Este 29 de septiembre se cumplirá un año, esto es, el primer aniversario de una de las censuras muy bien logradas por el poder en contra de la transmisión del programa de radio “la quinta columna”.que se trasmitía en la 1010 de AM. Un programa noticioso en sí mismo polémico, diseñado para abrir nuevas formas y estilos de comunicación entre el poder y la sociedad. Un modelo de comunicación democrático al cual, por supuesto no está acostumbrada la clase política de tipo tradicional, a esa clase política de viejo cuño que ejerce un poder público de tipo patrimonialista.
Lo que destaca del proceso de censura en la presente administración, es lo sutil del proceso para acallar voces disidentes, un proceso en el cual no se mira la mano actuante, un proceso en el cual se busca de manera especial que el silencio se de cómo consecuencia de errores de los actores de las molestas voces. A diferencia del sexenio anterior que la censura era más directa más drástica como una expresión de fuerza. E el sexenio estatal actual, se consideró en un principio impulsar una sistema de comunicación gubernamental democrático, considerando que los medios únicamente se dedicarían a divulgar las tareas gubernamentales, como una actividad propia de cada rama empresarial; peor no, no es así por lo menos en Puebla, donde la desesperación llegó por la tardanza de la firma de convenios de publicidad. El discurso neoliberal del gobierno poblano chocó de inmediato con la práctica tradicional de los empresarios de la comunicación y como resultado la molestia se hizo pública, considerando que los periodistas en concreto se sentían dioses y se empezó a confrontar a los más virulentos.
Algunas voces críticas en prensa de momento fueron silenciadas mediante su incorporación en otras actividades laborales; por falta de un supuesto pago de renta, fue transformada radicalmente la programación de la 1010, para que en un mediano plazo retornaran algunos programas noticiosos; en el terreno periodístico se aprovechó el bache económico que ahogó a sus propietarios para que un diario poblano comprometido todos los días en marcar lo que denominó la cuenta de la ignominia, solo fue capaz de sostenerse durante 365 días, para dar paso a una venta que se tradujo en cambio de empresarios y por lo mismo en cambio de tendencia informativa y editorial. Como se aprecia el ejercicio de censura no ha sido burdo, hay que reconocerlo, ha sido exitoso en su objetivos prácticos, pero no ha sido exitoso en su silenciamiento social. La descomposición producida por el fenómeno Lydia Cacho, puso al descubierto el camino para continuar sorteando al poder y ejerciendo una posición democrática, libre y por ende crítica: la teoría de la acción comunicativa como la mejor arma para seguir avanzando y construyendo una sociedad comunicada, informada desde distintos ángulos.
Se silenció la quinta columna, pero los actores de las voces disidentes siguen adelante, siguen haciendo opinión pública ácida, que carcome al blindaje autoritario del poder. Ya no se escucha la quinta columna radio, pero sus ecos siguen retumbando miles de oídos cuando se habla de la periodista Lydia Cacho, cuando se hace referencia del ejecutivo estatal en la SCJN, cuando se menciona el tema en la cámara de diputados, seguramente en su momento se hará publico y de manera escrita lo más trascendente de este programa censurado, y todo por la libertad de pensar, de escribir y de hablar.
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