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El Sonido y la Furia Gerardo Oviedo LOS MALDITOS DEL MÉXICO MODERNO Dedicado in memoriam a Felícitas Martínez y Teresa Bautista, locutoras Triquis de la radio comunitaria de SONETO Ante el imperio del silencio queda
Con esa luz clavada tal vez pueda
Quiero maldecir a tus asesinos:
Porque no puedes al trasmutarte en hada
EXTRA 1: Ante el desastre sólo queda la insurrección (¿literaria?): Con personajes imbéciles como Guillermo Velazco Arzac, quien realizó y difundió —¿en nombre de que intereses?— el Spot donde se comparaba a Amlo con Hitler, Mussolini, Pinochet y Huerta, uno entiende lo que Fernando del Paso llamó mierda humana en un correo a La Jornada. EXTRA 2: Mexicanos libres vámonos al sur (que en los planisferios siempre está abajo, es decir, el norte siempre es arriba) donde la izquierda demuestra que se pueden hacer las cosas. El hartazgo de la gente se vuelve democracia y vota, como lo hizo este fin de semana en Paraguay, por un ex obispo que sigue primero al humanismo y después, atrasito, a Dios: Fernando Lugo, quien se suma a Rafael Correa: ¡Bienvenido sea a la política de la liberación! EXTRA 3: Michel Moore tiene razón: Sí yo pudiera votar lo haría por Barack Obama. Concluyendo que el mejor periodista no es aquel que se da baños de pureza divina, sino el que se sumerge en el infierno de las apuestas y no se quema. EXTRA 4: El premio Nóbel Derek Walcott señala (La Jornada 21 de abril): “(Los poetas) ...están demasiado absortos en sí mismos. Su ego imperial les estorba para hacer caso de la realidad y no hablan de cosas importantes que están sucediendo atrás de la gente, como la guerra en Irak, la pobreza y la hambruna. Y digo esto en particular porque Estados Unidos es un imperio y somos los poetas que habitamos ese imperio los primeros que debemos criticar precisamente a ese imperio”.
TODA LA RABIA DEL MUNDO
“Todo fracaso es condimento que da sabor al éxito.”
PARTE 42
97. Tratar de escapar de algo pero sin ganas siempre lleva al fracaso. Pero en ese momento yo estaba en proceso de convertirme en un cúmulo de tripas encabronadas. El Barcelona acababa de ser fusilado mientras que el Perlotas se había hecho en los pantalones, y yo, con la boca seca y amarga, transitaba sobre el catre entre temblores, vigilia, entresueños y la madrugada. Ahí fue cuando decidí escapar como lo había hecho del embarazo de mi novia Karla, o del departamento de Goliath durante su despedida de soltera, o de la casa de estudiantes guerrilleros, o del estadio de béisbol y la chica sonrisas, o de la casa de mi madre, que aunque no la había abandonado nunca, me sentía un extraño dentro, o de todo lo que parecía lastimarme como fueron las salvajes esposas del Barcelona y del Perlotas o de los granaderos durante esas marchas estudiantiles y combativas. Escapar de todo, menos de Sofía, la comandanta guerrillera que se apoltronaba de vez en cuando dentro de mis sueños y que como un masoquista, me dejaba lacerar por su extraordinario recuerdo. Porque yo había empleado en mi vida la ley del escapismo: huye y vencerás (aunque a todas luces se veía mi derrota de antemano y yo lo sabía y aún así, con toda mi furia a cuestas, seguía huyendo para intentar vencer algún día), además, tenía un sólido motivo para escapar: el Goliath me esperaba para su boda con sus dos compañeros de trabajo y yo era el padrino de no sé qué cosa. Y aunque pensaba que la esperanza era una terrible necesidad sustentada en nada, sólo en la idea, y que como la fe, jamás se incubaría en mi corazón, era imperioso salir de ese secuestro paramilitar a como diera lugar, me costara la vida o no, después de todo, ya no tenía vida que cuidar, sino esperar un fusilamiento mañana o pasado y despegar a la velocidad de la luz hacia el más allá cargado de culpas. Parecía que esa singularidad de cambio que le sucede a los que han enfrentado la muerte en alguna ocasión, me había calado hasta los huesos. Hoy me daba cuenta que no tenía una segunda oportunidad para volver, para retornar, porque ninguna religión me sostenía, salvo la de encontrarme amarrado por la espalda a un tronco y esperar la orden de fuego. Entonces, durante esa madrugada, mientras al Barcelona le escurría la última gota de sangre por los agujeros recién hechos, ideé un plan para fugarme: Romper la ventana y echarme a correr tan fuerte sin mirar atrás. Pero minutos después, mientras me regresaban dos paramilitares a mi encierro y clavaban tablas a las ventanas de la cabaña que había roto, decidí buscar un segundo plan de escape menos obvio y que tuviera mejores resultados para no