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Genio y figura
Gaby Vargas
Pasión por lo que haces
Cuando uno cree saber mucho —o, por lo menos, haber leído mucho—, llega siempre el trancazo que nos sitúa y, con él, el asombro. Leer el libro A new earth, de Eckhart Tolle, me ha dejado con la boca abierta de principio a fin. La facilidad que tiene para ordenar en palabras conceptos tan profundos y abstractos, otrora existentes sólo a nivel intuitivo, es pasmante. He tenido que leerlo y releerlo con la esperanza de absorber un poco de la sabiduría de su contenido.
Lo que más me gustó, es el concepto de las tres maneras en que podemos tomar conciencia al alinear nuestra vida con lo que hacemos: 1) Aceptar lo que tenemos que hacer. 2) Gozar el momento presente, aquello que hacemos, para vivir una vida con mejor calidad. “El gusto no viene de lo que haces, fluye desde lo profundo en ti hacia lo que haces y, por ende, al mundo”. 3) Entusiasmo.
En relación a este último aspecto, Eckhart escribe: “Entusiasmo significa que hay, además del profundo gozo por lo que haces, un elemento adicional, un objetivo, una visión por la que trabajar. Cuando le agregas una meta al gozo, la energía o frecuencia vibracional cambia (…) Te sientes como una flecha que se dirige hacia el objetivo y disfrutas el viaje.”
Comenta que, para el observador, podría parecer que padecemos estrés, sin embargo, no tiene nada que ver con esto. El estrés, en realidad, llega cuando nos enfocamos exclusivamente en la meta sin disfrutar el proceso. ¿Te suena familiar?
Además, cuando éste aparece significa que el ego ya nos atrapó. Es decir, sólo veo mi beneficio sin trascender en nada ni en nadie. Y el estrés siempre va a disminuir la calidad y la efectividad de lo que hacemos. Es tóxico para el cuerpo debido a la ansiedad y la ira que lo acompañan.
En cambio, el entusiasmo tiene una frecuencia o energía que hace resonancia con el poder creativo del universo. La palabra entusiasmo viene del griego en y theos, que quiere decir “tener a un dios dentro de nosotros”. Me encanta leer que gracias al entusiasmo sientes que no haces las cosas solo, porque un dios te acompaña. ¿No es precioso? De hecho, no podemos hacer nada solos.
El entusiasmo le da un gran empoderamiento a lo que hacemos. A diferencia de lo que significa hacer las cosas movidos por el ego —que siempre trata de tomar algo de alguien—, el entusiasmo incluye, no excluye. Da de su propia abundancia. No confronta a nadie y no crea ganadores ni perdedores. No “quiere” nada, porque no le falta nada.
Cuando el entusiasmo encuentra obstáculos en forma de situaciones adversas o personas poco cooperativas, nunca ataca, sino que les da la vuelta, los evade. Y es el poder de transferir un plan en la mente a la dimensión física.
Por eso me gusta esta frase que subrayé dos veces: “El entusiasmo y el ego no pueden coexistir. Uno implica la ausencia del otro.”
Es importante, nos dice Tolle, que nos aseguremos de que la visión o meta que tengamos, no tenga nada que ver con una imagen inflada de nosotros, o con tener esto o aquello, como una casa en el mar, o diez millones de dólares en el banco.
En cambio, hay que asegurarnos de que el objetivo apunte hacia una actividad que nos conecte con otros seres humanos y con la trascendencia. Con inspirar a los demás con nuestro trabajo, lo que enriquece no sólo nuestra vida, sino la vida de muchos más.
Para resumir: “El gozo por lo que haces, combinado con tu trabajo hacia una visión, es lo que se convierte en entusiasmo”. Es decir, cuando un dios decide bajar y habitarnos por un tiempo…
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