Por las entrañas del poder


Jesús Ramos

18/06/2012

 

El fraude como recurso


A pocos días de las elecciones del 1 de julio existe la percepción generalizada de quienes son los que van a ganar y quienes a perder en lo que concierne a presidente, diputados y senadores, cuando menos en el estado de Puebla, de allí que resulte ofensivo a la inteligencia de los votantes que los perdedores por presuntos golpes de suerte u obra del espíritu santo resultasen ganadores.


Y todavía con la interrogante perpleja y petatera de: ¿cómo le habrá hecho para ganar? Me parece que no. El resultado de las elecciones en México merece explicaciones serias y creíbles y, justamente por eso, me gustaría que las razonáramos juntos.


Pongamos de ejemplo a Josefina Vázquez Mota, Javier Lozano Alarcón y a Inés Saturnino López Ponce. ¿Se tomaría con seriedad que alguno de los tres resultara triunfador? Me parece que no. La suspicacia de que hubo fraude permearía en la nación en el caso de Josefina, y lo mismo ocurriría con Lozano en el estado y con Inés Saturnino en el distrito 8 de Serdán.


Siempre he sostenido que la distancia del primer lugar en las preferencias electorales es directamente proporcional al fraude que debe cometer quién se encuentra en segundo o tercer lugar, según el caso. ¿Por qué? Porque las razones democráticas y circunstancias sociales no están dadas para que los coleros ganen por razones naturales. O los detestan, o los repudian, o sencillamente no los quieren.


Regresemos a Josefina, a Javier Lozano y a Inés Saturnino. A la primera, la gente le está cobrando la factura de Felipe Calderón y la ineptitud de un partido que no supo concretar el cambio en 12 años de gobierno. Al segundo, su arribismo a un estado donde nunca vivió y su violencia y perjuicio irascible hacia los trabajadores. Y a Inés Saturnino, su prepotencia, arbitrariedad y abuso con que cotidianamente se conduce; digamos que es un Gadafi, pero de pueblo.


¿Puede alguien ganar en semejantes circunstancias? Imposible. Y así como lo creo yo, son miles o millones, dependiendo del tipo de elección, los que no se tragarían un triunfo de cualquiera de ellos. Merecimientos pueden tenerlos, sin embargo, la mayoría de votantes tiene su pensamiento crítico y confianza democrática depositada en otros candidatos; en sus opuestos pues.

 

¡Cuidado señores políticos! ¡Cuidado señores gobernantes! A la gente no la engañan. La gente se da cuenta cuando el fraude hace ganar a los detestados y a los que no merecen la representación de las mayorías en las cámaras legislativas. Insisto, el tamaño de las preferencias electorales en favor del puntero, es el tamaño de la estafa que deben cometer los coleros, repudiados y abusivos. ¿Qué opinarán los de Teziutlán a propósito de su Antonio Vázquez?

 

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