La próxima semana tomará posesión Enrique Peña Nieto como Presidente de México, y a partir de ese momento, se dará una recomposición política en el estado, es decir, el poder (hasta hoy cuasi absoluto) del gobernador, tendrá por fin un contrapeso equitativo, de hecho, mayor a él.
Hasta este momento, Rafael Moreno Valle ha tenido una oposición cómoda que le ha permitido gobernar sin complicaciones y llevar a cabo sus proyectos sin cuestionamientos, e incluso, sus reformas más polémicas se han aprobado sin resistencia alguna.
¿Tiene la culpa el gobernador de esto? Quizá en una parte, pero él está haciendo lo suyo, tratando de imponerse a la oposición (no es lo correcto, pero es lo que hacen la mayoría de gobernantes en el mundo); la culpa entonces, es de la oposición, por permitir que el mandatario cuente con un margen de maniobra tan ancho.
Al ser el PRI, el Partido perdedor en la última elección local, y al tener el mayor número de simpatizantes, debería ser la oposición natural al actual gobierno, sin embargo, en los hechos, dista mucho de comportarse como tal.
Como en varias ocasiones he mencionado, ser oposición no significa oponerse a todo lo que emprenda el gobierno, pero tampoco avalar sin objeción todo lo que realice el ejecutivo. Una oposición responsable es aquella que cuestiona, critica, y propone. Apoya al gobierno en los proyectos que lo ameritan, y se opone cuando éste se extralimita en sus funciones. En suma, una buena oposición es aquella que, no asume posturas de manera sistemática, es decir, no rechaza sólo por rechazar, ni tampoco dice que sí a todo.
En ello radica justamente el problema de algunos dirigentes y representantes públicos del PRI en Puebla, en que a lo largo de los dos años del actual gobierno, se han comportado más como empleados del gobernador, que como “líderes” de oposición. Ante las constantes críticas por parte de varios medios de comunicación (y de la sociedad en general) respecto a su pobre desempeño, simplemente han hecho oídos sordos para eludir su responsabilidad política; lo mismo ante temas polémicos y coyunturales que se han presentado: prefieren hacer de cuenta que “no pasa nada”, en vez de fijar posicionamientos críticos del Partido. Son, literalmente, sordos y mudos ante la realidad poblana.
Al entrar el gobierno de Enrique Peña Nieto, esta situación va a dar un giro de 180 grados. De entrada porque al nuevo Presidente le interesará recuperar a Puebla como bastión priista a nivel nacional (como en un tiempo lo fue), y para ello es necesario que despierte de su letargo y que deje de estar al servicio del gobierno; y segundo, y no menos importante, porque Enrique Peña Nieto no va a estar dispuesto a compartir la estructura que lo llevó al triunfo, y menos con un gobernador emanado de otro Partido.
Por tal motivo, muchos de los que hasta ahora han guardado un silencio sospechoso y han mostrado actitudes complacientes y colaboracionistas con el gobernador, al momento de entrar en funciones Peña Nieto, recobrarán (como por arte de magia), su conciencia crítica y su valentía que escondieron en el clóset; recuperarán también la vista y el habla y empezarán a señalar algunos de los errores que, durante este tiempo (curiosamente) no se habían percatado.
Son los priistas comodinos, aquellos que prefieren no correr riesgos por defender su ideología y se acomodan al árbol de poder que mejor sombra les provea. Afortunadamente, la militancia y la ciudadanía han sido testigos de la mezquindad de estos personajes, y sabrán ubicarlos en el lugar que les corresponda. Yo por mi parte –como diría mi amigo Mario Alberto Mejía- tengo el orgullo de haber dicho lo que tenía que decir, en el momento en que era necesario decirlo, hacerlo después, sería simplemente un acto de cobardía…
*Por cierto, ante los reclamos que ha generado la impartición de los cursos de “capacitación ideológica” que puso en marcha la Dirigencia Estatal del PRI para “recabar fondos” (sic), el Secretario de Organización del CDE, el Profesor Miguel Ángel Ceballos, dijo que, las inconformidades “le tienen sin cuidado…” Al más puro estilo del priismo cerrado de: “ni los veo, ni los oigo”, qué lamentable…