Freakonomics


Stephen J. Dubner y Steven D. Levitt / NY Times


¿Cuándo se puede informar a los niños acerca de 'cosas malas'?


En fecha reciente tuve algunos problemas en mi hogar, debido a una foto que apareció en la primera plana de The New York Times. La foto mostraba a un infante en Zimbabue con yesos en ambos pies. La leyenda de la foto decía que al niño le había quebrado las piernas un matón simpatizante del presidente de Zimbabue Robert Mugabe. Al parecer, el matón había estado buscando al padre del niño, un partidario de la oposición, y al no encontrarlo, decidió acometer al niño.


Yo había estado leyendo el diario en la cocina cuando mis chicos aparecieron, tras levantarse de la cama. Enseguida me preguntaron sobre la fotografía. (Ellos tiene siete y seis años de edad). Así que les dije que Zimbabue no se parece a los Estados Unidos, donde usted puede votar por cualquiera que desee. También les dije que, de acuerdo a la información obtenida, los malvados que apoyaban al presidente querían golpear al padre del bebé, pero como no pudieron encontrarlo, decidieron castigar al bebé.


Algunas horas más tarde, uno de mis hijos me denunció, contándole a mi esposa lo que había dicho sobre el bebé del periódico. Ella me miró como si yo hubiese perdido el sentido. ¿Por qué demonios les había dicho la verdad sobre algo tan espantoso?


Mis excusas fueron poco convincentes. Argüí que tal vez cuando formulé esos comentarios todavía me hallaba adormilado. También le recordé a mi esposa que uno de los chicos es un buen lector y debía haberlo leído por cuenta propia. Y por último, me disculpé diciendo que había intentado contextualizar la brutalidad con una pequeña lección cívica sobre el derecho a votar. Pero en su mayor parte, tuve que aceptar las críticas de mi esposa. Esta historia hubiera sido mejor no comentarla.


La peor parte es que la historia ni siquiera era cierta. Algunos días más tarde, The New York Times publicó una nota de los editores explicando que el bebé no había sido golpeado por los matones de Mugabe. El niño tenía los pies enyesados porque sus pies eran deformes. Su madre mintió porque quería que el fotógrafo ayudara a su hijo. Una mentira noble, tal vez, pero de todos modos una mentira. Y entre tanto, ya había dicho lo que consideraba una noble verdad cuando tal vez hubiera sido mejor decir una mentira. ¿O eso no hubiera sido honesto?


Esto me hizo pensar cuándo (y cómo) decirle a los chicos acerca de "las malas cosas" que ocurren en el mundo.


Recién ahora comenzamos a hablar en nuestra casa sobre los ataques del 11 de septiembre, y en términos muy cuidadosos. Y eso, en gran medida, porque el ataque a las Torres Gemelas ocurrió a escasos kilómetros de donde vivimos. También discutimos un poco lo de Hitler, pero llegamos al tema por la puerta trasera. Hablamos de algunos libros sobre el corredor Jesse Owens y los Juegos Olímpicos de 1936. Eso permite fácilmente a los padres marcar a Hitler como un hombre malo, malo, sin confrontar los más grandes horrores de los nazis.


También cubrimos en cierto grado la Segunda Guerra Mundial, en la medida en que los dos abuelos de los chicos combatieron en ella, pero en su mayor parte hemos evitado hasta ahora el genocidio —nuevamente, porque somos judíos y está más cerca de nuestro hogar. Pero, ¿es una buena estrategia evitar esos temas? Y si lo es, ¿hasta qué edad? ¿Qué ocurre cuando un chico se empieza a enterar por su cuenta de todas estas cosas? ¿Se siente traicionado por sus padres, o tal vez más zarandeado de lo que había sido en caso de recibir una explicación directa?


Artículos publicados por la Academia de Pediatría de Estados Unidos y por la Fundación Nemours aconsejan hablar con los niños sobre esos tópicos cuando tienen alrededor de siete u ocho años de edad. Es cuando comienzan a entender que las imágenes que ven (guerra, crimen, etcétera) son reales y pueden afectar sus propias vidas. Como lo informa la fundación Nemours en su portal de Internet Kidshealth.org: un informe sobre desastres naturales, secuestros de niños, homicidios, ataques terroristas, y violencia en la escuela puede enseñar a los niños a ver el mundo como un lugar confuso, amenazante y hostil. ¿Cómo puede usted manejarse con estas inquietantes historias e imágenes? Hablar con sus chicos sobre lo que ellos ven o escuchan los ayudará a poner una información atemorizante en un contexto razonable.


Hace unos pocos días, mi familia retornó a casa luego de un fin de semana largo. Alguien en nuestro edificio había colocado un artículo de un periódico local sobre un ladrón que había estado atacando en nuestro vecindario. Mientras mi esposa estaba leyéndolo cuidadosamente, yo me aproximé detrás de ella e involuntariamente dije "Yikes," lo que impulsó a mi hijo a mirar el recorte.


"Papá, ¿qué es un ladrón?", preguntó. Nuevamente incapaz de mentir, le ofrecí una versión suavizada de la verdad. A pesar de eso, esa noche mi hijo tuvo miedo de ir a dormir.


Pero obviamente, los niños necesitan enterarse de las realidades del mundo. Y creo que los padres son los seres más adecuados para enseñarles sobre ellas. Estas guías de Talkingwithkids.org para "hablar con los chicos sobre temas difíciles" me parecieron bastante sensatas. Por ejemplo:


Una preocupación del niño: Los niños pueden estar preocupados de que la mamá o el papá vayan al trabajo. Los niños pueden estar pensando, ¿la oficina de papá o mamá explotará? O si sus padres viajan en avión, los niños pueden pensar: ¿será secuestrado el avión?


Respuesta: Asegure a sus hijos que este tipo de actos violentos casi nunca ocurren en Estados Unidos. Para todos nosotros es espantoso, pero la mayoría de las personas están a salvo y continuarán estando a salvo.


Advierto que esta discusión completa es, a su modo, un completo lujo. Cualquier familia que mantiene una conversación sobre cómo proteger a sus hijos de los efectos secundarios de las tragedias es porque no está en el medio de una tragedia. El bebé en Zimbabue del cual hablamos al principio tiene un montón de problemas, ya sea que esté sufriendo de pies deformes, o porque es golpeado. Es imposible perder la perspectiva sobre esta realidad.


También advierto que no he proporcionado casi ninguna respuesta valiosa a aquellas preguntas que plantee. Pero como padre, estoy tratando de arreglarme tal como puedo. Estoy muy interesado en escuchar las ideas de los lectores, sus experiencias y estrategias en relación a este tema.

 

 (Traducción de Mario Szichman)

    

Columnas Anteriores


 
 

 

 
Todos los Columnistas