Palabras Combativas


Christopher Hitchens / NY Times


Palomean a futuros magistrados

 

 

Porqué la actitud de Obama sobre el incremento de tropas en Irak no ha perjudicado su campaña


Seguramente es demasiado tarde, después de la gira de coronación de Barack Obama a Medio Oriente y Europa, enmendar la historia y mostrar cómo el juicio convencional sobre el candidato presidencial demócrata y el “surge” (el envío de tropas adicionales a Irak) está equivocado, pero simplemente por pedantería de gruñón, déjenme intentar la tarea.


El 21 de febrero, los senadores Hillary Rodham Clinton y Obama tuvieron uno de sus “debates” en Austin, Texas. Y uno de los tópicos en cuestión fue el “surge” —justamente en un momento en que comenzaba a mostrar resultados serios y duraderos—. La senadora Clinton, tras haber sido superada en izquierdismo por Obama al comienzo de la campaña, se sintió obligada a poner el rostro más agrio con relación a todos los asuntos iraquíes.


Y entonces Campbell Brown, de CNN, hizo la siguiente pregunta: “Senador Obama, usted estuvo desde el comienzo opuesto al ‘surge’. ¿Estaba usted equivocado?”


En ese momento, sentado en mi casa, súbitamente me di cuenta de que Obama necesitaba mostrar que era capaz de pensar de pie y adelantarse a su rival. Él debería elogiar el “surge” sin retractarse de su oposición a la guerra.


Y eso es lo que Obama hizo, con las siguientes palabras: “Bueno, pienso que es indiscutible que la violencia ha disminuido en Irak. Y eso es un mérito de nuestros valientes hombres y mujeres en uniforme. Pero ésta es una victoria táctica impuesta sobre un enorme desatino estratégico. (risas) Y creo que cuando tengamos un debate con John McCain, va a ser mucho más fácil para un candidato que, en primer lugar, estuvo opuesto al concepto de invadir Irak discutir la cordura de esa decisión (aplausos) que discutir sobre las tácticas subsecuentes a esa decisión (risas).”


No está mal como desempeño en primarias inclinadas hacia el lado liberal. Me sentí casi seguro de que el titular del día siguiente sería “Obama tiene palabras amables para el ‘surge’”.


Pero no hubo mención alguna al día siguiente. Y la mayoría de las personas con las cuales hablé más tarde parecían no haberse apercibido de ello. En cierto modo, la noción de que Obama estaba derrotando a la senadora Clinton porque estaba más en contra de la guerra que ella era la historia, toda la historia, y nada más que la historia: ninguna declaración que fuera de algún modo incompatible con eso era considerada digna de mención.


Le expresé eso al fallecido Tim Russert, quien se encogió de hombros ligeramente y agregó que la frase —“Un cambio que usted puede fotocopiar”, una burla vulgar de la senadora Clinton vía Sidney Blumenthal sobre un supuesto plagio de Obama— se había convertido en el titular sobre el que se habían puesto de acuerdo quienes decidían esas cosas. Realmente, hay momentos en que uno se siente avergonzado de estar en la profesión.


Sin embargo, no es solamente el famoso “prejuicio liberal” el que explica todo este pensamiento grupal o la edición a último momento. Tampoco el ala derecha tenía interés en realzar la matizada posición de Obama en Austin, porque había (y hay) un interés de los conservadores en pintar a Obama como un pacifista descuidado e irresponsable, con absolutamente ninguna experiencia en estrellar un costoso avión en el territorio de un país al cual Estados Unidos nunca le había declarado la guerra.


De hecho, lo peor que usted puede decir sobre la posición de Obama en Irak (donde nosotros tampoco declaramos la guerra pero donde sí propiciamos resoluciones de las Naciones Unidas poniendo el régimen de Saddam Hussein fuera de la ley internacional) es que él fue un miembro del bastante grande y no distinguido grupo que constituyó el núcleo de amigos de guerra del presidente.


Alrededor de un año después que Bagdad había caído, al costo de tal vez 100 bajas norteamericanas, Obama dijo que no había grandes diferencias entre la posición de George W. Bush y la de él. Luego fue reformulando su política mencionando con insistencia un discurso que pronunció años antes en Chicago, en relación a Irak. De esa manera, creó la idea de que había sido mucho más valiente y profético que sus rivales a la nominación.


De acuerdo al gusto del lector, entonces, esa sucesión de cambios y adaptaciones locales, nacionales, y ahora internacionales han convertido a Obama en un político muy ordinario o en alguien altamente extraordinario. La oportunidad de los eventos en Irak y en Afganistán lo convierte en un nominado asombrosamente afortunado. Y también muy afortunado con relación a su rival.


El senador John McCain puede haber dicho con toda gravedad que sólo el surge hizo posible comenzar a hablar en primer lugar de la retirada norteamericana, ya provenga del primer ministro iraquí Nuri al Maliki o de Obama. El podría haber aprovechado las palabras pronunciadas por Obama en febrero pasado y usarlas con sequedad e ironía para felicitar al joven senador por su disposición a aprender.


En cambio, ha formulado contra su rival la acusación errónea de que Obama ha estado siempre contra la guerra y contra el surge. Tal vez Obama estuvo en favor de ambas posiciones luego de estar en contra de ellas, pero eso es diferente (y mejor) que lo contrario.


La técnica de Obama es el jujitsu, donde la fuerza del rival es precisamente lo que se usa contra él. McCain contaba con una fortaleza particular cuando comenzó su campaña: su actitud en relación a Irak, que le permitía (algo que algunas personas han olvidado) criticar al comandante en jefe en tiempos de guerra.

 

Ahora, corre un verdadero peligro de confundir ambas cosas y trata de hacer creer que la crítica o el desacuerdo son sospechosos por sí mismos. Si la última semana no le ha enseñado que se trata de una táctica  —y estrategia— condenada al fracaso, entonces, es que nada puede aprender.


(Traducción de Mario Szichman.)

    

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