienes, una temporada en la que uno es un año más viejo y no un minuto más poderoso y rico.
—Pero tío, ¿qué motivos tienes para estar triste? ¡Eres tan rico y tan poderoso!
—Ya Tama, déjame en paz, yo celebro la Navidad a mi modo y tú al tuyo.
—Te esperamos a cenar mañana en la casa. Mi esposa hará una cena humilde para festejar la Navidad y serás nuestro invitado especial.
—¡Tonterías! Gracias, pero no ¡Adiós!

 

Sonriente, el sobrino del señor Scrooge abandonó la casa de Transición y se fue a su humilde hogar, en lo que Fernando encontraba el valor para pedir el día libre.

 

—Señor, he terminado de hacer todas las cartas de agradecimiento, de hablar con los aliados de México y Estados Unidos, así como de hacer el balance de sus ganancias para el próximo sexenio. También he hablado con los dirigentes para que no critiquen las reformas legislativas en la prensa y para que culpen al gobierno saliente. Creo que es buena hora para irnos.

—Sí, sí, está bien. Yo aún debo hablar con algunas personas y terminar de acomodar mi gabinete… creo que muchos quedarán sin un lugar en el gobierno.

—Es normal, señor. Todos lo entenderán… po…por cierto, mañana es na-navidad y estaba pensando que… —dijo tartamudeando el fiel empleado.

—Sí, ya me lo imaginaba. Vete, pero preséntate temprano el lunes.



Rafa tomó su camioneta de lujo y abandonó la casa de Transición. Al llegar a su palacete, se dirigió sin escalas a su estudio a seguir analizando cómo pagaría a todos sus aliados, en especial a una, la más poderosa y peligrosa del país…


Después de un par de horas cavilando las posibilidades para no quedar mal con ninguno de sus poderosos socios del proyecto de gobierno, se encerró en su enorme habitación y se dispuso a dormir.


Crash
Crash
Crash


Un estruendoso ruido rompió con su amarga tranquilidad.


Observó la entrada de su habitación y vio al fantasma de un hombre de su pasado, monsieur Peniche, con cadenas en las manos y en los pies.


—¡Es una pesadilla! ¿Qué está pasando? —gritó Rafa.
—No, no es una pesadilla.
—¡Te conozco! Eres monsieur Peniche ¿Qué haces aquí? ¡Estás muerto! ¿Qué quieres de mí?
—¿Ves estas cadenas? Estoy condenado por mis pecados, por todos los errores que cometí a tu lado.
—¿De qué hablas? Fuiste un gran estadista, gracias a ti limpiamos las cuentas en la Secretaría de Finanzas, logramos especular en el extranjero sin cometer quebranto y sin que el Congreso nos observara nuestro ejercicio fiscal… También logramos triangular recursos de las organizaciones no gubernamentales para nuestras cuentas personales.
—¿Estadista? ¡Abusamos de la gente pobre! ¡Robamos del erario! ¡Le mentimos al gobernador! ¡Hundimos más en la pobreza a este pobre estado! Sólo pensé en el dinero y en el poder, nunca en el amor o la caridad. He venido para decirte que tienes una oportunidad. Te visitarán tres espíritus para darte una última oportunidad…

 

Antes de que Rafa Scrooge tuviera tiempo de lanzar alguna pregunta, el fantasma de monsieur Peniche desapareció.


Desconcertado y con taquicardia, Rafa se quedó temblando observando la pared donde unos segundos antes había estado su socio… Instantes después, se hundió en un sueño profundo y oscuro.




Por la mañana, se levantó y buscó su ropa para nadar un rato en la piscina de su palacete, cuando apareció ante sí el fantasma de su antiguo protector.

 

—¿Don Melqui? ¿Es usted, señor Melqui?
—Soy el fantasma de la Navidad pasada. Acompáñame.

 

Melqui Morales caminó dos pasos hasta la ventana y tomó del brazo a quien fuera su hijo político. Juntos saltaron de la mansión a un viejo y conocido lugar.

 

—¿Reconoces este lugar? —preguntó don Melqui, señalando un enorme edificio.
—Claro… aquí trabajé.
—Observa con cuidado a las personas, no te pueden escuchar, solamente son sombras del pasado… ¿Ya reconociste a ese joven?


Rafa Scrooge escuchó una conversación pasada en la que celebraban el posicionamiento en las encuestas, a su lado estaba su inseparable y fiel Fer Cratchit.


El diálogo entre ambos era la carrera por la candidatura al gobierno del estado y su pase en automático a la final.


Rafa presumía el respaldo de don Melqui, mientras destapaba una botella de champagne.


—¡No me tortures! ¡Sácame de aquí! —gritó Rafa.
—Aún nos falta otra escala —respondió el antiguo protector.
Entraron al Palacio Legislativo, a la oficina de la Gran Comisión. El señor Scrooge estaba sentado en el estudio con la cabeza entre las manos y los ojos vidriosos. Frente a él, Fer Cratchit, preocupadamente callado.
—¿Recuerdas este momento?
—Sí, fue cuando tomé la decisión de renunciar al PRI para ser candidato a senador por el PAN.  
Don Melqui y el señor Scrooge se detuvieron a escuchar la conversación.
—Marín no me cumplió, Fer.
—Yo respaldo las decisiones que tomes.
—Nos vamos al PAN y después les partimos la madre.
—¿Crees que ganemos? Vas contra don Melqui en la elección.
—Sé que es un roble, pero si lo tengo que derrotar, lo haré.



