Opinión


Pedro Gutiérrez

19/06/2009

Moreno Valle


En los días recientes tuve oportunidad de tener en mis manos dos asuntos homogéneos entre sí, tanto  por estar relacionados con la política local como por provenir ambos de una misma estirpe familiar, es decir, ser filiales.


Por un lado,  tuve la suerte de tener en mis manos una misiva que envía Rafael Moreno Valle Buitrón a algunos funcionarios públicos, en el caso que nos ocupa, del ámbito federal. En dicha carta, el antedicho sujeto, en su carácter de Presidente del Instituto Político Empresarial –ligado al PRI- invita a los servidores públicos para que tengan en cuenta a los diversos candidatos a diputados federales del PRI y en su caso los apoyen el día de la elección.


Lo anterior no tendría nada de malo de no ser por el hecho de que dichas misivas se envían a los domicilios legales de las oficinas públicas. En este caso, un partido político está invitando al voto a los titulares de las dependencias públicas en sus propios centros de trabajo. Además, por si fuera poco, el primo del senador en el PAN –y aquí empezamos a vislumbrar el tema de las relaciones filiales- concluye sus invitaciones al voto con una leyenda en la que se señala que agradecen el seguir contando con el apoyo de los servidores públicos.


A nadie debe extrañar que en el PRI sucedan casos como éste. Se trata de un partido que desde su creación en la placenta del Estado se acostumbró a usar y abusar de las instituciones públicas. Siguen creyendo que partido y gobierno son lo mismo y que las leyes son  meras pautas y no precisamente imperativos deónticos. Por ello, resulta que al señor Moreno Valle Buitrón le importa un bledo si los destinatarios de las invitaciones al voto son los edificios públicos y sus funcionarios.


Por otro lado, varios panistas fuimos testigos el domingo pasado de un evento que a muchos nos dejó azorados y avergonzados. En San Miguel Canoa, una muchedumbre acarreada se dio cita en la explanada de la Junta Auxiliar no para apoyar a los candidatos a diputados federales de mi partido, ni para dar la bienvenida al jefe nacional Germán Martínez quien tuvo una gira de trabajo el fin de semana por Puebla, sino para aplaudir y de paso reforzar la campaña para Gobernador del otro Moreno Valle que es motivo del presente artículo, es decir, del que ayer era priísta, hoy es senador y está en el PAN y finalmente mañana no sabemos en dónde lo ubicarán las fuerzas oscuras del magisterio elbista.


El escenario, desde temprano, no era nada halagüeño. Rumbo a San Miguel Canoa podían verse decenas de camiones que transportaban gente al mítin pseudopanista, además de que las unidades que facilitaban el transporte a los ciudadanos tenían inscritas consignas de apoyo al otrora hombre fuerte del melquiadismo. Ello sin mencionar la propaganda que durante el mítin sacaron a relucir los acarreados, misma que establecía apoyos para Moreno Valle, amén de los gritos de unos cuantos que corearon la proclama “Rafa Gobernador”.


No sólo un servidor fue testigo de lo anterior: también lo vieron muchos líderes del partido, lo constataron Rafael Micalco y Bernardo Arrubarrena y, por si fuera poco, Germán Martínez, a quien seguramente no le agradó el bochornoso espectáculo en comento. No muchos días antes de tan vergonzante acto político, varios panistas discutimos en el seno de una reunión acerca de la pertinencia o no de gratificar a los representantes de casilla del partido el día de la próxima elección federal. La mayoría concluyó, entre ellos un servidor y Pablo Rodríguez, que por congruencia histórica y principios del partido el pago a los casilleros nunca será aceptable en Acción Nacional. Después vino el evento de Canoa y las palabras y los discursos se vinieron abajo estrepitosamente: Pablo Rodríguez fue uno de los principales operadores del acarreo morenovallista. De Guatemala a Guatepeor, porque el acarreo estuvo, sin duda, íntimamente ligado a la dádiva. 


Dos casos, dos ejemplos de cómo la política puede tergiversarse impúdicamente. En uno, el Moreno Valle priísta –en la forma y en el fondo- hace proselitismo en los edificios públicos del gobierno federal y viola claramente la ley. En el otro, el Moreno Valle panista –aunque no en la forma y mucho menos en el fondo- está empeñado en hacer una infusión del modelo tricolor al partido que hoy lo cobija. Ahora sabemos que no sólo la relación consanguínea une a estos dos personajes: también los vincula la violación a la ley, la ascendencia priísta y la inmundicia electoral.


Por lo visto Canoa se gana con la estratagema priísta del acarreo, la dádiva y el condicionamiento político. Al final así será: si el distrito lo gana Paco Ramos habrá triunfado el PRI, con la salvedad de que su triunfo será más coherente en la medida de que siempre han operado ellos de esa manera y nadie puede decirse sorprendido. Si el distrito lo gana el PAN –y espero que así sea por la persona de Luis Mora-, también habrá ganado en el fondo el modelo priísta exhibido por el morenovallismo el domingo pasado.


Una cosa más: me preocupa y mucho que la dirigencia estatal de mi partido diga que no hubo acarreo ni dádivas ni condicionamiento el fin de semana pasado en Canoa. Creo seriamente que es mejor abrir los ojos, reflexionar sobre nuestro partido, su historia, sus valores, su doctrina y la congruencia que debe mostrar. Alejarnos de esos vicios que nunca nos dejarán nada bueno: quizá nos empoderen coyunturalmente, pero jamás nos dejará volver a dormir con la conciencia tranquila de haber cumplido con la tarea democrática para la que está destinada Acción Nacional.

 

PEDRO ALBERTO GUTIÉRREZ VARELA

Miembro del Comité Directivo Estatal del PAN

pedroalbertogtz@gmail.com

 



 
 

 

 
Todos los Columnistas