Por las entrañas del poder


Jesús Ramos

01/04/2011

 

¡Pobres cabrones!


Qué difícil debe ser para los panistas ocultar El Yunque que llevan dentro, ¿o no? El diputado Juan Carlos Espina Von Roehrich se esfuerza, se camuflajea, niega la cruz patada a la que juró obediencia ciega en pos del Bien Común, se pule el bigote para parecer hombre de altas miras, pero al oponerse a adicionar el artículo 11 de la Constitución Política del Estado: “Preferencias sexuales”, deja al descubierto su tatuaje yunquista.


¡Santo Dios! ¡Qué cosa tan espantosa reconocerles sus derechos constitucionales a las sociedades de convivencia, a aquellas almas erradas y enfermas que pudiendo ser heterosexuales resultaron homosexuales!, dirán los de ultraderecha en sus reuniones piadosas y de plegarias elevadas al cielo.


El Yunque y El Diablo son familiares cercanos, contrario a lo que los propios yunquistas creen, basta argumentar que aunque nadie los ha visto, dijera La Chilindrina: “De que existen existen”. No crea usted, no es nada ocioso, bien vale la pena preguntarse, ¿cuál de los dos será más perjudicial al Rebaño del Señor? Digo, nomás por curiosidad: ¿El Yunque o El Diablo?


Como quiera El Diablo siendo de una pieza, valiente pues, no se raja, nunca nos ha dicho ni nos ha mandado a decir, vía twitter, facebook o mail, que no existe, que su imagen es puro jarabe de pico, un invento de la iglesia cristiana, cojones que El Yunque no podría presumir en lo público ni en las redes sociales firmando remitente con nombres y apellidos.


La misma dolencia de Espina Von Roehrich sufre Guillermo Almazán Smith, director del Instituto Poblano de la Juventud, que aún atreviéndose a negar ser yunquista, con fogata y toda la cosa quemándole los juanetes, nomás con idear la posibilidad de sembrar en Puebla Centros de Rehabilitación para Homosexuales, como lo hicieran en Jalisco y Guanajuato, lo que rechace vale gorro.


¿Pero qué fue lo que ocurrió? ¿O nos alcanzó el pasado con semejantes sujetos? Y me refiero a la Santa Inquisición con todo y monjes, quemadores y verdugos. ¿O de veras la encarnación existe y aquellos afanadores del mal resurgieron, como los barros en la piel, para seguir facturando aberraciones desde Puebla, Guanajuato y Jalisco para el mundo?


No cabe duda que ser yunquista, es llevar una cruz a cuestas y padecer un calvario. ¡Pobres cabrones! Y la cruz del presidente municipal Eduardo Rivera debe pesar un poco más. Lo imagino.

 



 
 

 

 
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