Rafa Scrooge despertó en su gélido palacete y estaba a punto de reflexionar sobre el tema, cuando el espíritu de su gran rival político entró a su recámara.


—Hola, Scrooge.
—Zavala, ¿a caso no estabas con Murillo Karam?
—Ser el fantasma del presente. Acompañarme.

 

Ambos saltaron de la ventana del dormitorio y se trasladaron a la borrachera de poder, tras su arrasador triunfo por la gubernatura.

 

—¡Necesitamos a un súbdito en la Comisión de Acceso a la Información Pública! —grita Fer ante el secretario de Gobernación, Valentino Menegses.
—Pero él prometió Transparencia y conducir el organismo de manera correcta para recuperar a Puebla de su deshonroso cuarto lugar en corrupción. —responde Valentino Menegses.
—¡Nos importa un carajo! La campaña ha terminado y necesitamos quien nos proteja las espaldas cuando tomemos el poder. Es una orden del señor Srooge y si ustedes no la cumplen, verán a Marín en la cárcel.
—Pero, Fregoso no sabe nada de la materia.
—¡No importa! Ustedes cargarán el costo político y también necesitamos que reformen la Constitución para que Rafa Scrooge pueda viajar sin avisarle a nadie, para que pueda especular con el erario en el extranjero, para financiar proyectos con nuestros amigos empresarios hasta por 30 años y para que ningún poblano encabece las instituciones públicas.
—¡Están enloqueciendo! Fer, comprende, estarás aniquilando la división de poderes y Rafa Scrooge será el hombre más poderoso de Puebla ¡Nadie lo controlará!
—¡Qué importa! Es una orden y la cumplen o se atienen a las consecuencias, en especial, Marín, Gerardo Pheres, Javier Gargcía y tú…
—Como tú mandes. Nos tienen en sus manos.
—Lo sabemos. Esta misma noche, el Congreso debe aprobar todo y no quiero ni una sola réplica en la tribuna legislativa.  

 

Rafa Scrooge observó la escena y sonrió.


—Zavala, soy muy poderoso y nadie me detendrá. Seré presidente de la República.
—Yo no comprender bien. Pero tú enloquecer con el poder.
—Tú nunca comprendiste y por eso te destruí.
—Deber entender que el poder es para servir y no para aplastar. Ser tu última oportunidad para cambiar.
—Así soy feliz.



Una corriente de aire se filtró por la ventana y despertó a Rafa Scrooge. Aún no abría completamente los ojos cuando vio ante sí al fantasma de Elba Esther.

 

—¿Cómo estás, hijo?
—Maestra. ¡Buenos Días!
—Soy el fantasma de la navidad futura, acompáñame.

 

El señor Scrooge tomó del traje a su principal protectora y viajaron en el tiempo.

 

—Ve, Rafa, ve nada más todo lo que has logrado… —dijo Elba Esther señalando la ciudad desde un helicóptero.
—¿Por qué todo se ve tan feo, tan… pobre?
—Es la capital de Puebla…
—¿No son las colonias del sur?
—¡No, mi Rafa! Devastaste la riqueza del municipio más rico del estado.
—¿Destruí Puebla?
—No todo, mira hacia allá.
—¡Que chula es Puebla! ¿Lo logré? Traje progreso a la entidad.
—No digas tonterías… Angelópolis la vendiste al extranjero. Ahí sólo habitan egresados de Harvard o poblanos cuyos ingresos anuales superan los 10 mil millones de dólares.  
—¿El CRIT no atiende a los pobres?
—¡Nadie los atiende! Es el parque de diversiones de los niños que se lastiman corriendo en los prados de la Atlixcáyotl…
—¡Ah!
—¿No te da gusto?
—…

 

Haremos una escala más…

 

—¿Estamos en un funeral?

 

El fantasma de la Navidad futura no respondió.

 

—¡Es mi funeral! ¿Por qué nadie viene a verme? ¿Logré la presidencia?
—No, no lograste. No incrementaste los índices que prometiste en campaña, existen libros sobre tu animadversión a la prensa y a la transparencia, así como de tu fracaso en la lucha contra la corrupción y el narcotráfico.
—¿Por qué nadie a verme en mi funeral?
—Porque tus aliados están muy ocupados contando su dinero y tus adversarios felices porque al fin te has ido.
—¿Al fin?
—Modificaste la Constitución para permanecer en el gobierno por un periodo de 30 años, después de que fracasaras en la búsqueda de la presidencia.

 

Entonces, el señor Scrooge cayó de rodillas ante su propio féretro…


Lloró y lloró…


—¿Lo puedo arreglar? —preguntó entre sollozos.


Elba Esther no respondió.


Angustiado, tomó la mano del espíritu, pero Elba Esther lo rechazó y Scrooge despertó en su cama.




Se levantó de un brinco y corrió al ventanal.


—¡Hey! Niña, niña, ¿qué día es hoy?
—Es Navidad, señor Scrooge.
—¿Navidad? ¿De qué año, niñita?
—Es la Navidad de 2010… —respondió la niña Viri desde la calle con cara desconcertada.
—Estoy a tiempo, estoy a tiempo de lograr, de conseguir que… lo mejor para Puebla esté por venir.

 

FIN

¡Feliz Navidad!

 



 
 

 

 
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