Poder y Política
Manuel Cuadras
03/11/2009
Lecturas del empate
El jueves pasado se dio a conocer el resultado de la primera encuesta que realizó María de las Heras para definir al candidato del PRI a Casa Puebla. La conclusión fue clara y contundente: Un horroroso empate técnico que mantiene en suspenso a todos los priistas. ¿A quién beneficia este resultado? ¿Quién se fortalece y quién se debilita? ¿Quién le sacará más provecho? Veamos.
En teoría, un empate no beneficia ni perjudica a nadie; empatar significa obtener el mismo número de goles, votos o puntos, de tal suerte que, si lo analizamos bajo esta óptica, este empate no le da la ventaja a nadie y por tanto no habría ganadores ni perdedores; sin embargo, si analizamos las circunstancias y el contexto en el cual se desarrolla, el resultado arroja a un perdedor visible: Javier López Zavala.
Un ejemplo claro lo encontramos en el ajedrez. Cuando se da un empate (tablas), por lo general uno de los contendientes queda insatisfecho o molesto, aquel que en algún momento de la partida tenía una ventaja clara que no fue capaz de mantener o de aprovechar.
Imaginemos un escenario en que el contendiente Z supera al contendiente D en número de piezas y posiciones. Z tiene el control del juego y tiene como respaldo un impresionante ejército de caballos, torres, alfiles, etcétera.
D, mientras tanto, resiste el embate estoicamente después de haber sufrido algunas bajas en sus filas, sosteniéndose con una torre, un alfil y dos caballos, intentando coronar alguno de sus peones para emparejar el juego.
Al final, el mermado ejército D logra contener los ataques de Z y consigue además igualar la partida. ¿A quién le supo mejor el resultado? ¿Quién ganó y quién perdió con el empate?
En el caso de la sucesión ocurre lo mismo. Después de todo el despliegue de recursos (materiales, humanos y financieros) que ha dispuesto Javier López Zavala para su promoción personal, después de toda la cargada (línea) ordenada desde Casa Puebla a todos las dependencias y ayuntamientos para beneficiar al delfín y, después de todas las campañas mediáticas orquestadas para desacreditar a Enrique Doger, era para que Zavala estuviera por lo menos diez puntos arriba de su oponente, o al menos esos es lo que pregonaban los columnistas zavalistas que demostraban su INTOLERANCIA ante cualquier crítica al delfín.
En el colmo de la abyección, un columnista incluso se atrevió a publicar lo siguiente, aún sin conocer los resultados de María de las Heras: “Pero desde ya (sic) podemos adelantar que sean lo resultados que sean, de todos modos Javier López Zavala saldrá arriba de todos sus compañeros de casa con una ventaja superior a los diez puntos…”
¿Dónde está esa diferencia de diez puntos de la cual hablaban? ¿Dónde están esos resultados “contundentes” que tanto anunciaron? ¿No que ya estaba todo definido? ¿No que Zavala arrasaría en las encuestas?
Pero la destreza y habilidad de los columnistas adictos a Zavala es infinito y ahora pretenden explotar otro más de sus sofismas para ocultar la terrible derrota del delfín. Todos resaltan que: “Zavala es ampliamente superior” (y más abajo con letras pequeñas): “entre los priistas…”
¿Quiénes son esos priistas? Pues los beneficiarios de los programas de Sedeso, los integrantes de los Comités Municipales (que designa Alejandro Armenta) y en general, la militancia priista que apoya al candidato que le digan “desde arriba”. ¿Es entonces sorprendente que Zavala sea el favorito entre los priistas? NO. Pero más allá de eso, como bien lo ha dicho Arturo Rueda, el asunto de fondo es: ¿Qué es lo que quiere el PRI y el gobernador Marín? ¿Un candidato que gane una consulta interna o un candidato que gane una elección constitucional?
Si Zavala es tan popular y tan querido entre los priistas, ¿por qué no piensan en él como sucesor de Alejandro Armenta? Seguro que esa sí la gana.
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