Matrioshki


Nadina


Sólo para Adultos


Aunque tengo a mi noviecito de planta desde hace más de tres años, me resulta verdaderamente excitante andar por ahí de puta.


Él es un buen muchacho, todos en su trabajo lo quieren y lo valoran, pero en su vida personal, la única que le falla soy yo.


El otro día, como muchos más que han sucedido en estos tres años, me fui a coger con un judicial.


Me parecía una experiencia excitante, hacerlo con un hombre alto, moreno, fornido, pero sobre todo, armado con revolver y con esas esposas tan sexys que le colgaban de la parte trasera del pantalón.


Primero fuimos a un botanero  barato, de esos a los que acostumbro ir con mis colegas. Nos chupamos dos chelitas solamente, porque aunque soy muy segura de mi misma, me angustia terriblemente tener esta panza.


Ya pa’l desempance pedimos un pomito de etiqueta roja,  lo más barato después del típico Bacacho, pero ni hablar, a eso está acostumbrado mi organismo. Mis venas lo reciben de poca madre!!!


Ya medios pedos empezamos el típico faje preparatoriano y cuando sentí su mano en mi de por sí humedecida vagina, no pude contenerme… fui yo (debo reconocerlo) la que le pidió ir a un lugar más discreto.
La verdad es que no puedo con estas hormonas que me fueron heredadas de mi mismísima madre… Lo mío lo mío… es la putez.


Lo de mi madre lo traigo a cuento, porque si mis padres se divorciaron, fue justamente porque mi papá encontró a mi mamá, cogiéndose en la cama de los dos, al primo hermano de mi papá.


Entonces, con esa hormona calenturienta que heredé, no es que yo sea una mala persona, es que es una herencia maldita y cachonda que traigo por dentro.


Volviendo al asunto del cachondeo de esa noche, pasamos a un OXXO a comprar otro pomito. Obviamente el judicial inicialmente estaba más pedo que yo misma.


Porque he de decir que a mis colegas siempre los empedo y les hago lamerme los huevos, todos estos putos se rinden a mis pies a huevo, pobres pendejos.


Entonces optamos por irnos en mi superpoderosa camioneta que me compré a costa de ordeñar ciertos sobres que debía entregar a unos excolegas. Nos fuimos al motel más jodido de mi mísera existencia. Hasta me acuerdo muy bien que había pelos púbicos en las sábanas.


Empezamos a encuerarnos, le quité los calzones y le mamé el sexo como por media hora. Es que era un pene moreno, de esos que se ven casi morados de tan negros. Y es que como mi novio es güerito, pues el pene negro es como un antojo para mí.


El problema surgió cuando me empecé a encuerar yo, y es que pensé que ya empedándolo, no se daría cuenta de mi longita y mi pancita.


Pero no… este pendejo en cuanto me vio totalmente desnuda me insultó y se burló de mi más alto orgullo… Mis enormes chichis!!!


Y es que de verdad,  las tengo (efectivamente un poco aguadas) pero bien grandes. O sea, soy 40 C midiéndo 1.50 metros!!! Se les hace poca chichi?


Aunque en estos tiempos de frío las envuelvo en unos calcetines viejos, para que duerman calientitas.


El judicial me empezó a insultar y me las mamó con gran exageración. En realidad las mordía sin misericordia, pero debo confesar que no con pasión cachonda, sino con un asunto como de venganza.


Luego, me ofreció un chupito más y como soy bien peda y lo mío lo mío también es el chupe, pues me lo tragué.


Y santo Dios para qué les cuento. Sacó de su parte trasera esas exquisitas esposas con las que siempre había soñado.


Me amordazó y me la metió como nunca antes nadie en mi vida. Por delante, por detrás, por la boca, por los ojos, por la orejas…


Pero debo confesar algo: es la mejor noche que he tenido en mis 31 años de vida.


Nadie como mi judicial.


Qué sexo. Prieto, prieto. Y ponedor.


Lo de las esposas, fue el toque máximo de nuestra noche de cogida. Aún lo amo. Aún lo sueño y aún lo extraño.


Aunque el perro este que se ha convertido en mi verdadero amor en la vida, me dejó amordazada, cogida, llena de semen hasta en la boca. El muy infeliz me robó mi celular, mi Nextel, mi cartera y las llaves de mi camioneta.


Pero lo que no dejó, fue ni veinte pesos en el buró del motel.


Al día siguiente, una afanadora del motel entró al cuarto de 5ª. Y me encontró patas abiertas y encuerada.


Me despertó y sólo atiné a decir que un tipo me había violado.


Nadie lo creyó.


Sólo mi pobre novio de hace más de 3 años, quien fue por mi con su carita de pendejo. Pagó el motel, en donde yo había cogido con otro y se creyó mi gran cuento.


En la oficina de mi delegación estatal,  cundimos la idea de que me habían violado, pero un maldito traidor les llamó a los de los medios para contarles la máxima y verdadera verdad y me quemó.


Yo, que tenía tan buena reputación!!!.


En fin, después de casi seis meses de los acontecimientos, mi novio sigue creyendo en mí.


Pero como lo mío lo mío es la putez… Yo aún sigo pensando y añorando el pene negro… morado y grueso de mi judicial.




 
 

 

 
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