DONDE LA LEY TERMINA, COMIENZO YO


Maritha Amescua


Impunidad, mal de Puebla


Vía Atlixcáyotl, un buen negocio Cambio Foto / Archivo / Ulises Ruiz

Al más puro estilo de la Ley de Herodes la impunidad sigue siendo el mal de nuestro tiempo. Si algunos pensaban que con el oficialismo dejaríamos atrás acciones provenientes de la prepotencia y la falta de civismo se equivocaron. No es de extrañarse que días atrás cierto elemento de seguridad pública de un municipio lejano al nuestro me hiciera saber su opinión “muy personal, claro” sobre el significado que tiene para él la ley. “Donde la ley termina, comienzo yo”  dice él; seguro y confiado en que su dicho es mas muestra de su hombría y poder que de su terrible prepotencia. El problema no está en el personaje en cuestión, que a fin de cuentas no tiene en sus manos el destino de muchos, sino en que la realidad parece gritarnos que este es el pensamiento de algunos de los que hoy día nos gobiernan.

 

Donde termina –por ejemplo- un presupuesto decoroso con el que bien podemos modernizar la Vía Atlixcáyotl, comienza el magnífico presupuesto -casi 300 millones arriba de lo necesario- de nuestro gobierno; esto nos asegura por supuesto, una avenida a todo lujo y sin baches porque será de concreto hidráulico; a fin de cuentas ¿qué más da? Seguro somos el país más rico del mundo, porque nos damos el lujo de pagar nuestros servicios al doble de lo que cuestan en realidad.

 

Sin embargo y en una reflexión que va mas allá del actuar de nuestros gobernantes me pregunto si será posible que nuestro sistema legal esté ya herido de muerte o en coma quizá; es decir, si un servidor público cualquiera puede colocarse en el lugar donde la ley termine (si es que la ley pudiera terminar en algún punto) eso quiere decir que entonces, el sistema legal funciona hasta donde se espera y posteriormente entra el mero juicio discrecional del gobernante, y esto me parece verdaderamente atroz.

 

Lo que en este país no funciona es su aparato burocrático, su administración pública y no la ley, el que administra y ejecuta la ley, no la ley en sí misma, y esto es lo que hace grave la situación, ya que si nuestro sistema legal fuera el problema, bastaría un gran equipo de juristas bien preparado (y en México nos sobran los juristas brillantes) que lo rehiciera, pero al término de hacerlo estaría a la disposición del buen juicio de nuestra burocracia que en el mejor de los casos, está perdida en manuales de organización, procedimientos e iso´s que aburren y no ayudan en nada a lograr los objetivos y metas principales de un gobierno eficiente.

 

La ley termina en el momento que un agente del ministerio público prefiere terminar su torta de las 10 a gusto, antes de atender a cualquiera que haya sido molestado en sus propiedades o su persona. Es exactamente el lugar en el que inicia el actuar de -por ejemplo- los módulos de atención de la Secretaría de Finanzas que en aras de sus premios de calidad dejan de atender a la una de la tarde para que les dé tiempo de cerrar a las tres en punto.

 

Donde la ley termina, “comienzo yo a defenderme”, podría decir un ciudadano con medio dedo de frente que esté consciente de que su mayor responsabilidad es sobrevivir,  y en su búsqueda por encontrar el légitimo uso de la fuerza que tiene el Estado para defender sus derechos, este está más preocupado por seguir las reglas del iso que por darle respuesta a su necesidad.

 

¿Dónde terminamos los ciudadanos cuando hoy en día el bien jurídico protegido más alto reconocido por nuestra burocracia son los premios de calidad y no la vida, la dignidad y el patrimonio de sus ciudadanos?

 

En un ejercicio por recuperar estos 3 bienes jurídicamente protegidos, los ciudadanos colombianos llegaron a confiar mucho más en la FARC que en su propio y legítimo gobierno, porque claro, para éste la ley resultó por muchos años un impedimento para cumplir la propia ley.

 

Donde la ley termina inicia justamente un conjunto de normas secundarias y la mayor parte de las veces innecesarias que no permiten que el objetivo de la primera se alcance alguna vez; así hoy día, estamos encerrados en un círculo vicioso en el que la única moral es el dinero y la única ley prevalente es la prepotencia; por esto es que no podemos quejarnos mucho de concesiones millonarias sin previa licitación porque si lo hacemos corremos el riesgo de perder nuestra vida intentando encontrar una respuesta antes de encontrar a la respuesta.

 

Donde la ley termina inicia la eficiente y premiada actuación de nuestra burocracia, fíjese: Marque usted 01800 QUE SE CUMPLA LA LEY y encontrará una grabadora que le responda, en este momento nuestros gobernantes están muy ocupados en otros “negocios” así que si usted necesita que la policía acuda a su cuadra porque existen disturbios que ponen en riesgo la vida de sus hijos marque 1 (o mejor mándeles un mensaje de texto a los de la unidad 59 que a medio operativo van revisándolos en su celular y contestando a sus novias, seguro también se pueden hacer cargo de usted), si lo que usted necesita es reemplacar su unidad marque 2 ( pero mejor ármese de paciencia porque lo harán dar mil vueltas antes de aceptarle su pago), si usted transita la recta a Cholula todos los días y lo que necesita es quejarse por las raíces de los árboles del camellón que han hecho ya un verdadero tope peligrosísimo marque 3 (o mejor búsquese una vía alterna porque dentro de poco eso será una barda y si ocurre un accidente, será usted multado por imprudente y transitar por ahí cuando ya se dio cuenta que está en mal estado la vía).

 

En fin mi amable lector, donde la ley termina iniciamos cada uno de nosotros con las decisiones que hagamos cada día para intentar sobrevivir en esta selva de súper héroes súper pagados que son nuestros gobernantes, ya que ellos no tienen tiempo para resolver nuestras pequeñas necesidades, ellos están gobernando al más –como le dije en un principio- puro estilo de la Ley de Herodes y ellos están siempre, siempre en el punto exacto en el que la Ley ha terminado para que ellos comiencen a mandar y disponer como mejor convenga a sus propios intereses.

    



 
 

 

 
Todos los Columnistas