GAMBITO POLITICO


Alejandro Chacón Morales

30/06/2009

El mensaje de Enrique Agüera


Más que un discurso sencillo y sin mayores complicaciones, el emitido por el Rector de la BUAP en el Día de la Mujer Universitaria se convirtió en un indicio político que hoy, en medio de la estridencia electoral, puede interpretarse como una especie de “señal” en el proceso de sucesión gubernamental.


Como muchos estudiosos de Sistema Político Mexicano comentan (entre ellos Daniel Cosío Villegas y Roderic Ai Camp), cada una de las disertaciones públicas efectuadas por los líderes institucionales tienen una clara intención: Enviar mensajes con propósitos perfectamente definidos. 


Ello lo observamos con frecuencia cuando se realizan eventos de gran relevancia y en fechas de contenido histórico, o qué decir de los momentos clave en los que la coyuntura política se encuentra en alguno de sus puntos más álgidos.


Por ello el mensaje del Rector cobra suma importancia hoy que el proceso electoral federal se encuentra a la vuelta de la esquina y que éste, sin duda alguna, marcará la pauta para iniciar la carrera por la gubernatura.


Ahora bien, cierto es que el “jerarca” de la máxima casa de estudios es un personaje con peso específico en el entorno local, y que su influencia despierta el interés de no pocos políticos por el simple hecho de ser considerado uno de los posibles sucesores del gobernador.


Es tal su presencia y posicionamiento mediático y social que hoy no se concibe un escenario o un análisis político sin tomar en cuenta lo que dice, hace o piensa, por ello sus palabras encuentran eco constantemente en los espacios informativos y en una gran cantidad de columnas periodísticas.


De la misma manera, es de muchos conocido que el Rector mantiene un estrecho vínculo con quien despacha en Casa Aguayo. Más aún, que muchas de sus acciones y declaraciones —la mayoría de las veces— son cristalizadas no sin antes tener el visto bueno, la opinión o la sugerencia de su amigo. Lo contrario constituiría un gesto descortés.


Sin intención de herir susceptibilidades, podría decirse que ambos han encontrado la manera de compartir ideas, ideales e ideologías como si se tratase de un sólo ente: Si alguien intentara encontrar diferencias seguramente se confundiría, y quizá hasta evocaría el final de la alucinante historia contada por George Orwell en La Rebelión de la Granja.


Es entonces que el binomio entre academia y poder (o poder y academia, como quiera leerse) se cohesiona, se expande y se nutre de catarsis permanente para conformar un núcleo casi indestructible regido por una simbiosis: Lo uno no puede vivir —o actuar— sin lo otro.


Cuántas veces no hemos leído o escuchado las alusiones positivas de quien hoy se ha enfundado en el traje de Gran Elector hacia su leal camarada el Rector. En igual número de ocasiones hemos visto que éste se esmera, en un acto de reciprocidad, por regresar presto el halago; y así ad infinitum hasta caer en el hartazgo y en el mundo de las adulaciones excesivas, incluso de la “elefantiasis verbal”.


Desde esta perspectiva, podría pensarse que los discursos son homogéneos y que buscan el mismo propósito político: Lanzar códigos y mensajes cifrados, generar desconcierto y jugar con la paciencia e inteligencia de los aspirantes al gobierno del estado.


Al menos esto es lo que puede leerse en la perorata desplegada por el jefe de la máxima casa de estudios frente a cientos de mujeres universitarias el pasado 16 de junio en el Complejo Cultural


Universitario, y que a continuación reproduzco de acuerdo con lo publicado en la prensa escrita:


“…En las instituciones el género no es una condicionante para desempeñar una función directiva (sic), nuestras trabajadoras están listas para dirigir en cualquier espacio; hoy hay muchas mujeres que están preparadas para ser rectoras (resic), no digo nombres porque pudiera parecer un mensaje, pero un buen número de mujeres cuenta con el talento para ocupar este cargo (recontrasic)…”


Aparentemente las palabras del Rector resultan inofensivas y hasta generosas. Es más, los medios de comunicación encontraron el cabezal perfecto para la nota periodística: “La BUAP está lista para que la dirija una mujer”.


Sin embargo, del mensaje pronunciado por quien hoy decide los destinos de decenas de miles de universitarios se desprenden preguntas que hoy son ineluctables: ¿Qué quiso decir el Rector? ¿Se dio cuenta del escenario, del momento y de las personas con quien realizaba el comentario? ¿Cómo tomar el mensaje si se trasladase al ámbito político y con la voz de otro personaje? ¿Si la universidad está lista para una mujer…lo estaría también el estado?


Ahora bien, qué tan significativo —o tendencioso— puede ser un discurso si pudiésemos cambiar de escenario, de contexto, de personaje y de voz. Realicemos pues el ejercicio.


“…En las instituciones el género no es una condicionante para desempeñar una función gubernamental, nuestras trabajadoras están listas para dirigir en cualquier espacio; hoy hay muchas mujeres que están preparadas para ser gobernadoras, no digo nombres porque pudiera parecer un mensaje, pero un buen número de mujeres cuenta con el talento para ocupar este cargo…”.


Como puede notarse, dos simples palabras pueden cambiar el sentido de todo un discurso, y en ese contexto el mensaje emitido por el Rector se convierte en todo un galimatías.


Las preguntas centrales son, entonces, las siguientes: ¿Hubo línea para emitir tal declaración? ¿Pensará lo mismo el Gran Elector en el plano estatal si tanto él como el Rector comparten ideas similares? ¿O de plano el académico incurrió en un lapsus frente a los “visitantes”? Las respuestas son todo un misterio en este gran juego de ajedrez.


Quizá los dichos del “todopoderoso” en la BUAP representen una “señal”, un memorándum dirigido hacia destinatarios diversos, un mensaje cifrado para quien quiera entenderlo… incluso un espaldarazo.


Quizá, por el contrario, las declaraciones sean tan simples que cayeron en el campo de la ligereza. Empero, como dicen algunos periodistas y personajes públicos: “En política no existen casualidades”, por ello resulta incierto el contenido central del mensaje agüerista.


Dicen los estudiosos que el discurso siempre debe tener un cálculo político, y en ese tenor creo que el Rector, inteligente como pocos, tenía bien medido el escenario, la circunstancia y el alcance de sus palabras, mucho más después de realizarlas frente a sus invitados de honor. Si no lo hizo entonces se trató de un acto irreflexivo, de un mal cálculo, pues.


El mensaje emitido ese día se convierte, hoy, en un perfecto “gambito”. Ojalá que las palabras del Rector no repercutan en el movimiento de sus piezas y queden “clavadas” permanentemente en la partida final.

 

Jaque mate

 

Nobleza obliga: Quiero agradecer profundamente al periodista Arturo Rueda por permitirme escribir en este diario y por darle voz a un sector que muy pocas veces es tomado en cuenta por la prensa: El académico. Enhorabuena por hacer valer la libertad de expresión.

 



 
 

 

 
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