Poder y Política
Manuel Cuadras
13/07/2010
La derrota de Armenta
"Hay una máxima en el PRI (que dice): los triunfos son de los candidatos y las derrotas de los dirigentes. Así lo entiendo y asumo el reto…” (Alejandro Armenta Mier, entrevista con Milenio Diario, 27 de marzo de 2009).
“¿Y si no entregas buenas cuentas, qué pasa?”, pregunta el reportero ante un sonriente y confiado dirigente.
“Si no doy un resultado positivo no tendría por qué seguir en la dirigencia después del 5 de julio. Tengo vergüenza política…”.
“¿Renunciarías a la dirigencia?”, insiste el entrevistador a manera de sentencia o premonición.
“Por supuesto. Estoy obligado a entregar buenos resultados…”.
Eso es lo que pensaba Alejandro Armenta en aquella (no muy lejana) primavera del 2009. Hablaba de “retos”, de entregar “buenas cuentas”, de “vergüenza política…”. Sus palabras parecían sinceras. Su actitud parecía la de un dirigente que quería hacer bien las cosas, que quería ser distinto, que —en efecto— tenía vergüenza política.
Sin embargo, a casi un año y medio de distancia, la postura de Armenta ha cambiado de manera radical. Después del rotundo fracaso del PRI el pasado 4 de julio, el autodenominado dirigente colosista se niega a renunciar a su cargo. ¿Cómo le llaman a eso? ¿Cómo se dice? ¿Incongruencia? Sí, me parece que eso es lo que mejor podría definir en este momento al “responsable” del PRI. Incongruencia: diferencia entre lo que se dice y lo que se hace…
“No abandonaré el barco por ningún momento (sic), no dejaré que se hunda, trabajaré hasta entregar a otra persona la responsabilidad del partido, pero por el momento no dejaré que se hunda el PRI…”, fue la “justificación” que dio el dirigente para aferrarse a su cargo.
¿“No dejaré que se hunda…”? ¿Qué no ya está hundido? ¿A quién se lo piensa entregar? ¿A Zavala? ¿Para que lo hunda aún más? ¿Eso es tener vergüenza política?
Qué pena da leer las declaraciones de Armenta. ¿Qué (o quién) lo habrá hecho cambiar de opinión? ¿El fin de sexenio? ¿El fin de una era? ¿La inminente desaparición de su grupo político?
El descalabro que sufrió el PRI el pasado 4 de julio no tiene precedentes. Ningún dirigente tricolor había perdido tanto como Armenta. Hagamos un recuento: perdió 117 alcaldías (entre ellas la capital del estado), 13 diputaciones y, lo más importante, la gubernatura del estado. Sin embargo, aun con ese récord adverso, Armenta piensa que “lo más responsable es quedarse”. ¿No acaso es al revés? ¿No sería más digno irse y cumplir su palabra? Imagine que Javier Aguirre, tras su fracaso en Sudáfrica, hubiese insistido en quedarse como técnico, ¿cómo hubiera reaccionado la afición? Con Armenta ocurre lo mismo, ¿cómo reaccionarán los priistas ante el despropósito de su (aún) líder?
Marín pasará a la historia como el gobernador que entregó el poder a los panistas. Zavala como el primer candidato perdedor (algo así como el Labastida poblano), y Armenta como el responsable directo de la derrota, pues como él mismo dice: los triunfos son de los candidatos y las derrotas de los dirigentes.
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