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Lector de Pruebas


Gerardo Lino


LIBRO DEL FRACASO, VII

 

¿Por qué a los que caen no se les elogia?


Estaríamos aplaudiéndonos a cada paso, en vez de reírnos.


De hecho la risa viene de un impulso animal.


Más, ante el que tropieza.


Como el parpadeo para humedecer los cristalinos.


O para evitar que se queme la retina con el sol.


Sí, pero ¿por qué no se les reconoce...


Bueno, podrías fundar una sociedad protectora de los fiascos.


...por lo menos que tuvieron los arrestos para arriesgarse?


Presidente honorario: La Campamocha.


Acuérdense del ladrón: no es cosa de risa que lo cachen.


Pero nos reímos por instinto.


Nuestro animal no quiere que otros sean.


Quisiéramos ser nosotros, aunque no nos arriesgamos.


“¡Ustedes, ahí aplastados en sus bancas!”


Bueno, pero ¿por qué antiguo...


Una lluvia de yaes con zapes a discreción apabullaron a Menandro, incipiente filósofo. Cretens y yo, en medio de la pamba, contribuyendo con nuestros manotazos y voces, nos miramos con un poco de pena: por el zoquete que se atrevió a poner esas preguntas ante todos; pena, por una vaga sensación de cobardía que no atinábamos a distinguir. De pronto nos dimos cuenta de que el profesor Manzur no había abierto la boca.


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“Es más fácil hacer un mal poema que una mala novela; sólo porque es más rápido.


Lo contrario es todo lo contrario: ni es más difícil una forma que otra per se ni necesariamente se lleva menos o más tiempo su ejecución.


Depende del control de los materiales; del conocimiento de las palabras; de la imagen originaria; de la idea.


’Y no se trata de energía sino de tener confianza’ —un personaje de Celebrity, de Woody Allen.


Confianza y tiempo.


No importa si vas a morirte al rato.


No importa que las necesidades te agobien.


No importa si las cosas te estorban o si alguien te chupa el seso.


A un lado con todo eso: bien por lo que está torcido, por la falta, por lo amargo. No vomites: aguanta y ponte a escribir como si fueras libre del tiempo, de la confianza en el tiempo: eso que te aqueja es tu tema y bien puedes reírte de tu desdicha. Fácil — Difícil —Tampoco vuelvas eso una disquisición.”


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Ese pescado — dulces hierbas — agua salobre — humo — dulce — brasas — sal — carne de hondo gris — oscuro — licor — delicuescente — oscuro como el coágulo — dulce derretido — lengua dispuesta al aire — cuerpo en espera de la gota que se desprenda — se llama Badenfindung — olfato — se desliza mientras comienza el baile — nos comimos al dios — al más secreto de los oscuros denostados — carne prohibida — de la memoria — iniciaciones  — brasas — a la orilla — humo — del abismo — aire oscuro — sube — el humo uncial — suben los arrestos — el impulso postremo — empuja — del más olvidado de los dioses — de la lengua — al tacto sibilítico — agua — anémonas — ascienden — al pelaje anemónico — de las fosas abisales — fósforo — coágulo — resplandores incoados — Badenfindung — el dios — el dulzor en acre — el penetrante — el sutil — nunca tocado — abajo — la memoria — del olfato — asciende el pez — rodea la piel — la pez — salobre — hierbas escocidas — brasas — hondo gris — más gris — licor de los arrestos — lengua dispuesta — sibila — garganta agitata — lo recibes uncial — se derrite — fosforece — penetra — se desliza — fosas — palatal — baila —


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La fogata estaba a punto de apagarse. Pavesas flotantes era lo único que se podía ver. Ni siquiera arriba: noche cerrada. Podían oírse con toda claridad los murmullos de los dormidos, alguna queja, un resoplido brusco. Habíamos acampado en las faldas de la Peña de Bernal, a eso de las siete de la tarde. Estábamos agotados, no tanto por la caminata, sino porque un cantante, cuyo nombre ignoro —llamémosle Perico de los Palotes—, se había dado vuelo mostrándonos su repertorio sin tomar en cuenta que en la madrugada comenzaríamos el ascenso, según le dijimos. No sabíamos de dónde había llegado, con su guitarra y un portafolios repleto de letras. Solo nos dijo que había hecho el viaje hasta ahí porque era “la única peña en donde no he tocado”. En serio.


 

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