Por las entrañas del poder
Jesús Ramos
02/09/2011
El vajillazo, ¡agache la cabeza el que pueda!
Cuando Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera Pérez fundieron sus vidas en la fórmula para gobernador y presidente municipal de Puebla de 2010, se supo que el suyo, fue un matrimonio forzado, como los de la nobleza o la aristocracia de antaño: De mero interés y sin el pleno consentimiento de los contrayentes.
Nadie les apuntó con una pistola por la espalda para que se aceptarán, lo hicieron porque no tuvieron de otra, pero también quedó claro que en su relación fingida no habría ni muestras de cariño ni promesas de amor sincero, cada quien llevaría agua a su molino como Dios le socorriera. Y así se entendió o, cuando menos, así lo entendimos.
La historia se conoce, igual que los finales de cuento. Lo suyo terminó con los platos en la cabeza para estupor de algunos. ¿De qué se sorprenden ahora? Ni Moreno Valle es el malo de esta relación fallida ni Rivera Pérez creo que lo sea, a propósito de los 200 y tantos policías que regresaron a su cuartel estatal o de las calles inauguradas sin la presencia de uno o del otro.
Que el gobernador y el presidente de Puebla no tengan buena relación es tan viejo como Las mil y una noches de Abu Abdallah. Manuel Bartlett le hizo la vida imposible a Gabriel Hinojosa, Melquiades Morales y Mario Marín se la hicieron mutuamente y a principios de 2007 Felipe Calderón y Marcelo Ebrard quebraron lanzas y le entraron a la guerra.
Las diferencias que ya se observan entre el gobernador y el alcalde son producto de su condición política, y lo sabemos. Moreno Valle no es yunquista ni Rivera Pérez tecnócrata, sus administraciones igual que sus ideologías, circulan por carriles opuestos; uno, se ha fijado el objetivo de ser presidente de la república a costa de lo que sea; el otro, aspira a ser gobernador si Dios así se lo concede.
Existe un viejo dicho, cuyo sentido resulta indebatible: No se puede tapar el sol con un dedo. Es imposible negar lo que se ve, la relación del gobernador y el alcalde (no se engañen) no es que pase por un mal momento, nunca ha sido buena. Si por Moreno Valle fuera, hubiese querido que Enrique Doger despachara frente al zócalo. Y si de fantasías se tratase la cosa, Rivera Pérez estaría fascinado de que Ana Teresa Aranda o Paco Fraile fueran Ejecutivo estatal, en vez de éste con el que le tocó arar. ¿Qué no?
Fernando Manzanilla se esmera en ocultar el vajillazo que el alcalde y el gobernador se tiraron a la cabeza con el tema de los policías. Su esfuerzo es loable. ¡Pero no pasa nada! En política como en el matrimonio, los desencuentros son lo que le quitan lo aburrido a la relación y le ponen lo divertido, como el catsup de La costeña. El pleito de Bartlett e Hinojosa y el de Melquiades y Marín demoró años, ¿creen que el de Rafael y Eduardo tarde días? No lo creo. Vajillazos irán y vajillazos vendrán, ¡Agache la cabeza el que pueda!
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