Poder y Política
Manuel Cuadras
06/07/2010
La derrota de Zavala
Mucho pensé acerca del título que debería llevar esta columna. Vinieron a mi mente varias opciones:
“Crónica de una derrota anunciada…” (demasiado común).
“La muerte del vicegobernador…” (demasiado fuerte).
“La última encuesta de Zavala…” (muy sarcástica).
“Se los dije…” (exceso de soberbia).
“Hola, Rafa. Adiós, Zavala…” (demasiado ñoña).
En fin, ninguna me convencía, así que finalmente opté por la que le da vida a la entrega de hoy: “La derrota de Zavala”, así de sencilla. Y es que al hablar de la derrota de Zavala, invariablemente se abarcan los demás conceptos. Hablar de Zavala es hablar de un funcionario muy influyente, que llegó a aglutinar tanto poder que incluso se convirtió en un auténtico vicegobernador. Ese estatus de segundo a bordo fue su único mérito para convertirse en candidato a la gubernatura. Zavala carecía de cualidades, pero contaba con mucho (muchísimo) respaldo político y económico. Su campaña fue, por tanto, una crónica de una derrota anunciada.
Zavala fue un invento, un capricho, una imposición; las tres categorías anteriores atribuibles a Mario Marín. Zavala nació y creció políticamente en el seno del marinismo, por lo tanto, era lógico pensar que su ocaso llegaría a la par que el del régimen que lo vio nacer. ¿Cuándo ocurriría eso? Cuando se enfrentaran a un ejército de verdad que no pudieran corromper: el de los ciudadanos.
El día de ayer, el marinismo sufrió su derrota más fuerte (y quizá la última). Los poblanos cobraron caro los seis años de abusos, excesos y escándalos del actual gobierno marinista. Siempre lo dijimos en este espacio, los imperios más poderosos (Egipto, Roma, Francia) han caído, ¿por qué habría de ser distinto con el “poderoso imperio marinista”?
Ahora bien, en lo que respecta a la “supuesta fuerza” mostrada por Zavala durante su precandidatura y posterior campaña oficial, hay que decir que ésta se debió a dos factores (principalmente):
1. El evidente favoritismo de los medios de comunicación (locales) para construir una imagen “sólida”.
2. El excesivo derroche de recursos (públicos) “invertidos” en el famoso Proyecto Z.
Con una imagen ficticia (creada por los medios de comunicación) y un posicionamiento condicionado (a base de regalar tinacos y despensas), ¿se podía aspirar a ganar la elección? Definitivamente no.
Las elecciones se ganan con votos, y éstos se consiguen con la simpatía y aceptación v-o-l-u-n-t-a-r-i-a de la gente, no con tinacos ni presiones (mucho menos con columnas a modo). Votos, esa es la cuestión, eso es lo que le faltó a Zavala, mucho más cuando se tenía enfrente un rival tan competitivo.
En este espacio lo dijimos, Zavala necesitaba por lo menos igualar los números alcanzados por Marín hace seis años, lo cual se antojaba sumamente difícil. Marín (antes de ser odiado) era un verdadero fenómeno electoral, era un candidatazo. Aunado a ello, en la elección del 2004 los poblanos tenían como referente a un gobernador querido y popular en la figura de Melquiades Morales. Con todo este escenario a favor, el PRI (Marín) obtuvo 886 mil votos (aproximadamente). ¿Zavala fue un candidatazo como Marín? No. ¿Marín fue un gobernador querido y respetado como Melquiades? No. De ahí se desprende que Zavala no haya (ni siquiera) alcanzado los números de Marín.
La pregunta es: ¿qué no se sabía todo esto antes de hacerlo candidato? Es obvio que sí. ¿Entonces? ¿Por qué imponerlo aun a costa de poner en riesgo la elección? ¿Exceso de confianza o de soberbia? Me inclino por la segunda.
Nunca en la historia reciente de Puebla (quizá desde los tiempos de Maximino Ávila Camacho) se había visto tanto empeño y tanta cerrazón de un gobernador por imponer a su candidato. Melquiades lo intentó, mas no se obsesionó; Bartlett lo pensó, pero se arrepintió; Marín lo pensó, lo intentó, se aferró y lo logró (con los costos que ahora vemos).
La campaña de Zavala fue, por así decirlo, una campaña forzada y virtual. Una campaña construida con millones de pesos del erario. Un globo aerostático que se desinfló con un dardazo lanzado por los miles de poblanos que aceptaron una despensa sin comprometer su conciencia, y por los miles de poblanos que durante seis años se tragaron su impotencia ante los despilfarros del grupo en el poder, y que ayer decidieron decirle hasta aquí.
Se dice que las victorias suelen tener muchas paternidades y las derrotas ninguna. En este caso ocurre lo contrario, la victoria sólo tiene una paternidad: Rafael Moreno Valle; mientras que la derrota sólo tiene un responsable, con nombre y apellido: Mario Marín Torres.
Marín (gracias a su capricho) pasará a la historia como el primer gobernador (poblano) en entregar el poder a la oposición; Zavala, como el producto de una imposición; Montero será recordado por siempre como el eterno gran perdedor. Armenta simplemente pasará a la historia sin pena ni gloria. Y así consecuentemente con los demás integrantes de la llamada “burbuja marinista”.
¿Qué será de ellos? Marín seguramente se irá de Puebla terminando el sexenio. Montero tal vez busque una candidatura para alguna junta auxiliar (con pocas probabilidades de ganar). Armenta podría reaparecer en dos sexenios. ¿Y Zavala? Probablemente trabaje en el próximo Ayuntamiento de Pijijiapan, donde su hermano acaba de ganar las elecciones.
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