Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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07/01/2011


Inevitablemente, a la borrachera le sigue una cruda


Juan Carlos Lastiri no tiene dinero ni para pagar los aguinaldos a los trabajadores, y mucho menos para la quincena que viene. Blanca Alcalá, pese a su promoción de varios meses en columnas a modo —locales—, nunca fue considerada realmente como una posible fórmula de Humberto Moreira rumbo a la renovación de la dirigencia nacional del tricolor. Javier López Zavala deambula por aquí y por allá en busca del glorioso poder que una vez ostentó. Enrique Doger Guerrero pinta para ser un diputado local más, al igual que Jesús Morales Flores y Víctor Hugo Islas, otros diputados del montón, sin comisión relevante. Jorge Estefan Chidiac recibió la delegación de la CNOP de asuntos sin importancia en Toluca con el ánimo de colarse con Enrique Peña Nieto. Y el “Gran Barón” del PRI poblano, Mario Marín, ya entregó las llaves de Casa Puebla y se prepara para la gélida soledad, ya sin miedos fundados de una persecución. Así son los nuevos tiempos del PRI poblano, y eso que Rafael Moreno Valle todavía no toma protesta.


La travesía al desierto de los priistas poblanos apenas comienza y hay quienes ya no sienten lo duro, sino lo tupido. En conjunto, pagarán la borrachera de poder y los castillos en el aire de la dupla Marín-Zavala. En el PRI, sin embargo, nadie es inocente. Los más, aplaudieron a rabiar la imposición de un candidato sin arraigo ni potencial electoral. Algunos fueron cómplices y beneficiarios de fraudes monumentales al erario poblano. Los menos compartieron los días de vino y rosas en Casa Puebla, así como la carrera de excesos. Doger, que fue el único en resistir a lo largo del sexenio las locuras del gobernador, no rompió en el momento adecuado para cubrirse de gloria.


De la A a la Z la clase política tricolor vive una tremenda crisis, producto de la pérdida del poder y el pago de la factura que la sociedad les cobró sus excesos. Pero la crisis se acentúa a partir de otros problemas estructurales, específicamente la falta de roce nacional de esa clase política que en los últimos diez años se basó en productos netamente locales. Mientras que los cuatro exgobernadores anteriores —Guillermo Jiménez Morales, Mariano Piña Olaya, Manuel Bartlett y Melquiades Morales— tenían experiencia parlamentaria o en la administración pública federal, los últimos símbolos del tricolor, Marín y López Zavala, ni siquiera pisaron la Cámara de Diputados como tampoco lo hicieron Blanca Alcalá y Enrique Doger.


El último cuadro con moderado éxito en la cúpula nacional del PRI fue Jorge Estefan Chidiac gracias a su sociedad con Emilio Gamboa Patrón, quien le consiguió la Comisión de Presupuesto e hicieron juntos grandes negocios. Con una abultada cuenta bancaria, Estefan regresó a Puebla y no pudo ser gobernador ni alcalde, ni Carstens o Calderón lo premiaron por sus finos trabajos en materia de impuestos, y tampoco Peña Nieto lo llevó a colaborar en su gobierno. Sin embargo, Estefan es un hombre con suerte y mucho dinero, y como prueba el encuentro que tuvo con Cabalán Macari en San Antonio, Texas, en plenas vacaciones. ¿Qué platicaron el aborrecido por el morenovallismo y el próximo secretario de Administración? ¿Y por qué tuvieron que ir a platicar tan lejos?


Con buena fortuna económica y política, cercano a Emilio Gamboa y en vías de sumarse al proyecto de Peña Nieto, Jorge Estefan es el único priista con posibilidades reales de sobrevivir a la tormenta al desierto, ya sea ganando una senaduría e incluso una diputación federal. Blanca Alcalá no tiene muchas opciones, como demuestra su fallido intento por acercarse a la secretaría general del tricolor. Pese a sus muchas características loables, la alcaldesa que se prepara a entregar no tiene peso económico, electoral ni fáctico entre los grupos de poder. Y se halla en esa situación por confundir la política con las relaciones públicas.


Por supuesto, el futuro de Javier López Zavala es un enigma, al igual que el de Enrique Doger. En su larga rivalidad han perdido ambos. Melquiades Morales estira los últimos alcances de su dilatada carrera política. Disminuido físicamente, intentará utilizar los últimos resquicios de poder en conseguirle una senaduría a su hijo Fernando Morales Martínez usando los vínculos de ambos con Manlio Fabio Beltrones. Por supuesto, todavía podrá pedir uno o dos favores a Rafael Moreno Valle, y nadie duda que serán para el famoso “Parri”.

 

Y mientras los priistas poblanos ven con ansias el 2012 como tabla de salvación a sus penurias actuales, Juan Carlos Lastiri y Lucero Saldaña deberán arreglárselas para sobrevivir con casi 3 millones y medio de pesos en todo el 2011 en concepto de las prerrogativas que les entregará el IEE. No les va a alcanzar ni para café y galletas. Tampoco para pagar el aguinaldo que quedaron a deber. Y es que invariablemente, tras la borrachera viene la cruda.

 



 
 

 

 
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