Por las entrañas del poder


Jesús Ramos

13/01/2012

 

Ver a Arango con ojos de 2012 es tener la vista cansada


Cada quien para lo que sirve. Mario Marín sirvió a Enrique Peña Nieto para desacreditarlo y tumbarle algunos adeptos. Sin embargo, como dicen los científicos, también lo malo es útil, por ejemplo, el uso que le dará Rafael Moreno Valle a su veneno en el primer informe de gobierno, con la detención de José Alfredo Arango, engrandecerá su gestión en el rubro de aplicación de la justicia.


El veneno de la víbora de cascabel mata a una persona en cuestión de horas. Es letal y mortífero. Pero bien empleado por la ciencia lo transforma en el antídoto celestial contra la mordedura de ese reptil. Lo mismo ocurre aquí, el veneno de Marín fue ponzoñoso para Peña Nieto pero, en cambio, será benéfico para Moreno Valle con la diferencia del uso y del tratamiento.


Arango como David Villa Issa y Gerardo Pérez Salazar (prospectos a vestir de rayas), entre otros, tienen el fierro de la casa Marín quemado en la piel. Y, como las vacas, ni cómo quitárselo. Por lo tanto, encarcelar a cualquiera de ellos implica de alguna manera asestar golpes indirectos a Marín; cuidando las formas pues (y los acuerdos). Se vale.


En lo personal me parece que el ajuste a Arango viene bien al nuevo gobierno y a los poblanos que, en silencio, claman justicia por un sexenio plagado de excesos e intolerancias. Si lo de Arango fue un blof de marketing o un asunto político es competencia de la justicia, no de nosotros. Después de todo, pregúntese usted mismo: ¿qué escapa a lo político y a lo marketiniano en este país? Ni Sabritas ni la Coca Cola.


Ver el asunto de Arango solo con los ojos de las elecciones de 2012 es tener vista cansada. En Arango debe verse a un hombre que se hizo groseramente rico a su paso fugaz por la función pública. Ejemplo social en negativo. Y claro que merece castigo si se demuestra que le metió la mano al cajón.


En Arango también debe verse a un tipo útil para engrandecer el funcionamiento justiciero de una administración estatal joven y ganosa de acciones heroicas, como también una moneda de cambio para el propio Marín. Si fue moneda de cambio del ex gobernador habría que proyectar: ¿Con cuántas otras contará El precioso? ¿Y quiénes serán las otras monedas de cambio? Si fue heroico y justiciero merece insignia.

 

La manera de ver el caso Arango invita también a reflexionar la razón de por qué fue tan cerca del primer informe y tan lejos del inicio de la administración estatal. Haiga sido como haiga sido, dijera Calderón, ojalá sea el hilo que jale del lago de los excesos al pez gordo que todos esperan, a Marín. Aunque yo, la verdad, dudo que lo pesquen.

 



 
 

 

 
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