Dios en el poder


Selene Ríos / Edmundo Velázquez

17/02/2009

La bota psicópata



 


El problema no es la bota, sino quien la usa.


El problema no es que apriete, sino que no salga.


El problema no es que estrenes unas botas, sino que te bañes con ellas.


El problema no es pasar dos días con las botas, sino el aroma que desprenden.


El problema no fue nuestro, sino de un diputado.


Y el problema fue Durango.

 



Caminaba tranquilamente por las calles de Durango, mientras tarareaba una rola de K-Paz de la Sierra, cuando las vio.


Fue amor a primera vista.


Nunca había visto brillar tanto la piel de unas botas.


Fue casi fetichismo.


Observó el par de botas desde la calle.


Ellas, coquetas, radiantes, vaqueras y en oferta.


Él anonadado, entusiasmado, extasiado, excitado, entró a comprarlas.


Cuando las sintió por primera vez cubriendo sus pies, lo supo.


“Hoy mismo las estreno”, meditó.


“Me aprietan un poquito”, le comentó a la vendedora.


“Ya aflojarán, así es la piel, entre más las use, más aguadas”, respondió ella.


“Me las llevo puestas”, dijo feliz.

 



El destino estaba escrito entre el diputado y sus botas.


Su primer paseo juntos habría sido a un curso legislativo en la ciudad norteña, pero el amor ganó y se fueron de pinta.


Pasaron la tarde juntos y no hubo una acera de la ciudad que no pisaran.


Por la noche, sus amigos diputados del PRI organizaron un brindis en una cantina para celebrar la nueva adquisición de Carlos González de la Calleja.


El diputado local por Zacatlán y sus homólogos bebieron, bebieron y bebieron.


Hasta la saciedad.


El júbilo era exagerado y los grados de alcohol, más.


Carlos, sus botas y sus compañeros de curul llegaron al hotel.


El diputado y su calzado pasarían su primera noche juntos en un cuarto.


Pero, ellas serían las que expresarían de la manera más extraña su apego al dueño.


Cuando González de la Calleja intentó quitarse la bota derecha, ésta abandonó su pie y cuando con torpeza, mareo y un poco de náuseas, trató de zafarse la izquierda, enfrentó la psicosis de su compra.


La bota se le quedó atorada en el pie.


Y por más que jaló, jaló y jaló, la bota ni se movió.


Debido a su etílico estado de salud y a que sólo tenía dos horas para dormir antes de abordar el avión que lo traería de regreso a Puebla, Carlitos se durmió con su botita.


Al despertar descubrió que no se trataba de una pesadilla y que la bota seguía ahí, brillando, acurrucada en su pie.


“Que mal llegué anoche, ni siquiera me pude quitar la bota”, pensó.


Acto seguido, jalo, jaló y jaló, pero la bota nunca salió.


Sin más remedio y con el tiempo encima, Carlitos se quitó la ropa, se rascó la nalga y se colocó el gorro para baño.


Entró a la regadera, con gorro y bota puesta.


Haciendo malabares para no arruinar su fino calzado, el diputado se duchó con una pierna fuera del chorro de agua.


Con brinquitos y mucho esfuerzo, González de la Calleja se puso su pantalón y aterrado se puso la otra bota.


“Al ratito afloja”, pensó optimista.


Ya en el avión y con un poco de dolor en los dedos, Carlitos se empezó a preocupar.


Cada que veía la bota derecha, sentía pánico.


Y cada que veía la bota izquierda sentía odio.


El diputado reconoció en ese momento que había comprado una bota psicópata.

 



Al pisar tierra, Carlitos tuvo una epifanía:


La bota debía irse lo más pronto posible.


De pronto, interrumpiendo una plática entre sus compañeros de partido se sinceró: “¡Quítenmela de encima!”


“¡Ya no la aguanto!”


Uno de sus compañeros se compadeció al ver tanto dolor:


“En la camioneta lo intentamos”, prometió conmovido el otro diputado.


En la Suburban, camino al centro de la ciudad, la bota por fin cedió.


Liberaron a Carlitos.

 

 

 


Cementerio de Papel Copyright.


Tenemos una buena noticia: a finales de febrero llega a Puebla la película homónima del thriller del poblano Fritz Glockner.


Ahora, si su desesperación por verla es tal, puede encontrarla ya ¡en pirata!


Desde la semana pasada, la película ya ronda por La Fayuca y la Cuchilla.


Y a sólo 10 pesos.


Pero, les recomendamos ampliamente verla con la magia que genera una sala de cine.

 

Digan no a la piratería.

 



 
 

 

 
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