Por las entrañas del poder


Jesús Ramos

07/05/2010

La iguana melquiadista masca del lado de Zavala


La decisión de Melquiades Morales de ofrendar en la piedra de los sacrificios su capital político en honor y gracia de Javier López Zavala, éste sábado en el Centro Mexicano Libanés, refrenda de dicho y hecho la lealtad al partido político que lo hizo diputado, senador y gobernador de Puebla: El PRI, con el que está dispuesto a irse a la tumba, ya lo dijo de manera textual. ¡Que nadie se equivoque!, lo suyo no es un acto de contrición, rendición o pleitesía al marinismo, al que vale reiterar nada le debe, sino de congruencia política.


Y en efecto nada le debe, porque cuando el marinismo le arrebató el poder local, por encima de lo que el gobernador en turno hubiese querido –Germán Sierra y Rafael Moreno Valle-, Melquiades ya era Melquiades aquí, allá y hasta allá. Y lo conocía desde Lucerito y Mijares, hasta doña Mago y el rey Juan Carlos de España ¿Le debe pues su fama pública al marinismo? ¡No! ¿Su reputación? ¡Tampoco! ¿El cambio de un billete de cien pesos? ¡De ninguna manera!


Actos tan representativos como el de mañana, donde el melquiadismo ofrecerá su abierto respaldo al zavalismo, exige una porción importantísima de sencillez, otra de humildad, dos de agradecimiento al PRI, cuatro de perdón y tres de congruencia partidista. Sería ingrato de su parte que viendo que su partido lo necesita en momentos de alta competencia como éste, se mantenga estático, indiferente e incluso añorando la derrota de quién lo incubó y lo hizo crecer como político. Él, que es todo pulcritud y decencia.


Melquiades es de una pieza, lo sabemos, como el David de Miguel Ángel, al fin ortodoxo. Que nadie lo toque ni con el pétalo de una rosa porque la mala vibra la repele con la fuerza del respeto, moral y querencia. Y es que si bien, como se ha escrito, ostenta una extraordinaria amistad con Moreno Valle, difícil de refutar, sería irreverente e inmoral que lo prefiriera por encima de López Zavala, a quien incluso le vaticinó que sería gobernador de Puebla el mismo día que Mario Marín lo relevó del cargo.


Oportuno, como lo ha sido en su vida entera, Melquiades no perderá la ocasión de aclarar y puntualizar de qué lado masca la iguana en su preferencia política y de resultado comicial. Por eso mismo, fue que se comunicó personalmente con cada uno de los que lo acompañaron en su mandato para exhortarlos a estar presentes en la comida del sábado en el Centro Mexicano Libanés y a cada uno le dio 50 pases de cortesía para llevar el mismo número de personas. ¿Asistirán todos? ¿Desobedecerán al que fue su jefe y les tendió la mano? Pensarlo, hacerlo…, sería ingrato. Ya se verá y escribirá.


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Felipe Calderón demostró en Puebla ser incapaz de ocultar sus emociones. Si Napoleón viviera, reprobaría su inteligencia de hombre de poder por una razón harto sencilla. Porque la recomendación al gobernante ha sido siempre ocultar su ira y hacer pública su decencia y magnanimidad, aún siendo malo.


Obtener la razón del enojo del presidente de la república en tierras poblanas no es complicado. Un ciego la vería en su necia defensa de la guerra fallida contra el narcotráfico en el mejor de los marcos nacionalistas: La batalla del 5 de mayo, ganada bajo las órdenes y sagacidad del general Ignacio Zaragoza, con quien mal hace Calderón en compararse, por aquello de las distancias y resultados.


Zaragoza perdió menos de mil hombres, pero ganó la batalla, y Calderón en cambio lleva 23 mil muertos y la va perdiendo.


El anexo del razonamiento de su enojo, sería también en lo medular la batalla que pierde en estos momentos frente al gobernador Mario Marín, quien de acuerdo a su rabiosa actitud e inocultable ira, le estaría ganando la partida en la gubernatura, diputaciones y ayuntamientos de las principales ciudades del estado. Si el parte electoral fuese benéfico a su causa, tenga por seguro que Calderón se hubiese reído del mandatario poblano, sentándolo a su lado en la parada militar del 5 de mayo, ¿o no?

 

Autoría intelectual

 

****La idea de anexar a Víctor Manuel Giorgana en la campaña de Javier López Zavala no es mala. Víctor, en sus afanes de ser candidato a la presidencia hizo eventos proselitistas importantes, lo que evidenció su grueso capital político en la ciudad. Todo suma. Giorgana suma a la causa zavalista y monterista. Nada sobra.

 



 
 

 

 
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