Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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11/06/2012


El catenaccio entre Peña y AMLO: la batalla por los indecisos


El López Obrador menos agresivo de los últimos 10 años se alzó ganador del segundo y último debate de los candidatos presidenciales, según los focus group en tiempo real de María de las Heras para Uno TV. De acuerdo con los números, el candidato de las izquierdas fue visto ganador por un 32% de los encuestados, y el segundo lugar fue para Robotina Vázquez Mota con 27 puntos. El perdedor, según la misma encuesta, fue Enrique Peña Palazuelos —el mejor bronceado de la comarca— en la opinión de 37 por ciento. Esta tendencia de la opinión pública difiere de la comentocracia que ayer mismo daba ganadora a la candidata panista por su agresividad en el encuentro, pese a que por momentos parece que se disputaba con Gabriel Quadri el tercer lugar de la carrera presidencial. Esta diferencia de percepción, al margen de los intereses políticos de las empresas y periodistas, parte de un error: un pésimo entendimiento de la función del segundo debate en la estrategia de campaña en la recta final.


La nota, por supuesto, fue la falta de agresividad de López Obrador que no tocó ni con el pétalo de una rosa a Peña Nieto, pero tampoco a Televisa, Salinas de Gortari, la mafia y demás entes con los que lleva peleando los últimos seis años. Tampoco hizo referencia a Vázquez Mota, a Elba Esther, Quadri o compañía. En otras palabras, vimos al candidato de las izquierdas más equilibrado de la historia, muy lejano del rijoso que salió en el primer debate a darse con todo. ¿Por qué el cambio de estrategia? Por los tiempos.


De acuerdo con cualquier manual de campañas, se sabe que la primera parte de ella tiene como objetivo el posicionamiento. El 6 de mayo, cuando se celebró el primer debate, López Obrador tenía dos misiones: separarse de Josefina en la intención de voto para terminar con la disputa por el segundo lugar, y luego, comenzar su acercamiento a un Peña Nieto que los barría por más de un dígito. Por eso el tabasqueño fue muy agresivo: pegó arriba y abajo. Pero cinco semanas después, el escenario ha cambiado radicalmente. Por tanto, también debe cambiar la estrategia del debate.


¿Cuál es el cambio de escenario? El cruce de tendencias: la ascendente propia y la descendente del PRI. Y la única forma de acelerarla es ir por los electores indecisos. Aquellos que son anti-PRI pero todavía no están lo suficientemente convencidos para darle el beneficio de la duda. A ellos fue a quienes ayer les habló AMLO. Evitó su tono radical y rijoso para conseguir el voto de aquellos a los que todavía afecta el discurso de “el peligro para México”. Como cualquier estratega de nivel sabe, las elecciones se ganan en el centro porque ahí se ubican la mayoría de los votantes. Y precisamente fue el papel de López Obrador: un candidato de centro porque ahí están los votos que necesita para ganar la elección.


Sin propinar un solo golpe, el tabasqueño dio dos golpes de efecto. Uno, fue el único que entabló un diálogo con los jóvenes y sus preocupaciones. No en balde el movimiento #YoSoy132 simpatiza abiertamente con él. Y dos, hizo público el gabinete que lo va a acompañar en el gobierno, una oferta que ni Peña Nieto ni Josefina pueden hacer a riesgo de desatar a los demonios en sus estructuras internas de apoyo. Con eso bastó. Es cierto que los nombres ya los habían adelantado, pero en esta ocasión aprovechó la gran audiencia e interés despertado por el encuentro para confirmar nombres como el de Cuauhtémoc Cárdenas en Pemex.


A Josefina no le fue mal, es cierto. Pero su estrategia es tardía y desesperada: pegó para todos lados, y aunque eso entusiasmó a cierto sector, el momentum de posicionarse pasó. Lo peor fue enzarzarse con Gabriel Quadri porque llegó un momento en que parecían disputarse el tercer lugar de la contienda. Su ataque al panalista fue bueno, pero el revire no pudo contestarlo cuando Quadri invocó el video de “querida amiga”.


Pero si alguien perdió fue Enrique Peña Nieto, que no le habló a nadie y por momentos desapareció. Nuevamente la imagen —el bronceado— le ganó a cualquier tipo de contenido o propuestas. Y su mejor virtud, la telegenia, no se vio por ningún lado. El raspón de la dedicatoria de su tesis a Arturo Montiel fue su peor momento, pero tuvo respiro porque López Obrador no le mandó ninguna andanada. Nuevamente no faltará quien diga que no ganó el debate pero tampoco lo perdió.


Creo que el peor error de Peña Nieto fue no hablarles a los jóvenes ni a los indecisos que lo abandonan poco a poco para irse a la izquierda. Tal parece que en el cuarto de guerra ya dieron por perdido a los primo votantes y universitarios. Y tampoco vi guiños para aquellos que creen que no tiene el cerebro suficiente para gobernar este país.


De Gabriel Quadri, a excepción del reviere a Robotina Vázquez Mota, y del enorme descubrimiento de que si todos se deciden a votar por él entonces ganará la Presidencia, no hay mucho que decir.

 

En esencia creo que López Obrador y Peña Nieto jugaron al catenaccio, estilo futbolístico de juego conservador inventado por la selección italiana. Y lo hacen porque saben que son los punteros de la contienda. La mejor Robotina, sin embargo, llegó tarde a la elección presidencial. Como diría un personaje de la política nacional: entre el PRI y la izquierda va a haber un tiro derecho en el último trecho de la campaña. Preparados para colisión.

 

*** El regreso a la radio. La contienda presidencial es el momento idóneo para regresar a la radio junto con Mario Alberto Mejía, seis años después del abrupto final de la Quintacolumna radio por órdenes de Mario Marín. #RudoyCursi debuta hoy a las 12 del día por Puebla FM, frecuencia 105.9. El estilo de siempre. La polémica abierta. Los esperamos a todos.

 



 
 

 

 
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