Matrioshki


Nadina


Las Poblanas Calientes


Fui a una fiesta swinger en Puebla. Me habían dicho que los poblanos eran demasiado cautelosos pero ya veo que no necesariamente es así.


Todo empezó cuando mi novio búlgaro me dijo que me habían contratado para una fiesta privada con parejas.


-¿Vas a ir? –le pregunté.


-Te quieren a ti, no a mí –me respondió.


Y así fue. Desde que llegué a un fraccionamiento llamado Lomas de Angelópolis supe que eso iba a estar muy divertido pues las esposas de los señores encorbatados no dejaban de mirarme y murmurar, sobre todo una que se veía muy distinguida, guapa y cirujeada.


Me acerqué a todos y los saludé de beso en la boca, en particular a las señoras, y sobre todo a la señora que describí antes. Ella me tocó el culo y me dijo algo así como “mamacita”.


Los tragos empezaron a correr y todas querían tocarme el culo y las tetas. Los señores, muy modernos, sólo reían de las ocurrencias de sus esposas. Cuando las copas subieron de tono, y las señoras, de calor, un señor muy elegante, esposo de la señora Culo, se acercó a mí y me dijo que si aceptaba ir con ellos a una habitación.


Así lo hicimos y créanme que todo se dio de maravilla, sobre todo con ella, pues el hombre sólo se limitó a vernos coger mientras se masturbaba. Eso sí, cuando estaba por venirse nos pidió que acercáramos los rostros a su pene. Entonces se vino con una mueca de dolor en el rostro. Lo curioso es que en lugar de salir un semen espumoso y gratificante, salió algo parecido a una gota de almidón que pronto se deshizo en el piso.


La señora Culo, mientras tanto, lamía mi clítoris sin mucha experiencia y tuve que enseñarle como hacerlo. Para entonces, el señor Culo se había retirado de la habitación y con seguridad platicaba escenas de sexo inexistente a los demás invitados.


Yo, mientras tanto, hacía venir a su elegante esposa entre gritos, jadeos y espasmos.


Hoy me queda muy claro que amo a los poblanos, sí, pero más a sus esposas.


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