Dios en el poder


Selene Ríos Andraca
diosenelepoder@hotmail.com

15/09/2009

Detrás del micrófono



¡Qué envidia!


Arggggggg


Tremendo pachangón que armó Carlos Martín Huerta para celebrar las 15 primaveras de su noticiero radiofónico Así Sucede.
Dios en el Poder no ha celebrado…snif, snif


¡Esas son ganas de festejar!


Nomás el vestido rosa y la crinolina le faltaron al conductor pa´ celebrar con todo.


So sweet.


Y qué caray, cuántos invitados.


Y de qué calibre.


Ahí estaba toda la clase política.


Priistas, priistas, priistas, priistas, priistas y hasta priistas.


Ah, también uno que otro panista fue honrado con la invitación del quinceañero.


La pluralidá, ante todo.


Clásico de las fiestas, nunca falta el invitado gandalla y el coladísimo.


Aunque Carlos Martín Huerta desbordaba alegría y dicha por tan importante festejo, el conductor radiofónico enfrentó a su colado y lo corrió del selecto desayuno, encabezado por Mario Marín.




Eran cerca de las ocho y media de la mañana.


Javier García Ramírez llegó con esa actitud que le ha distinguido todo el sexenio: déspota, sonriente, naco, mal vestido y con el cabello ligeramente engelatinado para el tan gustado —y noventero—efecto “príncipe valiente”.


Bajó de su súper camionetota abrochándose el blazer con toda la actitud de galán de barrio que tiene —y que puede—.


Sonrió a los hostess del Camino Real y se fue directamente al aglomerado político.


Desde la mesa principal, Carlos Martín lo vio entrar.


Inmediatamente dejó el tenedor con un pedazo de sandia y se levantó.


Caminó hasta el secretario, abrochándose el saco de su traje.


Sonrió tiernamente y le extendió la mano.


El funcionario, como haciéndole un favor, le felicitó y le abrazó.


—¿Qué se te ofrece, mi Javier?
—Pues vine a felicitarte, mi Carlos. ¡Me da mucho gusto!
—Sí, gracias.
—15 años se dicen fácil, pero no es así.
—Ajá.


García Ramírez —iluso aspirante a la candidatura de la alcaldía— esperaba ansioso que le pasaran a la mesa de los secretarios.


—Javier…
—Sí…
—Mira, es que no estás contemplado, por eso NO te mandé invitación para el desayuno…


Zas.


Cuaz.


Plop —onomatopeya de caída, extraída de Condorito—


—Ssí, sí, Carlos, lo sé. Pero me enteré y quise pasar a felicitarte.
—Sí, gracias, Javier. Discúlpame, pero ya no hay lugar para ti.
—¡Oh! No hay problema, tengo otros compromisos, ya sabes, los poblanos me aclaman para que sea su presidente y tengo que atenderlos.
—Sale, cuídate.


Carlos Martín se dio la vuelta.


El secretario de Desarrollo Urbano y Obras Públicas titubeó un segundo.


Observó a sus compañeros de gabinete desayunar tranquilamente en la mesa de funcionarios.


Saludó de lejos a unos empresarios.


Se dio la vuelta.


Y se fue…claro a atender sus muchos compromisos con los poblanos.


Jajaja


Pobrecito.


Si lo ven, denle un abrazo.   


¡Lo necesita! —Yo se lo daría, pero no soy digna ni de su mirada, pues—




El festejado seleccionó a los invitados que le acompañarían en la mesa de honor.


Por supuesto, el gobernador, el secretario de Gobernación y el director técnico del Puebla, José Luis Sánchez Solá.


Pero la integración de su mesa fue completamente desorganizada por las prisas del guapísimo Chelís.


Sánchez Solá explicó que tenía mil pendientes con su equipo y que se tenía que retirar.


Obviamente su silla quedó vacía.


A un lado de la mesa de honor, Javier López Zavala no entendía porqué lo sentaron con todos los miembros del gabinete.


Hacía pucheros discretos en la mesa de funcionarios.


¡Cómo es posible ese desdén!


Él, el candidato.


Él, el elegido.


Él, el casi gobernador… ahí despreciado.


Arrinconado.


De pronto vio que Chelís se despedía.


Discretamente se acercó, paso a pasito, a la mesa de honor.


Hasta que logró abrazar al estratega de los camoteros para despedirlo.


Sonrió ante los honrados de la mesa del festejado.


Sin pena, jaló la silla vacía del Chelís y se acomodó.


Carlos Martín hizo una mueca.


Le dio un sorbo a su café y se quedó callado.


Zavala, re contento, se quedó ahí el resto de la mañana.

 

Salud, pues.

 



 
 

 

 
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