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El Sonido y la Furia
Gerardo Oviedo
¿CUESTIÓN PERSONAL?
un abrazo a Mario Alberto Mejía
y a toda su familia
mi solidaridad entera
Martin tenía el hígado hecho pinole (en realidad no se llamaba Martin, pero él creía que sí, pero aquí no le diremos la verdad para que no se le inflame más y muera antes de tiempo ahogado, como un pulpo, en su propia tinta). Acababa de leer en el periódico que más odiaba una zarandeada a la persona que más quería: Su escribano favorito. Y, aunque no era gay (claro que no, Martin lo había comprobado con una luminosidad rasposa durante una borrachera, cuando besó sin querer a un hombre, y dijo con voz etílica, no. No es mí tipo, su barba me lija la lengua y, además, yo soy hombre de princi ¡hic! pios), Martin amaba apasionadamente la pluma genial del escribano hasta la raíz de los pelos.
Releyó con detenimiento una y otra vez la misma frase para estar seguro de lo que decía el texto herético. No era tonto, o eso era lo que probablemente opinaba la gente de él. Ingeniero aficionado, algunas veces se le vio cagando bajo el brazo libros de historia, sobre todo, las perfumadas biografías Clío de Enrique Krauze, su mentor ideológico que le hacía reflexionar, sentado en el trono, aquel tangible proverbio que nuestro héroe de película consideraba como un tesoro entre sus piernas: Quien no conoce su cola, esta condenado a pisarla. Pero había sido demasiado tarde (inmigrante del DF, cometía los mismos errores una y otra vez en donde posaba el rabo). Incluso, Martin hubiera querido ser, en vez de agregado cultural de sí mismo, vocero de alguien más, y hasta dentro de sus deseos más oscuros, de vez en vez soñaba ser merolico en la 5 de mayo vendiendo uña de gato como remedio infalible para los callos y no sabía ni por qué (aunque alguna vez también se soñó siendo jabón romo y, por extraño que parezca, se convertía en una inmensa burbruja que reventaba al ver su propia imagen en otra burbuja violadora).
Leyó por cuarta vez la misma frase. ¿Qué habrá querido decir el autor de la columna con esto de los rabos y los pisotones? ¿Qué yo soy un imbécil? Y aunque sabíamos que Martin, porque así lo había demostrado durante toda su vida adulta, era rotunda y denodadamente liberal de dientes para afuera oscuramente era conservador de dientes para adentro, y hoy, por el artículo que le inflamaba la bilis, se sentía empanizado por dentro y por fuera como un pescado frito. Tenía que vengarse. ¿Pero cómo? A pesar de ser de derecha, no era diestro en el arte de la palabra escrita, su sintaxis y gramática siempre le empobrecían cualquier intento de retórica. Pensó entonces mandar un correo electrónico al autor de semejantes atropellos en contra de su escritorio preferido, pero consideró que no podía elevarse al mismo nivel de lo que criticaba. Yo soy un hombre de principios, repitió entre dientes y volvió a leer la misma frase por quinta vez.
(Continuará)
EXTRA 1: El lunes 27 de octubre lectura de talleristas de novela en La Casa del Escritor. 18 horas. 5 oriente #201. EXTRA 2: La próxima semana aparición del primer número del suplemento “6 grados de separación”, a través del periódico Cambio coordinado por tu servidor. www.6-grados-blogspot.com. EXTRA 3: Estreno del programa piloto “el matamosca”, a través de www.tvenmovimiento.blogspot.com.
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