Dios en el poder
Selene Ríos / Edmundo Velázquez
Entre Tepeaca y Dubai
    
Ay Dubai, el oasis de los Emiratos Árabes.
Tan bonito, dicen.
Tan exageradamente caro, dicen.
Tan lleno de lujo, de excesos y de edificios pomposos.
Donde el más jodido anda en Porsche.
¿Quién no quisiera ir a Dubai?
Ay… —Suspiro—.
Pero señores para pisar aquellas lejanas tierras necesitas cumplir con alguno de los siguientes tres requisitos:
Ser millonario.
Tener a un pariente radicando allá.
Ser hija de una exfuncionaria de primer nivel.
Y para nuestra desgracia, nosotros no cumplimos con ninguno. Y por eso no conocemos Dubai más que por fotos y anécdotas de un querido… amigo.
Y la descripción de este lugar paradisíaco se la reventaron porque la hija de una de las más polémicas funcionarias de la historia reciente de Puebla se irá a gastar unos cuantos dolaritos por aquellos lares.
Pues mientras la exprocuradora Blanca Laura Villeda pasa sus días en el soleado pueblito de Tepeaca, su hijita, la guapa Cinthya Villeda cenará en el exclusivo penthouse del Hotel Burj Al Arab que nomás para que se den un quemón, usa hoja de oro para adornar los humildes platillos.
O bien, tomará el sol en el famoso y hermosísimo parque acuático Wild Wadi.
Pobrecita.
Sí que extraña la vida fuera del presupuesto.
Ajá.
He ahí la pregunta del millón: ¿El salario de un juez alcanza para mandar a un hijo al más caro de los Emiratos Árabes?
Salud.
Nos revolcamos de la envidia ¿Y?
    
Itacate para la fiesta zavalista
La mayoría de los políticos poblanos se prepararon para el gran día de Zavala.
Algunos ensayaron cómo se arrastrarían frente al secretario de Desarrollo Social, mientras que otros buscaron su mejor traje en su clóset.
Los menos, decidieron hacerle el feo al secretario y comieron carnitas, pero finas, en otro lado.
Pero hubo un personaje sentado en la mesa de honor que sacó la casta.
Y es que desde que es uno de los funcionarios de primer nivel del marinismo, el señor siente que ni Dios lo merece.
Y trata de demostrar en cada oportunidad que no es uno más de la perrada, aunque nunca lo logra.
Javier García Ramírez en lugar de buscar el traje o ensayar el saludo, armó su itacatito para la party, porque no iba a comer ni a beber lo que ofreció el festejado.
Que no, que no.
Por eso, antes de entrar al Country Club San Manuel pasó a un Oxxo a comprar sus cocas, sus aguas y sus chicles.
Por supuesto que cuando le ofrecieron medio kilo de carnitas, con arroz a la mexicana, contuvo el vómito pero mantuvo la cara de asco.
“Desayuné muy tarde”, explicó a los empresarios que le rodeaban.
Y cuando el mesero estuvo a punto de servirle Pepsi en un vaso de cristal, el señor sacó su Coca Cola de lata.
Sencillito, el secretario.
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