Poder y Política


Manuel Cuadras

10/08/2010

 

 

Los dos gobernadores


Los dos son gobernadores, uno formal y el otro fáctico. Uno representa el poder legal de las instituciones y el otro cuenta con el poder legítimo de los ciudadanos. Uno, Mario Marín —el gobernador constitucional— viviendo y aferrándose ante el inminente ocaso de su reinado; el otro, Rafael Moreno Valle —el gobernador electo— disfrutando aún de las mieles de la victoria y preparando cada detalle de su arribo a Casa Puebla.


Esas son las dos caras de la moneda; el irremediable contraste entre ganadores y vencidos; la pequeña gran diferencia entre el rey entrante y el rey que muere. La alegría y optimismo de los que llegan, la tristeza y desesperación de los que salen.


Mario Marín luce desolado, temeroso del futuro y cegado de su propia realidad. Ése es el retrato que nos presenta don Enrique Montero Ponce del gobernador Marín en una entrevista publicada el día de ayer en varios medios de circulación local.


Contrario a lo que se pudiera pensar, no fue una entrevista cómplice, de esas que se vislumbran a modo para el entrevistado. Cierto, tampoco hubo preguntas incómodas ni críticas. Fue, por decirlo de laguna manera, una entrevista reflexiva entre dos actores que se encuentran más allá del bien y del mal.


Don Enrique, herido en su más íntegro sentimiento como padre, sacó a relucir inevitablemente la derrota del 4 de julio, en la que su hijo (Mario Montero) salió damnificado.


¿Cómo te sientes después de lo ocurrido? —pregunta el legendario comunicador—


“Las derrotas duelen —contesta el entrevistado con cierto dejo de humildad. La adrenalina sube al máximo. (Uno) escucha y lee uno cosas desagradables. Pero el tiempo es el mejor aliado en estos casos. Digerí la derrota y pienso en lo que sigue…”


El tono del entrevistado me hace recordar a Harry Haller, aquél “Lobo Estepario” que vive en una profunda tristeza por no poder adecuarse a sus circunstancias existenciales.


“Se menciona un nombre para presidente del partido y se dice que tú lo vas a imponer…”


“De ninguna manera —interrumpe Marín— “la convocatoria la hará el comité Ejecutivo Nacional y podrán inscribirse los aspirantes que quieran. Un delegado especial vendrá a sancionar el proceso. Que lo elijan los delegados poblanos…”


Marín nuevamente nos vuelve a engañar a todos con la verdad. ¿No acaso fue lo mismo que decía del proceso para elegir al candidato a la gubernatura? ¿Quiénes son esos “delegados poblanos”? O mejor dicho: ¿quién es el dueño de esos delegados poblanos? Evidentemente él, luego entonces, él elegirá al nuevo dirigente del PRI (o al menos eso pretende hacer).
—Don Enrique lanza una pregunta que resulta incómoda para el ego de Marín: “¿Sientes la soledad inevitable, con deslealtades que nunca faltan?”

 

“No estaré solo en lo que resta del gobierno y lo otro (las deslealtades) que se vayan por un caño…” —contestó el gobernador.
Ese es Mario Marín resumido en tres respuestas. El Mario Marín actual, el que se después del 4 de julio tuvo que moderar su soberbia y a aprender a ser humilde ante el adversario que lo venció.

 

Después analizaremos al gobernador electo, que si en algo ha caído después de su triunfo es en un optimismo pronunciado, y eso, para los políticos tradicionales, es una enfermedad.

 



 
 

 

 
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