Duelo de Espadas


Edmundo Dantés

05/06/2009

¿Por qué anular el voto?


En varias partes del país existe un movimiento social importante, que convoca a los electores a acudir a las urnas este 5 de julio, pero solamente a cruzar las boletas y no a votar por algún partido en particular, en señal de protesta porque la partidocracia no solamente es incapaz de representar realmente a los ciudadanos, sino que tampoco recoge las demandas de la gente y no atina a dar soluciones a la difícil problemática socioeconómica de millones de mexicanos.

 

En pocas palabras, la gran mayoría de los mexicanos siente (sentimos) que los partidos no sirven, tampoco sus dirigentes o gobiernos y mucho menos los auto llamados “representantes populares”, que en la realidad solamente se representan a sí mismos y a las cúpulas partidistas.

 

Tampoco son de utilidad para la mayoría de los ciudadanos las instituciones (IFE, TRIFE y organismos electorales locales) que supuestamente deberían garantizar comicios legales, legítimos, confiables, transparentes y equitativos, porque están encabezados por incondicionales de gobernadores, presidentes, alcaldes y hasta líderes sindicales, como ocurrió con Luis Carlos Ugalde y Elba Esther Gordillo.

 

Hay muchas razones válidas para anular el voto en la siguiente elección y la mayoría parte del desencanto de la gente ante un sistema político-partidista incapaz de encabezar el desarrollo político, económico y social del país. Durante todo el priato, se pensó que con la democracia real (entendida como el respeto a la voluntad de la gente plasmada en su sufragio) mejoraría el nivel de vida de la gente, algo que no ha ocurrido ni en sueños.

 

Hoy, México y sus entidades federativas tienen un sistema político, partidista y electoral costoso, con centenares de diputados locales y federales, senadores, ediles, gobernadores, regidores, funcionarios electorales y dirigentes partidistas que en muchos casos cobran jugosos sueldos, pero que son incapaces de garantizar comicios válidos y equitativos y que – al pasar de candidatos a gobernantes – en la mayoría de los casos son corruptos, huevones, incompetentes y sin compromisos reales con la gente que votó por ellos y, por lo mismo, espera soluciones y no pretextos o componendas.

 

Otra razón para anular el voto: la falta de opciones reales

 

Un motivo más para invalidar el sufragio es la falta de opciones reales para la ciudadanía. El PRIAN representa lo mismo, votar por uno es hacerlo por el otro, debido a que gobiernan igual, se corrompen igual, tienen componendas cada vez más claras, comparten una red de complicidad e impunidad que ha permitido tropelías de gobernantes de ambos partidos y, sobre todo, siguen el mismo modelo económico y social.

 

Tampoco hay un partido de izquierda fuerte, competitivo, con posibilidades reales de ganar y de gobernar diferente al PRIAN. El PRD de Jesús Ortega es calderónico, corrupto, está totalmente cooptado por el sistema y solamente es usado por la cúpula chuchista como una agencia de colocaciones para los cuates o la moneda de cambio con qué obtener prebendas del mismo sistema.

 

Juntos, el PT y Convergencia no alcanzan ni el 10 por ciento de la votación, no gobiernan estado alguno o municipio importante del país y sus dirigentes eternos, Dante Delgado y Alberto Anaya, siempre se han comportado como esbirros del sistema prianista, aunque en este momento estén apoyando al único dirigente político que realmente propone algo diferente al PRIAN: Andrés Manuel López Obrador.

 

En consecuencia, votar por el PT o Convergencia sí implicaría dar un respaldo al movimiento opositor más fuerte del país, pero también equivaldría a respaldar una opción sin posibilidades reales de triunfo y a garantizar el futuro económico de dos rémoras del sistema político mexicano, como Dante Delgado y Alberto Anaya.

 

Este contexto ratifica que es verdad lo que millones de mexicanos sentimos: que el sistema político – electoral y los partidos, en general, no sirven para representar a los ciudadanos y han fracasado en su obligación de postular a personas capaces de ser buenos gobernantes.

 

No hay un buen presidente de la República, tampoco buenos mandatarios estatales  o municipales (en la mayoría de los casos), debido a que los partidos no postulan a sus mejores hombres o mujeres, a los honestos, a los más preparados o con reconocimiento social, sino a los favoritos de quienes controlan a los gobiernos de todos los niveles o de las cúpulas partidistas.

 

Candidatos sin apoyo social

 

Y los candidatos – en la mayoría de los casos y no solamente en las elecciones federales – carecen de representatividad social, porque son emisarios de un sistema político-electoral podrido, corrupto y manipulado, además de que sus postulaciones obedecen a decisiones cupulares y unilaterales impuestas por Felipe Calderón, los gobernadores de todos los partidos o los dirigentes de los mismos.

 

En este contexto, desde luego que es atractivo para un porcentaje representativo del electorado ir a las urnas y cruzar la boleta, para hacer patente la desilusión, el reclamo, coraje y molestia que genera en millones de mexicanos genera el sistema político. Incluso, quienes promueven esta medida dicen que servirá como regaño o protesta contra los partidos.

 

Quienes se oponen a ella argumentan que no servirá como protesta, porque hará que ganen la elección los partidos de siempre con sus candidatos de siempre, a través de las llamadas “estructuras” y es posible que tengan razón, pero lo que no puede negarse u ocultarse es el fracaso lastimoso de la manera en que se hace política en México y de la gran mayoría de los que usufructúan esta actividad. 

 



 
 

 

 
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