Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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artrueda@yahoo.com


13/09/2010


Se derrumbó el pacto mafioso con los narcos; ahora, poblanos a la guerra


Tras su fuga de un penal federal, “El Chapo” Guzmán vivió dos meses en Puebla mientras la persecución amainaba, narró su exesposa en declaraciones ministeriales. Tras un impresionante operativo en la colonia de clase media San Manuel, fue detenido por fuerzas federales el llamado “Z-44” o “El Tlapanco”, miembro fundador de “Los Zetas”, exbrazo armado del cártel de Golfo. Precisamente tras una operación fallida en San Pablo Xochimehuacán, en el segundo intento el Ejército logró capturar a Manuel Antele Velasco, jefe de plaza de “Los Zetas” en la entidad, cuando visitaba a su familia. En diciembre del año pasado, en la zona de Zavaleta se desató una jornada de terror cuando la Policía poblana sostuvo un enfrentamiento a balazos por más de cinco horas con los sicarios del sanguinario Arturo Beltrán Leyva, quien escapó en helicóptero de la entidad para irse a refugiar a un exclusivo departamento en Cuernavaca, donde murió a manos de la Marina.


“El Barbas” había asistido a un bautizo en El Cristo y acababa de abandonar sus lujosas residencias en La Vista y Lomas de Angelópolis. En una casa de seguridad por Forjadores guardaba un hermoso Mercedes Benz blanco descapotable en el que solía pasear por la zona de Angelópolis.


Ayer en un operativo “quirúrgico” cayó el rival directo de “La Barbie”, quien habitaba una residencia estilo árabe en el muy exclusivo fraccionamiento Puerta de Hierro, a unos metros simplemente de la casa del gobernador electo Rafael Moreno Valle. Los testigos afirman que la construcción se terminó hace dos años, y sus misteriosos habitantes no socializaban, pero hace cinco días tuvieron una fiesta que se prolongó hasta la madrugada. Se trataba de Sergio Villarreal Barragán, alias “El Grande”, cabecilla del cártel del Pacífico Sur.


Hay casos locales. Por ejemplo, un migrante que llegó a alcalde de Izúcar de Matamoros y que a mitad del periodo fue detenido en Los Angeles bajo el cargo de transportar drogas en sus camiones de mudanzas. Esto es, la famosa historia de Rubén Gil, alias “El Narcoalcalde, que arrastró hace unas semanas al empresario Darío López Fernández, a quien le ha sido negado definitivamente el beneficio de la libertad bajo caución. También sabemos de supuestas investigaciones de la PGR y la SIEDO contra funcionarios y empresarios coludidos con el lavado de dinero.


¿Que en Puebla no hay crimen organizado? ¡Pamplinas! Lo que hay, o hubo, fue un pacto mafioso que el marinismo firmó con varios cárteles y capos para otorgarles seguridad y protección a sus familias e inversiones. Hubo, decimos, porque asistimos al desmoronamiento de tal pacto como daño colateral a la derrota tricolor del 4 de julio. En otras palabras: se acabó la paz ficticia en la que los poblanos vivimos a lo largo del sexenio, mientras en el resto del país se daba un baño de sangre. El gobierno electo se sumará a la estrategia calderonista de la guerra contra el narcotráfico: la pax priísta terminó, y nuestro futuro se mueve en una zona nebulosa de los operativos impactantes, pero sin horror, como el de ayer en Puerta de Hierro, o la balacera traumática de diciembre pasado cuando la Policía local se enfrentó a las fuerzas de Beltrán Leyva.


Así que lo intuido desde hace meses se confirmó. Que Puebla se encuentre alejada de las balaceras y matanzas del narco y apenas se presencien “hechos aislados” porque los grandes capos del narcotráfico han decidido comprar bonitas y relajantes residencias de descanso en la ciudad, convirtiendo caros y decentes lugares como La Vista y Lomas de Angelópolis en unos simples narcorresidenciales. Ahora lo tocó el turno a uno de los más tradicionales como es Puerta de Hierro, juntito a Las Fuentes, donde viven el exgobernador Melquiades Morales y el gobernador electo Rafael Moreno Valle.


La idea por sí misma atemorizaba: un pacto mafioso del marinismo con cárteles para darles protección y tranquilidad. Si bien consigue una relativa tranquilidad para los ciudadanos, también es cierto que se permite que las corporaciones criminales crezcan al amparo de la oscuridad, para luego convertirse en un monstruo de mil tentáculos como el que incubaron Salinas, Zedillo y Fox, y que ahora Calderón debe enfrentar con muy pocas posibilidades de éxito, pero con gran derramamiento de sangre.


Pese a ello, se confirmó la teoría de que la relativa tranquilidad de Puebla se debe más a un pacto entre los grandes capos nacionales que a la “eficiente labor” realizada por Mario Ayón y compañía desde la Secretaría de Seguridad Pública. Si algo nos quedó claro a los poblanos con el caso de Beltrán Leyva y ahora con el de Sergio Villarreal es que la entidad es un reducto de paz para sus inversiones y familias; una plaza neutral, por así decirlo. Sólo así podrían explicarse los grandes movimientos de capitales y el crecimiento en la estructura de servicios, pero sin grandes empresas ni grandes empresarios. Por supuesto que el gobierno cumple una parte activa en este pacto, que se traduce en no hostigar a esas familias ni a esas inversiones. Gracias a ese pacto mafioso los poblanos gozamos de una relativa paz.


Muchos lo sospechaban, incluidos los habitantes de Puerta de Hierro: que sus vecinos en grandes residenciales y los compañeros de pupitre de sus hijos en las universidades de prestigio viven en la industria del narco. Son muchos los que creen, creemos, que este status quo es mucho mejor que combatirlos y desalojarlos de nuestro estado.

 

Como sea, asistimos al final de esa paz precaria. La detención de Sergio Villarreal muestra que la etapa de protección se acabó e inició la prolongación de la guerra calderonista. Es una de las facturas que Moreno Valle debió pagar para granjearse el apoyo del presidente.

 



 
 

 

 
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