Opinión


Pedro Gutiérrez

26/10/2012


Pinceladas sobre la crisis


De entre todas las crisis existentes —crisis económica stricto sensu, crisis alimentaria, crisis laboral, industrial, de desempleo, etc—, es la crisis financiera la que mejor puede aglutinar y envolver a todas aquellas. Y no porque la crisis financiera sea el todo de las partes componentes de aquellas crisis, sino porque en un mundo enteramente globalizado, las grandes finanzas son las que determinan el derrotero de la economía y las que, a su vez, propician las crisis específicas que hoy presenciamos.


Hace no muchos años, quizá diez, un gran economista y financiero poblano me dijo que lo que se avecinaba en el mundo era la peor crisis financiera en la historia de la humanidad. Recuerdo que don Jorge Ehlinger mencionó dos o tres episodios históricos que para él no eran nada comparado con lo que se avecinaba: la crisis de la decadencia del imperio romano, la crisis alimentaria de la Edad Media y la gran depresión de la primera mitad del siglo XX. Decía ese eminente personaje —QEPD— que el hecho de que hoy las economías se encuentren profundamente entrelazadas, provocaría las grandes crisis financieras. Antes, las economías regionales estaban ciertamente entrelazadas, pero no con la tecnología de hoy y mucho menos con la rapidez informática que provoca que lo que hoy está sucediendo del otro lado del mundo —digamos en China—, tenga repercusiones a los pocos segundos en Norteamérica.


Una de las causas supremas de las crisis financieras y globales de la actualidad, radica en el déficit de confianza que existe entre los agentes económicos: gobiernos, inversionistas, comerciantes, industriales, pequeños y medianos empresarios, ciudadanos en general. La confianza es la esencia misma de la economía. Sin confianza, es como si el cuerpo careciera de alma. Francis Fukuyama, escritor japonés reconocido, escribió a fines de siglo pasado un importante ensayo sobre la confianza, haciendo versar en ella el gran contenido de las transacciones comerciales y económicas, desde la que emprende un empresario micro en una tienda de abarrotes, hasta la que hace una empresa multinacional en un país determinado. Sin confianza, no hay sustento para el buen desarrollo de la economía, y ésta se ha perdido quizá por los grandes abusos de unos por encima de otros. Nadie compra, todos venden.


Ahora bien, la confianza es el alma del cuerpo, pero también hay enfermedades del propio ente que pueden motivar las crisis económicas y financieras del mundo global. Una de esas dolencias que padece el sistema económico es el gasto excesivo. Cuando una casa, una empresa o un país gastan más de lo que tienen se colapsa el sistema financiero de dichos entes. Gastar el dinero que no se tiene es, quizá, la decisión más irresponsable en materia económica. Los gobiernos de distintas expresiones partidistas acostumbran caer en esta práctica por motivaciones políticas y de conveniencia electoral, prefiriendo pensar en la siguiente elección y no en la siguiente generación de su país. Gastar de más no es un asunto cualquiera: es la más recurrente de los fallos de los países y empresas. Hacer sentir que existe una economía sana cuando en realidad lo que hay son deudas y déficit, compromete las finanzas de un país y merman la confianza. Las políticas populistas en las que incurren no pocos partidos y gobiernos de izquierda para satisfacer coyunturas político-electorales son un auténtico peligro —la derecha también ha caído en dicha tentación—. Es el caso mexicano, concretamente la ciudad de México, que ha visto incrementada su deuda de manera alarmante desde la llegada de los irresponsables al poder, concretamente Andrés Manuel López Obrador. En los últimos 15 años, la deuda del DF ha crecido 377%, siendo la entidad federativa que encabeza la concentración de deuda de los seis estados más endeudados de México, según datos del reporte 2011 de la Auditoría Superior de la Federación. Dar dinero a los más necesitados sin que exista una contraprestación de esfuerzo laboral o rendimiento, endeudando y comprometiendo las finanzas, es una garrafal decisión que en nuestro país ha enarbolado penosamente la izquierda en el Distrito Federal.

 

Las consecuencias de la crisis son muchas y ciertamente preocupa hoy en día las que tienen que ver con la reacción de la sociedad. El pueblo siente que las crisis son provocadas por los gobiernos y los gobiernos señalan que parte del problema de la crisis es motivada por los pueblos que no cumplen con sus obligaciones fiscales. Pareciera es un circulo vicioso. Se critica que existe en el mundo una desregulación del sistema financiero pero también un excesivo individualismo. Puede ser cierto, pero también lo es que el estado liberal tiene entre sus bases teóricas la regulación mínima del estado y la potenciación del individualismo. Estados Unidos es icono del liberalismo y ha aprendido en esta crisis a matizar la excesiva desregulación del estado en materia económica, pero no pierde, en mi óptica, su idea de potenciar las capacidades individuales. Claro está que los dos partidos en EUA enfocan de manera distinta estos temas, siendo los republicanos mucho más individualistas y apólogos de la desregulación que los demócratas. Pero poner al individualismo como factor determinante de la crisis, me parece un desatino porque ideologiza el debate. Es como si nosotros señaláramos que es más bien el colectivismo el causante de las crisis, como lo señalamos líneas arriba en el caso de la deuda del gobierno de la ciudad de México. Ni el individualismo exacerbado ni el colectivismo irresponsable son los únicos factores motivantes de las crisis financieras, pero sí uno de ellos.

 

http://www.asf.gob.mx/uploads/61_Publicaciones_tecnicas/AnalisisDeudaPublica_EntidadesFedyMunic.pdf

 

Pedro Gutiérrez

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Puebla

@pedropanista

 

 

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