Puebla en Perspectiva


Mario Riestra Piña

28/09/2009

Esta sucesión es distinta


Esta sucesión es distinta y debido a estas diferencias los resultados electorales podrían igualmente serlo. Muchos factores parecerían ser similares a las sucesiones de 1998 – 99 y 2004 – 05, pero existen otros aspectos que no lo son. El PRI mantiene la ventaja en las encuestas, el gobernador en turno parece tener uno o hasta dos favoritos en la carrera por la gubernatura y nadie duda que el ejecutivo del estado sea el actor principal en todo el proceso. Si bien estos factores son iguales a los de las dos últimas sucesiones, esta sucesión es diferente.


Esta y las dos últimas sucesiones son comparables debido a que constituyen los primeros ejemplos de apertura democrática en el estado. Antes de la elección que sucedió a Manuel Bartlett como gobernador, los procesos internos de selección de candidatos en el PRI eran menos democráticos y mucho más opacos. De ahí en adelante, los procesos de selección de candidatos evolucionaron.


El grado de competencia electoral era igualmente mucho menor. Sin embargo, a partir de 1995, año en que por primera vez el PRI pierde la presidencia municipal de la capital del estado, la competencia electoral entre las principales fuerzas políticas ha sido cada vez mayor. Todos estos hechos hacen que las sucesiones de Manuel Bartlett, Melquiades Morales y Mario Marín como gobernadores compartan muchas semejanzas.
No obstante, esta sucesión es distinta principalmente por dos aspectos: los incentivos que el gobernador Mario Marín tiene para influir en el proceso de selección de candidatos son mucho mayores a los que sus dos últimos homólogos tuvieron, por un lado, y la amenaza de la derrota electoral, en los ojos del primer priísta del estado, son igualmente menores, por el otro.


Corría el año de 1998 y Manuel Bartlett tenía dos grandes prioridades por delante. Se avecinaba la sucesión en Puebla y debía asegurar el triunfo de su partido, al tiempo que hacía todos los amarres posibles para buscar la candidatura presidencial del PRI. Bartlett tenía claro que no era el personaje favorito de Ernesto Zedillo y, en consecuencia, buscó que el método de selección del candidato presidencial fuese una consulta a la base. Bartlett tenía expectativas políticas de alcance nacional más allá de su periodo constitucional como gobernador de Puebla.


Dado que Bartlett demandaba a nivel nacional condiciones democráticas y equitativas para la selección del candidato del PRI a la presidencia, se vio igualmente presionado para conducir un proceso transparente en Puebla. No bastaba con que el PRI mantuviera la gubernatura del estado para que sus bonos crecieran a nivel nacional, sino que era necesario que el PRI local permaneciera unido y que la opinión pública reconociera el proceso de selección de su candidato. En este sentido, el margen con que el PRI ganara la elección de gobernador serviría para legitimar las aspiraciones presidenciales del entonces gobernador.


Melquiades Morales, por su parte, enfrentó condiciones similares los últimos años de su paso por Casa Puebla. En ese entonces se debatía a nivel nacional quién habría de suceder a Roberto Madrazo como presidente del PRI y Melquiades sentía que tenía los atributos necesarios para hacerlo. Nuevamente, Melquiades tenía aspiraciones nacionales que trascendían su mandato como  gobernador de Puebla y, en consecuencia, los incentivos que enfrentó durante la selección del abanderado del PRI a la gubernatura del estado eran distintos.


Corría el año de 2005 y, durante los meses previos, todos los procesos electorales del país habían sido sumamente competidos. La gran mayoría de ellos, inclusive, habían sido resueltos en instancias postelectorales. En ese contexto, Melquiades nuevamente debía asegurar la victoria para su partido y el margen de triunfo debía ser lo más amplio posible. De igual forma, resultaba imperioso para Melquiades el mostrarse como un árbitro imparcial si aspiraba a conducir el proceso interno de selección del candidato del PRI a la presidencia.


Al igual que Bartlett, Melquiades Morales cedió con el fin de salir mejor perfilado en sus aspiraciones personales a nivel nacional. Mario Marín, en cambio, enfrenta incentivos distintos. Marín no tiene actualmente aspiración alguna a nivel nacional y, en consecuencia, su máxima prioridad consiste en asegurar la continuidad transexenal de su proyecto político en Puebla.


Dentro de la sucesión de Bartlett y Melquiades como gobernadores, el alcalde en turno de la capital provenía de la filas de Acción Nacional. Dentro de esta sucesión éste no es el caso, por lo que la amenaza de una derrota electoral no se hace sentir tan presente en Casa Puebla. Las victorias avasalladoras en la renovación del Congreso local en 2007 y la renovación del Congreso de la Unión este año refuerzan esa idea. Mario Marín, por ende, pudiera verse tentado a emplear todos los elementos a su alcance para inducir la selección del candidato del PRI a la gubernatura.


Si la confianza es excesiva y los ánimos de pactar no son muchos, el PRI podría tener un candidato muy distinto a los que ha presentado en las dos últimas elecciones a gobernador. Los incentivos están dados y, por ende, los resultados electorales de 2010 podrían ser diferentes. La victoria del PRI en las últimas elecciones no garantiza automáticamente que esta elección sea similar. El PAN y su nueva dirigencia estatal están conscientes de estas condiciones y buscarán aprovecharlas
 

 



 
 

 

 
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