Por las entrañas del poder


Jesús Ramos

23/02/2011

 

Despido masivo con sabor a zanahoria, calumnia y difamación


El marcador no fue malo, dos a uno a favor del gobierno; más si tomamos en cuenta que, igual que el América, traía al árbitro de su lado, dígase el Congreso, la prensa poblana no debería sentirse tan mal, sabedora que dio su máximo esfuerzo, mal deberían sentirse nuestros pares de oficio que no siendo solidarios con el gremio distendieron sus carnes y flexionaron sus rodillitas más por miedo que por gozo, más por barbería que por convicción.


En fin, cada quién sus modos. Y sus gustos. La despenalización de la calumnia y la difamación y los ajustes de última hora que se le dieron a la nueva figura del “Daño Moral” muestra que si bien Rafael Moreno Valle y los legisladores locales ganaron el partido, lo hicieron con un marcador apretado y al precio de un alto desgaste público.


La experiencia vivida las dos últimas semanas fue una extraordinaria lección de tolerancia para la prensa, el gobierno e incluso para el Congreso Local. Para la prensa, porque pudorosa y rejega como es se dejó acariciar y manosear –de malas, sin gusto y como sea- si no por el gobierno de manera directa sí por quien sabía era su emisario, Mario Riestra, en los días y noches calurosas de tensión extrema.


Para el gobierno estatal, también fue una lección de aprendizaje, porque en su intolerancia como lo fue con la desaparición de la Secretaría de Cultura, digamos que en este caso fue consecuente por ceder ápices importantes, como tasar el máximo de 185 mil pesos por “Daño Moral”, después de que estuvo al filo de la consideración y conciencia nada fiable de un juez la sanción económica. Se vio pues, sensibilidad.  Y se agradece.


Y para el Congreso del Estado, porque después de la cena de negros donde algunos legisladores lanzaron verbos poco atinados hacia la aludida prensa no teniendo vela en el entierro, ahora sabe que deberá aprender a ser más creativo e inteligente si quiere a futuro defender de forma, digamos, decorosa las iniciativas de su gobernador, sobre todo, cuando su comprensión esté limitada y su ignorancia lo delate abriendo la boca. Véase a Guillero Aréchiga, Mario Riestra, Juan Carlos Espina Von Roerich y el caso más patético y rabioso de Héctor Alonso.


A un diferendo como este se va a ganar o a perder. Y deberíamos saberlo. Perdimos, pero por poquito. Nos ganaron, pero los cansamos. En el gusto como en la satisfacción debe quedar su promesa de que la iniciativa de ley enviada por el Ejecutivo para despenalizar la calumnia y la difamación, tipificar el “Daño Moral” y responsabilizar el derecho de réplica deberá ser perfeccionada y mejorada antes de que concluya el 2011 a través de una ley secundaria, lo que también se agradece, siempre y cuando no le bajen demasiada temperatura al congelador.


Nomás porque vivimos en Puebla, si no, habría que considerar la posibilidad de que todo el alboroto armado con la despenalización de la calumnia y la difamación fue un distractor brillantemente trazado, una zanahoria pues, como las que acostumbran los gobiernos mañosos de otros estados, para que en los días en que se dio la mayor cantidad de despedidos del aparato burocrático estatal –cuantificado en miles- pasara desapercibido para la prensa y para el público en general. Sin embargo esas cosas aquí no ocurren. Ni zanahorias hay…

 



 
 

 

 
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