Poder y Política


Manuel Cuadras

26/10/2010

 

 

La relación Rivera-Moreno Valle


Mucho se ha hablado acerca de cómo es y cómo será la relación entre el presidente municipal electo, Eduardo Rivera, con el nuevo gobernador, Rafael Moreno Valle. A cuatro meses de iniciar su relación institucional (gobernador-presidente) no hay buenos indicios que auguren una coordinación estrecha y, mucho menos, amistosa. El primero cree que ganó por sus propios méritos, y el segundo piensa que sin él Lalo no hubiera ganado ni una elección de junta auxiliar. Tan rebatible lo uno, como lo otro.


No es para menos, son los celos que produce el poder. Lo mismo ha ocurrido durante los últimos cuatro trienios; relaciones conflictivas en que el gobernador (en turno) hace todo por obstaculizar al presidente (en funciones) de la capital, a fin de que éste no tenga un buen desempeño o, al menos, no luzca más que el propio gobernador.


Acoso mediático, bloqueo político, retraso en entrega de recursos y un largo etcétera que dispone el titular del Ejecutivo para mermar la imagen del alcalde capitalino. ¿La razón?, evitar a toda costa que el presidente municipal de Puebla adquiera más fuerza de la permisible, eliminando con ello el riesgo de que le dispute los derechos de herencia, de la silla gubernamental.


Así fue la relación entre Marín y Alcalá este trienio, lo mismo sucedió con Marín y Doger (2005-2008) y los dos periodos del sexenio de Melquiades Morales.


Quizá el trato entre Melquiades y Paredes (2002-2005) fue el menos ríspido de los cuatro trienios mencionados. Una explicación parece asomarse a primera vista: Melquiades nunca vio como rival a Paredes, sabía que para que éste llegara a la final (y se convirtiera, entonces sí, en su adversario) tenía que librar la difícil aduana de las elecciones internas de su partido, cosa que nunca logró y por lo tanto, no fue amenaza real para Melquiades.


Sin embargo, es por todos conocida la rivalidad que protagonizaron Morales Flores y Marín Torres. ¿Cómo olvidar cuando Melquiades fue a inaugurar la notaría de Marín (cuando éste recién había dejado el Ayuntamiento) y le dio los Santos Óleos?: “Estoy seguro que Mario será un excelente notario porque tiene un gran futuro en el mundo de la abogacía…”, dijo el gobernador a manera de sentencia respecto al futuro de Marín.


¿Y qué decir de la relación entre Marín y Doger? Todo el sexenio el gobernador se dedicó a cerrarle los espacios (políticos, mediáticos, económicos) al exrector a fin de que no se repitiera la historia: presidente-candidato-gobernador. Marín siguió al pie de la letra la máxima “El que las hace no las consiente”, y vaya que lo logró.


Retomemos el título de esta columna, ¿cómo será la relación entre Rivera y Moreno Valle? Si la tesis de Arturo Rueda es cierta y Moreno Valle quiere “que su nombre permanezca perenne en la historia de la entidad relacionado con una voluntad democrática inquebrantable” (o sea que no le interese imponer a nadie), la relación entre alcalde y gobernador tendría que ser cordial, ya que, si bien Lalo quiere ser gobernador, a Rafa le tiene sin cuidado, por lo tanto, no habría celos ni competencia de por medio (que lo dudo).


Pero si, por el contrario, a Moreno Valle le interesa la silla que deje vacante Rivera (para alguien de su gente) y Rivera aspira a la misma silla que ocupa(rá) RMV, simple y sencillamente se repetirá la misma historia de los últimos cuatro trienios, sólo que ahora entre tecnócratas vs yunquistas.


Un panista me dijo hace poco tiempo lo siguiente: “Moreno Valle cree que utilizó al PAN, lo que no sabe es que fue al revés: nosotros lo utilizamos a él. Nosotros sabíamos que Lalo solito no ganaba la gubernatura, y que Lalo en fórmula con cualquier otro (Fraile, Anatere, etcétera) tampoco ganaba la alcaldía. Necesitábamos a alguien que nos hiciera la chamba de sacar al PRI, y después nosotros sacarlo a él…”

 

¿Será?

 



 
 

 

 
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