Inteligencia Financiera


Guillermo Barba

21/01/2011

SOLUCIÓN A LA CRISIS: ¿ACOSTUMBRARSE A NO COMER?


Dice un viejo refrán que “a todo se acostumbra uno, menos a no comer”, y con razón. La semana pasada abordamos la amenaza mayúscula a la supervivencia de millones de personas, que representa el alza en los precios de los alimentos (http://bit.ly/i4APCs), un fiel indicador de la devaluación que sufre nuestro dinero. Asimismo, comentamos que el índice con el que la FAO mide estos precios, se encontraba ya en niveles máximos históricos. En esta ocasión, presentamos las gráficas que ilustran el comportamiento de dicho índice (www.fao.org).


Como puede notarse, en 2008 se tocó una cúspide que culminó una racha iniciada a finales de 2006. Fueron noticia los saqueos en Haití, las filas interminables y peleas campales por el pan en Egipto, así como toda clase de disturbios y protestas que significaron una verdadera bomba social para muchas naciones. Sólo la inminencia del estallido de la crisis financiera mundial, pudo aligerar la presión existente de forma temporal, pero como es evidente, la tendencia de largo plazo se retomó a partir de 2009.


Ese nuevo estallido en precios, se aceleró a partir de junio del año pasado. Y no es para menos. En aquel momento, los indicadores que marcaban una desaceleración del ritmo de “recuperación” de la economía, hizo que sólo fuera cuestión de tiempo para que gobiernos y bancos centrales echaran para adelante nuevas rondas de estímulos fiscales y monetarios. Estas herramientas macroeconómicas fueron (y seguirán siendo) el detonante de esta nueva racha que luce imparable.


Es interesante ver cómo el índice de la FAO anticipó con certeza que esto ocurriría, marcando un punto de inflexión a partir del cual la subida tomaría mayor velocidad. Ese quiebre ocurrió hacia junio de 2010, dos meses antes de que Ben Bernanke, presidente del Banco Central estadounidense, insinuara la siguiente ronda de “relajamiento cuantitativo” (QE2) que se concretaría hasta noviembre. Así, 2010 concluyó imponiendo nuevas marcas.


Hoy, las manifestaciones que se apagaron en 2008, vuelven a surgir en países tan lejanos como Jordania, Argelia y Túnez, pero también a la vuelta de la esquina en diversas entidades de la república. Y es que a los factores monetarios, se suman otros como el cambio climático, el agotamiento del petróleo, la pérdida de cosechas, la demanda creciente y la reducción de inventarios, que predisponen el incremento de precios.


Por lo que hace los dos primeros, la búsqueda de fuentes alternativas de energía como los famosos biocombustibles, ha conducido a que cada día más extensiones de tierra se destinen a la siembra de maíz y caña de azúcar, por ejemplo, para producirlos. Se estima que E.U., empleará casi 40 por ciento de su cosecha de maíz para producir etanol. Sí, se encuentra una solución al problema de los combustibles fósiles, pero se agrava otro: el del hambre. ¿Valdrá la pena?


Por si fuese poco, el surgimiento de nuevas y crecientes clases medias en poderosos países en vías de desarrollo como China y otros asiáticos, propicia que aquellos que por primera vez pueden adquirir carne, leche, huevos, etc. puedan expandir su consumo para la satisfacción de sus necesidades alimenticias. Ellos, los acreedores del mundo, paso a paso comenzarán a ejercer su poder de compra, con el consecuente efecto inflacionario en productos agropecuarios: las leyes del mercado en plena acción. No podemos soslayar que Asia, es el continente más poblado de la Tierra.


Finalmente, preocupa que los inventarios de productos básicos como el maíz y la soya entre otros, se ubiquen en mínimos de 15 y 30 años cada uno. Por su lado, el Fondo Monetario Internacional ha confirmado que los precios de maíz, trigo, arroz, soya y avena se mantienen en máximos de seis meses. El trigo destaca pues logró subir 94 por ciento en sólo un semestre, de acuerdo a sus cifras.


Ahora bien, lo que sin duda es un diluvio perfecto en materia alimentaria, representa también oportunidades que, de aprovecharlas, podrían traernos beneficios económicos muy importantes en el largo plazo. Para ello, no obstante, se requieren cantidades enormes de inversión en el campo, que primero, doten a México de la soberanía alimentaria de la que carece, y luego, le permitan diversificar sus exportaciones y mercados. Hoy más que nunca voltear más al lejano Oriente y menos al Norte debe ser una prioridad, pues por desgracia la alternativa de acostumbrarse a no comer, seguirá siendo por siempre, una pésima idea.

memob@hotmail.com

 



 
 

 

 
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