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Opinión
José Ramón López Rubí Calderón*
De política y Ciencia Política
Dentro de las ciencias sociales, la Ciencia Política como tal es una disciplina joven que generalmente se debe a y corre a la par de la democracia realmente existente (procedimental). Pero su juventud no se traduce necesariamente, a escala internacional, en frescura y vigor. La actividad politológica, al igual que la política, presenta variaciones en función del contexto en el que se lleva a cabo. No hay homogeneidad o uniformidad algunas. Así, en algunos países la Ciencia Política está perfectamente establecida, en otros está echando raíces y en otros más no termina de abrirse paso. Pero también encontramos lugares en los que la firmeza profesional de la politología no está correlacionada con el pluralismo teórico-metodológico, la autocrítica y el debate auténtico. Al menos no fuertemente. En estos lugares hay vigor pero prácticamente no hay frescura. En otros casos, la intención de reconocer, explorar y explotar la pluralidad de enfoques y herramientas de análisis disponibles, así como de confrontar abiertamente ideas y conclusiones, no ha tenido concreción profesional, no ha cuajado como componente efectivo de la realidad académica -la cual, por lo demás, no significaría las mejores condiciones para ello. En estos lugares hay cierto grado de frescura pero no hay gran vigor. ¿Qué pasa en México? Desde mi perspectiva, esto: impulsada por el proceso de democratización gradual –y desigual- del país, especialmente a partir del final de la década de los ochenta, la Ciencia Política se abrió paso y está echando raíces (el número de licenciaturas, revistas y eventos académicos va en aumento), pero con marcados rasgos particulares debidos a nuestra composición geográfica, económica y político-institucional: asimetría regional intensa y descentralización –o, si se quiere, federalización- precaria. El Distrito Federal sigue siendo el sol del sistema politológico mexicano. Y, paradójicamente, es un sol cuyos rayos no tienen mucho alcance. Preguntémonos cuántas publicaciones especializadas tienen una circulación verdaderamente nacional. Desde ya la respuesta: ninguna. De hecho, la gran mayoría no está siquiera a la mano en las bibliotecas de ciencias sociales de las universidades de los estados. De esta suerte, la preparación y/o actualización de recursos humanos provinciales –que no provincianos- queda en entredicho. Con los costos de mediano plazo que ello implica. Asimismo, en este país resulta evidente la falta de discusión honesta, constante y seria, la polarización (por un lado, los que sólo quieren seguir las modas y tendencias de base norteamericana; por otro, los que se limitan a denostar a aquéllos) y la debilidad de la vocación comparativa (esto sí, provincianismo). Bajo estas circunstancias, la formación de politólogos a nivel nacional no lleva las de ganar. Mas no por eso hay que renunciar. Al contrario: por eso hay que renovar el compromiso con el desarrollo de nuestra disciplina y redoblar esfuerzos. La clave –creo yo- está en la educación de licenciatura.
El libro Política y Ciencia Política en Dieter Nohlen (BUAP, 2007), que he coordinado y rinde un merecido homenaje al Profesor Emérito de la Universidad de Heidelberg, pretende insertarse como mecanismo –en el sentido de medio práctico- en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Ciencia Política. Esto es: por medio del trabajo de Nohlen, ayudar a los profesores a introducir correctamente a los estudiantes a su carrera y a éstos, ayudarlos a pensar y aprender. Además, el libro sirve como punto de referencia para diseñar y realizar investigaciones.
Ahora bien, ¿por qué Nohlen? Porque sus aportes a la Ciencia Política, tanto en términos de docencia y difusión como de investigación y propuesta, son notables. Menciono algunos: el “institucionalismo contextualizado”, es decir, la recuperación de los factores contextuales como elementos del análisis institucional; el mejor estudio de los sistemas electorales alrededor del mundo (como lo ha reconocido Giovanni Sartori); el proyecto “Elections Worldwide”, el cual supone la recolección y edición de todos los datos electorales de los cinco continentes; el esclarecimiento del debate latinoamericano presidencialismo vs. parlamentarismo; entre otros. También porque es un comparativista preocupado por el desarrollo de la disciplina experto en América Latina (a la que ve con la lente del científico social, no con los anteojos del individuo europeo). Y lo que urge inculcar a los estudiantes de la región es una visión comparativa que les permita ver mejor, con más claridad y profundidad, la realidad de su propio país.
***Los colaboradores del libro son Richard Ortiz Ortiz (politólogo ecuatoriano doctorado en Ciencia Política en Heidelberg), José Reynoso Núñez (funcionario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, también doctorado con Nohlen), Claudia Zilla (investigadora argentina de la Fundación Ciencia y Política, de Berlín), Matthias Catón (Programme Officer del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, con sede en Estocolmo), Liliana De Riz (Profesora de la Universidad de Buenos Aires), Mario Fernández (Juez del Tribunal Constitucional de la República de Chile, miembro del gabinete del ex presidente Ricardo Lagos) y el mismo Nohlen. El exordio es de Héctor Fix-Zamudio (Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y Doctor Honoris Causa por la BUAP).
*** Donde sea, los políticos antidemocráticos e irracionales son aquellos que, entre otras cosas, mandan hipócritamente a bajos, desprestigiados y profesionalmente irrelevantes imbéciles sin ética a intentar (subrayo: intentar) atacar a los críticos serios e independientes que lo son con datos y argumentos. Esos imbéciles no sólo fracasan estrepitosamente, como no podía ser de otra manera (los hechos se imponen). Hacen reír y dan lástima. Pero también, por su parte, esos políticos confirman (im)personalmente tanto la imposibilidad de refutar lo que los críticos sostienen como, precisamente, su carácter antidemocrático e irracional. Se pintan y vuelven a pintar de cuerpo entero. Algo así como un Vicente Fox que, señalado e investigado por enriquecerse en (con) un cargo público, decidiera aparecer de nuevo en la revista Quién posando junto a la insufrible Marthita en las partes de su rancho postpresidencial que no hayamos visto. Queda claro que así no acallaría la crítica. De hecho, la justificaría y alimentaría. Más leña al fuego.
En sintonía, por ello sentenciaba certeramente Massimo D’Azeglio: “para un gobierno injusto, es más nocivo un mártir que un rebelde”. Casos sobran.
* Director de la revista académica Estudios de Política y Sociedad y miembro del Consejo Editorial de la revista cultural Replicante
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