Por las entrañas del poder
Jesús Ramos
10/08/2011
El Rey Midas, pero al revés
Para poner las cosas en su sitio el delegado priista Ranulfo Márquez dijo que Mario Marín no será candidato a senador. Y miren que se tardó. Declaración que si bien algunos toman como su descarte oficial al Senado de la República debería entenderse, mejor, como el desmarque oficial del PRI de un exgobernador incómodo que puede acarrearle más tragedias en las elecciones de 2012 que beneficios.
Recordarán aquella película de Pedro Infante (Pedro Chávez) y Luis Aguilar (Luis Macías): A toda máquina, donde el primero cargaba una maldición que ocasionaba desgracias, incluso de muerte, a quiénes mostraba su afecto. Bueno, así o más parecido es el caso de Mario Marín. El PRI teme que Marín lo desgracie y razones deben sobrarle.
Qué Marín no sea abanderado a senador no quiere decir que no haya querido serlo. A penas el domingo pasado un frustrado candidato a presidente municipal, en un festejo político de cumpleaños, me confió las llamadas a celular que el mismo Marín le hizo para que lo apoyara ¡con todo! porque quería ser senador de la república.
¡Guácala!, fue su expresión. ¡¡Ni madre!! Con ejemplos como éste, se muestra el desprecio priista a nivel gerencial y militante, a un año de la derrota de 2010, pero también que ese desprecio se ha mezclado con el odio. Sí, odio y desquite que pueden endilgarle a Enrique Peña Nieto en caso de que Marín fuese candidato, como quiso, o de que lo sobreexpongan en los comicios venideros.
No, en definitiva, ni a Peña Nieto ni al PRI le conviene que Marín los apoye en campaña o que salga a arengar el voto a los cuatro puntos cardinales. Ranulfo Márquez mostró modales ingleses, pipa y guante al reconocerle su capital, pero pienso yo que fue más oficioso y docto en su quehacer político para hacer lo que debió hacer desde hace mucho. La suya fue una forma institucional de desmarcar al partido del exgobernador poblano a manera de conveniencia, de distanciarlo pues.
Eso, es lo que conviene al PRI, a Peña Nieto y a los que serán candidatos a diputados y senadores. Marín tiene que estar lejos de ellos para que no los desgracie como Pedro Chávez con Luis Macías. Y es que todo lo que suene, huela o tenga sello marinista es muy factible que sea blanco de desquite priista en las urnas. Sobre todo del priismo que no solo piensa, como posibilidad, sino que está seguro que la gubernatura fue entregada a Rafael Moreno Valle, precisamente, por Marín, a cambio de acuerdos de impunidad.
Oigo, leo y veo con humorismo blanco a aquellos que suscriben cuotas al marinismo en diputaciones y senadurías como si estuvieran marchanteando su cesión de derechos políticos en un tianguis. Y me parece que se equivocan. Una cosa es que los aspirantes publiciten sus apetencias políticas y otra completamente distinta que vayan a serlo. Fulanito va por el 6, sultanito por el 12, perenganito por el 16 de Ajalpan y el mero mero petatero por el Senado. ¡Por favor! Nadie tiene en la alforja nada. Las decisiones al respecto serán cupulares, es decir, vendrán del centro aunque purgue a los que quisieron y no pudieron.
Usted dispense, pero si puede tomarse así, el marinismo no es una virtud como lo fue en su sexenio, es una enfermedad grave ya detectada en los análisis químicos practicados por el CEN del PRI y por el mismo Peña Nieto, y más valdría a aquellos que lo están viendo como una moneda de cambio para obtener diputaciones y senadurías que hicieran lo que hizo don Ranulfo Márquez, desmarcarse respetuosamente de él antes de que los desgracie. Midas lo que tocaba lo convertía en oro, y éste lo hace miasma.
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