Por las entrañas del poder


Jesús Ramos

27/06/2011

 

¡Por mi madre!..., bohemios


El enorme desafío de democratizar verdaderamente al PRI, ante la ausencia de un primer priista del estado le quedó grande a su líder Juan Carlos Lastiri. Viéndolo por el lado positivo, la militancia aceptó con resignación perder la gubernatura, pero a cambio se conformó con haber ganado independencia y democracia interna, ajá, como si la enfermedad del dedazo se curara con la penicilina de los buenos deseos.


Se entiende pues que democratizar al PRI local no era tarea fácil ni para Lastiri ni para ningún otro ocupante del cargo, si se toma en cuenta el humor y modo autoritario que imprimió Mario Marín en su sexenio, sin embargo algo debía avanzarse en la consecución de esa autonomía de partido. No olvidemos que durante El marinato, igual que con Luis Echeverría y José López Portillo, una hoja del árbol priista no se movía sin la voluntad del Señor gobernador. Y para allá va el PAN, aunque eso lo analizaremos en otra ocasión.


Ironías de la vida, Marín ya se fue o, al menos, eso parece y el dedazo priista sigue tan saludable como en sus mejores días, el antibiótico de su ausencia física no le hizo daño. Pongamos ejemplos. La semana pasada Lastiri cometió el error garrafal de dialogar en corto con Juan de Dios Bravo Jiménez e Iván Galindo para conminarlos a negociar y establecer acuerdos que permitieran a uno de los dos ascender a la presidencia municipal del PRI.


¿Cómo explicar a los otros nueve aspirantes la generosidad de un proceso interno donde el dirigente estatal ya determinó quién y quién son los finalistas? Si la regla del juego era esa, entonces para qué incentivar el ánimo competitivo de la tropa. No se vale. No se vale jugar con la buena fe de una militancia que vacilante lucha por ponerse de pie para rehacerse de su holocausto.


Siendo objetivos, habría qué ponderar las razones que forzaron a Lastiri a negociar únicamente con Juan de Dios e Iván Galindo el liderazgo de su partido, ignorando al resto. Y si la ponderación no es errónea, entonces se llegaría irremediablemente a la conclusión de que los trece restantes son puro jarabe de pico, es decir, que carecen del músculo político para revitalizar o poner en predicamentos al partido. En otras palabras, son ceros a la izquierda. Ni juntos suman. ¿Será que no valgan nada?


Aterricemos la premisa en la realidad, ¿qué pensará Pablo Fernández del Campo, Blanca Jiménez, Jorge Morales Alducin, Carlos Talavera, Miguel Ángel Ceballos, Francisco Ramos Montaño, Ambrosio Cantú, Claudia Hernández y Gonzalo Amador Juárez Uribe de un Lastiri que hace arreglos en lo oscuro con dos de los 11 bohemios que están en torno de una mesa de cantina?


Creo, yo, que el PRI como el PAN, como cualquier otro partido político no está en condiciones de desairar ni menospreciar a sus cuadros valiosos ni a su tropa ante la proximidad de un 2012 que inició desde 2011 y que siendo inteligente, cualquiera de ellos, llegaría a la conclusión de que la militancia, aunque sea uno, suma o resta, según el caso para fines electorales. La aritmética en los partidos políticos es una variable simple que induce a los extremos de la victoria y la derrota, conocimiento elemental y obligado de un dirigente de partido. Hete en la derrota de 2010 el menosprecio del que hablamos.

 

Ya para concluir, ¿Juan de Dios o Iván?, es un dilema tonto que suena a ¿Zavala o Doger? Pregunto: ¿Si la cosa va por ahí, como parece, quiere decir que el PRI sigue secuestrado por El marinato, en la figura de Lastiri? Vuelvo a preguntar: ¿Qué pasará con las candidaturas a diputados y senadores? ¿Pensará El marinato, vía Lastiri, en negociar directamente con unos pocos desconociendo a los unos muchos? Es lo que parece, si posamos la vista en esos acuerdos de minorías.

 



 
 

 

 
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