Hace poco tiempo escribí una columna acerca de Andrés Manuel López Obrador y su participación en la transición democrática en México. Dije que, más allá de sus notorias incongruencias (por ejemplo, criticar a destiempo a un sistema del cual fue beneficiario) es indudable su contribución a la consolidación democrática de nuestro país.
Como ejemplo citaba el Movimiento que logró conformar a lo largo de sus dos campañas presidenciales (sobre todo en la última), en la que, motivó la participación y despertó el interés de muchos ciudadanos en los asuntos públicos, erigiéndose como un líder de opinión entre muchos sectores de la sociedad.
Los grandes logros de Obrador –decía en aquella ocasión- fue “ciudadanizar la izquierda” y quitarle etiquetas a la política, es decir, consiguió darle a la izquierda de este país un aire fresco (mucho menos dogmática) y generar el debate público, ambos, elementos sanos para toda democracia.
No fue casual ver en campaña las grandes concentraciones de gente que se daban cita en los mítines del tabasqueño, en lugares donde la izquierda era prácticamente inexistente (Puebla por ejemplo), algunos por morbo, otros por dogma, y otros tantos (la mayoría) por convicción.
En suma, Andrés Manuel logró algo que es muy difícil conseguir: hacer de una campaña política, un movimiento social, sin embargo, la tarea no finalizaba ahí, el reto era consolidar dicho movimiento, lo mismo si ganaba o si perdía.
En la multicitada columna referida, mencionaba también que por el bien de la democracia sería bueno que, todo ese capital político que logró acumular López Obrador, no quedara únicamente como un mero recuerdo de campaña, sino que continuara por la vía institucional, es decir, constituir MORENA como Partido Político, lo cual, fortalecería el Sistema de Partidos en México, siempre y cuando Andrés Manuel no cayera en la tentación de apoderarse de dicha estructura con la intención de postularse nuevamente en 2018 (le daría al traste). Él debería de cumplir con su tarea histórica de fundar ese nuevo Partido y dejarlo crecer (situación altamente compleja, considerando el protagonismo de AMLO).
Es por eso que entiendo el papel que están jugando tanto él como Monreal (repito: él y Monreal) en su “batalla por la nulidad de la elección”. Ambos saben que, ni el Tribunal Electoral (TEPJF), ni el IFE les darán la razón, y no porque estén cooptados ni vendidos como han querido hacer ver, sino porque simple y sencillamente no existen elementos para echar abajo la elección. AMLO perdió por una cuestión matemática: AMLO ganó en ocho entidades, Peña ganó en 20. AMLO ganó en entidades pequeñas (salvo Puebla y D.F.), Peña ganó en entidades grandes y por amplio margen, así de sencillo.
AMLO sabe que perdió legal y legítimamente, pero el hecho de aceptar los resultados de la elección hubiera representado un duro golpe anímico entre todos sus seguidores, y eso hubiera sido fatal en su proyecto de crear el nuevo Partido. Por eso decidió mantener viva la esperanza, con el cuento de un “nuevo fraude” y con ello mantener la cohesión de su grupo. La estrategia de AMLO es simple: hacer tiempo de aquí a Noviembre para registrar MORENA como Partido, y de paso victimizarse en el camino (para llegar con fortaleza a Noviembre y tener la justificación para fundar su Partido).
El plan suena bien, lamentablemente para AMLO las cosas no le están saliendo como él quisiera, ¿la razón? Que poco a poco pierde credibilidad, por no poder sustentar sus habladurías.
Las “pruebas” denunciadas por AMLO francamente son absurdas y provocan risa (incluso entre sus seguidores). Un ejemplo fue lo que informó ante los medios de comunicación, derivado de su “Expo Fraude”: 2 destapadores, 153 vasos, 1 transportador de geometría, 96 tortilleros, 12 termos, 10 tazas, 12 tarjetas postales, 25 calendarios, 4 “stickers”, 4 sombreros, 4 artículos de maquillaje para damas. 115 portalápices, 225 plumas, una plancha; 6 perfumes, 27 pelotas con logotipo, 9 teléfonos celulares, 80 paraguas; 5 tortilleros, 3 paños de limpieza, 2 guajolotes, 2 patos, 1 gallina, 1 cerdo y 1 borrego.
Creo que definitivamente Obrador perdió la razón, quizá por eso la gente ha dejado de seguirlo. La debacle de AMLO es una realidad. Lástima por la gente que creyó en él, a ellos sí, TODOS MIS RESPETOS (así CON MAYÚSCULAS), amlo sólo da risa, qué lamentable…