Dios en el poder
Selene Ríos / Edmundo Velázquez
19/02/2009
De penas propias y cosas peores
    
¿Qué reportera se apena tanto de su nombre que tiene que utilizar otro para que le contesten algunos diputados?
Pistas:
Es rubia, gorda y sin gracia.
Muy huevona.
Re’ mamona.
Sumamente gritona.
Súper ladina.
Y comodina, según su madre.
(Está bien chula.)
Trabaja en Cambio.
Y comparte un espacio llamado Dios en el Poder.
Ja, sí, la coescritora de esta calumnia.
Ésta la historia:
La semana pasada, en vísperas de la aprobación de la Reforma Electoral, la reportera tenía que entrevistar a los diputados cómodos que votarían con el PRI para saber si se completaba la mayoría calificada.
La reportera pudo sentarse a entrevistar a Irma Ramos, del PRD, y a Manuel Fernández del PT lo cuestionó vía telefónica.
Todo iba bien hasta ahí, pero faltaba la versión de Carolina O’Farril de Convergencia.
Obviamente, O’Farril Tapia y la reportera tienen una pésima relación, porque ha sido protagonista de este espacio infinidad de veces y no le ha gustado nadita (a la diputada).
Desde la sala de prensa del Congreso local, la reportera intentó contactar a la legisladora y le marcó a su celular:
—¿Se encuentra la diputada?
—No, no se encuentra. Está en una reunión —contestó una hosca voz de hombre.
—Ah ¿Y cómo a qué hora se desocupa?
—Va a tardar mucho.
—Ah, bueno, le llamo después.
—¿Quién habla?
—Mmm… mmm… ah… mmm…
—¿Quién le digo que le habló?
—Eh, sí, pues… mmm… Seeklerjknes frkikdods
—¿Qué, quién habla?
—Mmm… este… jejeje… mmm... Luisa Lane…*
Afortunadamente, alguien más nos hizo el favor de preguntarle el sentido de su voto, y así pudimos publicar las tres opiniones.
Días después, esta reportera fue encarada por la otra —de quien nos reservamos el nombre a petición suya— y reclamó en plena sesión en el Congreso:
—Oye, ¿que le hablaste a Carolina diciendo que era yo? —dijo la afectada.
—Jajaja, perdón, amiga, pero esa mujer nunca me pela y ni así me tomó la llamada.
—Pinche vieja, no seas así, me llevo bien con ella.
—Perdón…
—Mensa.
—¿Lo puedo seguir haciendo?
—¡No!
—¿Estás enojada?
—No, pero no seas cabrona.
—Ta bien, cuando lo haga otra vez, te aviso.
—¡Selene!
—Oh…
La anterior anécdota fue escrita a petición de “aquellas personas que han salido en esta columna” y que mandaron un portavoz a decirnos que era necesaria la anécdota de la ocasión.
Cumplido, señores.
    
*Éste nombre ha sido cambiado estratégicamente de acuerdo a la situación a la que se ha enfrentado la interesada.
|