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Poder y Política
Manuel Cuadras
12/04/2011
Los espejos de la sucesión
En todas las sucesiones hay un momento clave que marca el rumbo de la decisión. Algún suceso, alguna coyuntura, algo que no estaba previsto en el guión original, o simplemente algún gesto de rebeldía, debilidad, o falta de lealtad que el gobernante en turno detectó en “x” o “y” aspirante que lo hizo inclinarse por su opción final.
Díaz Ordaz, por ejemplo, tomó su decisión derivado del movimiento estudiantil de 1968. Según él, la forma en que Luis Echeverría manejó y “resolvió” el conflicto, fueron factores claves para favorecer a su secretario de Gobernación. Una anécdota, contada por el propio Díaz Ordaz, refleja la justificación de su decisión. “Supongamos que vamos en una carretera —decía GDO— y de pronto un grupo de maleantes quieren bajar del vehículo al conductor, que es el presidente de la República. El licenciado Ortiz Mena sugiere que negociemos con ellos para evitar que los vecinos se enteren. El doctor Martínez Manatou plantea la necesidad de aplacarlos mediante el diálogo y el convencimiento. Sólo el licenciado Echeverría se ofrece para hacer frente a los rufianes defendiendo a toda costa al conductor, antes que otra cosa…”. Díaz Ordaz prefirió “lealtad” por encima de capacidad. El resultado todos lo conocemos.
Luis Echeverría, sin embargo, tomó su decisión en función de la grave crisis económica que se avecinaba, y dejó en manos del secretario de Hacienda, su amigo José López Portillo, la nominación. ¿Era la mejor opción? Por supuesto que no. La capacidad, el talento y la experiencia de Mario Moya Palencia lo hacían una ficha ampliamente superior, el propio Echeverría lo reconoció tiempo después: “Mario Moya fue un excelente secretario de Gobernación, leal, talentoso y brillante, pero me di cuenta que los problemas financieros eran los principales, fue ahí cuando comencé a pensar en López Portillo…”.
Con José López Portillo ocurrió algo similar, los “buenos resultados” en materia económica presentados por su secretario de Hacienda, Miguel de la Madrid, fue lo que inclinó la balanza a su favor: “Mi decisión, como fiel de la balanza, fue fundamentalmente porque iba a dejar un problema financiero en el país…”.
¿Cómo han sido las sucesiones en los “tiempos modernos”? Fox se hizo de la candidatura gracias a su hiperactivismo político (se adelantó dos años y medio a sus compañeros de partido y les comió el mandado), una vez logrado ese primer paso, se sumaron una serie de factores para que llegara a la Presidencia: hartazgo de la sociedad, candidato del pueblo (Fox), candidato gris (Labastida), presidente “imparcial” (Zedillo), etcétera.
Calderón no era el favorito de Fox, le gana la candidatura gracias a su oficio político, ya que, mientras Fox construyó la candidatura de su delfín (Creel) ante los medios, Calderón se avocó a convencer a los panistas. Fox erró la estrategia, los medios influyen, pero no deciden, esa es una de las máximas del sistema político.
¿Cómo será la sucesión de Calderón? La pregunta va mas allá del morbo y se justifica perfectamente en medio del escenario caótico que tiene enfrente: una guerra contra el narco cada vez más repudiada entre la gente; carencia de un candidato sólido; oposición fuerte; falta de aliados importantes (SNTE, Televisa, empresarios, todos están con Peña); y lo que faltaba, la “gota que derramó el vaso”, la frustrada alianza PAN-PRD en la cual mantenía cimbradas sus esperanzas Calderón.
Con el anuncio de que irán solos para la elección de Edomex, es prácticamente un hecho que también irán solos para la presidencial de 2012, lo cual, en términos llanos y comunes, significa que Calderón está solo, solo con una “bola de enanos”, frente a un monstruo llamado Peña Nieto.
¿Qué hará Calderón? ¿Se inclinará por alguien que “le garantice” continuidad a su (estúpida) guerra contra el narco? De ser así, el candidato idóneo sería Javier Lozano (defensor a ultranza de Calderón). ¿Optará por un candidato del marketing político? La jugada sería entonces con Alonso Lujambio, el “niño bonito” del gabinete. Si se enferma de terquedad y decide imponer a alguien cien por ciento suyo, aunque no tenga ninguna posibilidad (algo parecido a lo que hizo Marín), el candidato será Ernesto Cordero. Y si decide privilegiar experiencia y rentabilidad, por encima de “lealtad” y continuismo, el candidato será Santiago Creel, el panista mejor posicionado al día de hoy, el único que tendría la cola corta y la lengua larga, para hacer frente al joven copetón del tricolor. ¿En qué espejo querrá mirarse Calderón?
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