llegar al fracaso de siempre: ¡La siguiente le aplicamos la ley fuga!, exclamó el paramilitar mal encarado y recién despertado que me había tacleado mientras me perseguía. Horas después llegó el Sangrías acompañado de un grupo de paramilitares: ¡No te esfuerces, gusano!, me dijo, ¡de aquí no vas a salir con vida!, después ordenó: ¡Sáquenlo afuera para tomarle la foto! Los paramilitares obedecieron, me cargaron casi en vilo y me llevaron a un cobertizo donde había diferentes banderas. Ahí dentro, con una escenografía consistente en una mesa y una manta negra de telón de fondo, colocaron una bandera del país y seleccionaron dos banderitas idénticas a las que utilizaba la guerrilla del sur. Luego me sentaron en un banquillo y me obligaron a sostener un periódico del día que apuntaba: ¡La guerrilla ataca de nuevo!, y en letras más pequeñas: Hijo de millonario secuestrado junto con hermano de esposa de senador de la república: ¡Sostenlo arriba, que se vea bien!, me ordenó el Sangrías, quien llevaba una cámara instantánea: ¿Saco la lengua o no?, le pregunté con parquedad, pero pareció no entender mi referencia a lo que había acontecido muchos años atrás, cuando me tomaba la foto tirado en el suelo, sangrando y con la lengua de fuera, así que abrí la boca y sólo enseñé la puntita. En ese momento dio un clic. La foto emergió de la entraña de la cámara: ¡Cierra la chingada boca que así pareces imbécil, idiota!, gritó encolerizado el Sangrías. Luego tomó otra foto y se la entregó a un paramilitar: ¡Envíenla de inmediato a la capital! Me levantaron y me intentaron arrebatar el periódico, pero lo aferré con tantas ganas que unas hojas se rompieron: ¡Haz lo que quieras, dijo el Sangrías, al fin ya estás muerto! Comprimí más el periódico entre mis manos y me lo llevé a la cabañita: El primer reportaje estaba incompleto debido a las páginas rotas, pero se entendía que era una reseña del millonario papá del Perlotas, quien ya había llegado al país para hacerse cargo de “este lamentable acontecimiento”. El segundo reportaje, y mucho más breve, se refería a mí (cosa curiosa, del Barcelona no se decía absolutamente nada, así que sus 15 minutos de fama ni siquiera los había conseguido con la muerte -o tal vez se había quedado en los pedazos rotos en el suelo del cobertizo): “Hermana del secuestrado pide que no le hagan daño, declaró en una entrevista mientras asistía a un evento de caridad. ‘...tengan compasión de él... por favor no lo lastimen tanto, no me lo devuelvan en cachitos’, dijo la dolida esposa del senador Filadelfo Ramírez, quien a su vez exigió que se castigue a los responsables y se aplique todo el peso de la ley para estos grupos insurrectos ‘que lo único que quieren es vulnerar nuestra democracia.’ Y agregó: ‘pediremos dentro del parlamento que se cree una comisión investigadora para acabar de una vez por todas con esta gente que no tiene otra cosa que hacer, una bola de animales terroristas, asesinos, que hacen apología del delito... y no me extrañaría para nada que estuvieran ligados al terrorismo internacional, porque hay que recordar que ellos son los verdaderos delincuentes y quien comete un delito se le llama delincuente’, aseveró.” En otra nota más abajo se hacía referencia a que nosotros habíamos sido secuestrados por la guerrilla y no por los paramilitares y ahí se daba una cronología de algunos grupos guerrilleros que se habían levantado en armas, y el caso más reciente había sido un enfrentamiento en un vado en el sur del país hacía un par de años donde el Ejército Libertario de las Fuerzas Armadas de la Sociedad había intentado instalar un campamento insurgente y habían resultado muertos entre 15 y 20 guerrilleros por los bombardeos de la Fuerza Aérea (los bombardeos habían iniciado días después de la toma de protesta del nuevo presidente y del congreso entrante, como una forma de anunciar que el gobierno no estaba dispuesto a dialogar con nadie salvo que se usara primero la fuerza de su razón explosiva). Planché el resto del periódico sobre mis rodillas y me fui directo a la sección de cultura: No había nada de mi hermana menor Anaís, sólo unos reportajes sobre la sinfónica nacional y la cartelera de algunas obras de teatro complaciente y anti subversivas. Parecía que cuando a las personas no se les nombra es como si jamás hubieran existido, y Anaís ahora se volvía una lagartija poética que escapaba por las páginas rotas del diario.
(Continuará la próxima semana)
www.radioamlo.tv y nos vemos el fin de semana en el encuentro nacional de escritores en Papantla, Veracruz.
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