Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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16/02/2011


La familia yunquista se adueña del Palacio Municipal

 

Los dos alcaldes panistas que ha tenido Puebla son “caballeros de la triste figura”. Uno fue calificado de mediocre, se convirtió en tránsfuga al PT y terminó de vestirse de ciudadano sin que nadie le crea. El otro fue tildado de loquito, se dio a la fuga para refugiarse en algún lugar de América Central acompañado de su amante periodista, fue perseguido por sus cuentas públicas y regresó para contar las sodomizaciones a las que lo sometió la organización secreta de El Yunque. Un desfiguro. Pese a ello, los poblanos de la capital siguen afiliados a la marca panista, y solamente Enrique Doger y Blanca Alcalá lograron romper el ritmo de la alternancia. Así que, vista la historia, Eduardo Rivera Pérez tiene un escenario complejo para romper la penosa tradición que le heredaron Gabriel Hinojosa y Luis Paredes. Pero lo peor es la incongruencia: pese a que Eduardo Rivera, en su calidad de coordinador de los diputados albiazules y más tarde dirigente estatal, avaló la persecución en contra del Loquito por sus cuentas públicas, contrató a Arturo Botello como tesorero, el mismo que hundió a Paredes Moctezuma. Además, fichó a Alejandro Fabre Bandini para el mismo puesto, Organismo de Limpia, pero recargado, pues al transferirle las funciones de la Agencia Ambiental pretenden darle manga ancha para privatizar cualquier tipo de servicio público, un absurdo al que ayer mismo se opusieron los regidores Pedro Gutiérrez y Carlos Ibáñez.


¿Cómo puede Lalo Rivera dar diferentes resultados a los que dieron Hinojosa y Paredes, con los mismos funcionarios ineptos? Es algo que nadie sabe a ciencia cierta, sobre todo por la complicación extra que le ofrece un Cabildo en el que coexisten distintas fracciones del PAN con integrantes de Compromiso por Puebla. La estabilidad del órgano colegiado parece compleja, además, por la inexperiencia en la administración pública del secretario general Manolo Janeiro, del titular de Gobernación, Pablo Montiel, y de los superasesores Abel Hernández y Enrique Guevara. En suma, el Palacio Municipal se ha convertido en la casa de la familia ultraderechista, la más rancia y dogmática, ideológica hasta el tuétano, y que con ello le basta para distinguirse del pragmatismo morenovallista.


Los estilos no podrían ser más diferentes entre el gobernador y el alcalde de Puebla capital. Por ejemplo, Moreno Valle ha hecho de la pluralidad su divisa: en su gabinete hay de todo, hasta panistas. Por el contrario, Rivera no dio un mínimo margen de movimiento a Compromiso por Puebla: no se ve a nadie naranja, amarillo o elbista. En contrapartida, Rivera buscó diferenciarse a través de una pretendida ciudadanización dando cargos a las tres propuestas de “Actívate por Puebla”. Dudo mucho que pueda ofrecer gobernabilidad al Ayuntamiento en el caso de una crisis política. Moreno Valle no tiene ciudadanos en su gobierno, sino militantes que pueden tender puentes prácticamente con cualquier personaje de la vida nacional y estatal. En ese sentido, Rivera Pérez inicia su gobierno atado de manos únicamente por sus aliados del Yunque. ¿Dónde encontrará nuevos?


Escribía recientemente que hay días en que uno no sabe cómo gastaron los morenovallistas los largos días de la transición. En el caso de Rivera Pérez, uno tiene claro que se la pasaron rascándose la panza. Vaya, güevoneando. El discurso del nuevo alcalde no tuvo ningún anuncio de obra espectacular, ni siquiera de mediano nivel, y mucho menos si tomamos sus referencias dogmáticas a Dios y a la familia como ejes de su administración. ¿Reparando unidades habitaciones olvidadas y pavimentando calles es como pretende pasar a la historia? Tampoco se escuchó hablar de Puebla como una capital global y segura, al estilo de lo que pretende hacerse en el DF, Guadalajara, León y Querétaro. La suya fue una visión absolutamente provinciana y mocha.


Otra prueba es de la falta de acuerdos previos para la primera sesión de Cabildo, en la que Eduardo Rivera sufrió su primer revés. Pese a contar con más de siete meses para prepararse, nunca pudieron convencer de las modificaciones a la estructura municipal, especialmente en la transferencia de las funciones de la Agencia Ambiental al Organismo de Limpia, una operación legal más que sospechosa dado que se trata de un clara intentona por privatizar servicios públicos a través de la autonomía del organismo presidido por Fabre Bandini, quien podrá así eludir cualquier responsabilidad ante el Cabildo. Una continuación a la estela privatizadora que inauguró, o quiso, Luis Paredes Moctezuma.

 

Lalo Rivera no inició su gobierno con el pie derecho, pero tampoco lo hizo en la precampaña y más tarde en la campaña constitucional. Pocos han apostado por él, pero entre los panistas tiene etiqueta de favorito. En su momento eludió todas las confrontaciones con Moreno Valle y soportó desplantes, mostrando fortaleza de carácter. En muchas circunstancias difíciles, especialmente cuando nadie apostaba por él, Lalo Rivera salió ganador. Así que el nuevo Ayuntamiento merece el beneficio de la duda, porque al frente hay alguien con talento político y capacidad de generar alianzas. En el camino mostrará si tiene empaque o no.

 



 
 

 

 
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