Poder y Política
Manuel Cuadras
21/07/2009
La descomposición del sistema marinista
Algo sucede en Puebla que no anda bien. Se viven tiempos de incertidumbre, de intensos jaloneos, de destapes cotidianos, es el ambiente propio de fin de sexenio.
Como ya lo veníamos anunciando desde hace tiempo, la curva descendente del gobernador Marín entraba en su fase inicial, hoy, lo podemos confirmar, ha comenzado oficialmente.
Es la lógica natural del poder: Hay un momento de nacimiento, de desarrollo, de clímax, y finalmente de declive. Marín, como pocos políticos pueden presumirlo, ha experimentado cada una de esas fases y ha disfrutado de las mieles del poder (vaya que lo ha hecho), pero hoy, ese poder comienza a jugar en su contra.
Las agitadas aguas de la sucesión que hoy se viven, son una clara muestra de ello (y con el tiempo se agudizarán aún más). ¿Cómo entender la actitud mostrada por el ejecutivo en los últimos días? ¿Actos de desesperación, de soberbia o simplemente de nostalgia? ¿Tiene el gobernador el control de la sucesión o ya ha sido rebasado? ¿Cuáles son los escenarios para Marín en un futuro inmediato? Veamos.
Por principio de cuentas habría que decir que el gobernador NO tiene amarrada su sucesión, quien afirme lo contrario es porque cuenta con una visión parcial de las cosas. Cierto es que hay algunos elementos “especiales” que le abren la oportunidad histórica de imponer a su sucesor (como en su momento también los tuvo Melquiades), sin embargo, en un balance general, son más (y más fuertes) los aspectos negativos, que positivos con los que cuenta.
¿Qué factores juegan a favor de Marín? Que no tiene la presión de un presidente priista; que la dirigencia nacional de su partido es muy laxa y tibia; que cuenta con el antecedente de cinco gobernadores que han impuesto candidato y que es el dueño temporal de las instituciones en Puebla.
¿Qué factores juegan en su contra? que la actual dirigente nacional del PRI (su aliada Beatriz Paredes) está por irse; que no cuenta con un candidato fuerte; que se ha conformado un bloque opositor antimarinista (Tucom); que por primera vez se contará con una competencia real (PAN-Moreno Valle), que no tiene el tiempo necesario para consolidar a su delfín, que existe división al interior de su gabinete, y lo más importante: que 8 de cada 10 poblanos repudian todo lo que huela a Marín.
Una pregunta que habría que hacerles a las plumas adictas al marinismo, que aseguran que ya está todo definido en la sucesión, es: ¿por qué si ya está todo definido, por qué si Marín tiene todo controlado, por qué si Marín tiene todo amarrado para imponer a su candidato, por qué entonces se empeña en promocionarlo tanto? ¿Qué no sería mejor mantenerlo oculto y “destaparlo” sólo cuando fuera estrictamente necesario? ¿Para qué tanto desgaste? ¿Por qué exponerlo tanto? La desmedida promoción y activismo de López Zavala, sólo es aceptable si hubiera algún rival que le hiciera contrapeso, pero según el marinismo todos sus rivales son enanos no? ¿Entonces? ¿No le da la impresión de que se quiere convencer (a fuerza) que Zavala es el número uno?
De acuerdo a la ortodoxia priista del presidencialismo, cuando el presidente de la República tomaba su decisión y escogía a su favorito, no tenía que demostrar nada ni convencer a nadie, únicamente se le comunicaba al elegido, éste renunciaba a su cargo y al poco tiempo tomaba protesta como candidato. ¿Por qué no hace eso Marín? ¿Ya tomó su decisión, no? Supuestamente no hay nadie que pueda cambiar esa decisión ¿no? ¿Por qué no esperar a diciembre (protegiendo a López Zavala) y entonces sí hacerlo público (ya como candidato oficial)? La respuesta es simple: porque aún no tiene nada seguro.
En su excelente estudio acerca de las sucesiones presidenciales en nuestro país, Jorge Castañeda afirma lo siguiente: “El presidente no puede tener ni más de tres candidatos ni menos de tres. Si son dos y se inclina por uno desde el principio, la jauría lo hace pedazos y llega muy lastimado. Además, si el aspirante enferma o tiene un escándalo, hay que echar mano de otro y éste se va a creer o plato de segunda mesa o que llegó por sí mismo y los demás van a pensar que el presidente se equivocó. El número nunca es superior a tres: lo demás es relleno.” (Léase: Blanca, Agüera, Estefan)
Queda claro que Marín apostó por una sola ficha desde el inicio de su sexenio, la cual ha sido severamente golpeada y desgastada producto de su excesivo activismo político; Marín, para no echar mano de una ficha alterna que pudiese sentirse plato de segunda mesa o creerse que llegó por él mismo (Armenta), prefirió sostener la apuesta hasta el final con los inminentes riesgos y desventajas que eso implica: Su pupilo ha llegado a la recta final de la sucesión muy mermado tras una lucha (interna y externa) muy larga y fuerte, esto difícilmente le alcanzará para tener un buen cierre en los últimos 100 metros. Dicho en términos del atletismo: se desfondó en la primera vuelta.
En términos de marketing político, un candidato no es otra cosa que un producto. Imaginemos que Marín quiere vender un producto, una gelatina por ejemplo, sólo que para venderla, lo primero que tiene que hacer es que tenga aspecto de gelatina, consistencia de gelatina, y que sepa a gelatina. Lamentablemente, el producto de Marín no ha terminado de cuajar, por ello, intenta convencer a los (eventuales) consumidores que su “gelatina” tiene un increíble sabor, promocionándola en todos los rincones del estado para que la gente se convenza que en efecto “es un buen producto”. Lo malo será cuando su producto tenga que someterse a una prueba de calidad (encuestas) y se caiga el genial mito de la genial gelatina sin cuajar.
Sin embargo, eso no es lo peor para Marín, lo peor es que dentro de su equipo las cosas comienzan a descomponerse. Como si no bastase la lucha que tendrá que enfrentar ante el bloque antimarinista para imponer a su gallo, también tendrá que evitar la desbandada y descontrol al interior de su burbuja.
Resulta que ante el excesivo favoritismo mostrado por Marín hacia su hijo consentido, aunado al descuido de las formas y los tiempos en los que ha caído el gobernador, algunos de sus colaboradores se han sentido heridos en su susceptibilidad y han buscado promoverse por sus propios medios, o dicho en otras palabras: irse por la libre.
Sólo así puede entenderse el autodestape producido ayer por el secretario de Gobernación, Mario Montero. El hombre que debería ser el más institucional (después del gobernador) ha quebrantado las reglas del sistema para declarar públicamente su deseo de contender por la alcaldía de Puebla, aún teniendo la enorme responsabilidad de conducir la política interna del estado. ¿Es malo lo que hizo Montero? Quizá no, sobre todo si consideramos que las reglas y los tiempos fueron alterados por el propio gobernador.
¿Tiene el gobernador el control del proceso? NO, la realidad es que ya ha sido rebasado. ¿Qué otro destape se producirá en los siguientes días? Que yo sepa, los cinco gobernadores que impusieron a sus candidatos (que tanto presumen en el marinismo), nunca tuvieron una feria de destapes como la que hoy existe en Puebla. ¿A eso se le llama control?
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