Tiempos de Nigromante


Arturo Rueda
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17/07/2011


Un alcalde que quiso mil calles y terminó en mil baches


El reloj político de Eduardo Rivera Pérez avanza inclemente y los saldos, hasta el momento, indican que su nombre se prepara para sustituir al de Luis Paredes Moctezuma —otro panista—como el peor alcalde de la capital en toda su historia. Un simple ejercicio de imaginación lo deja pésimamente mal parado respecto de sus antecesores. Gabriel Hinojosa pasó a la historia por ser el primer presidente municipal de oposición y sus “miércoles ciudadanos”, pero la nota de calificación fue un mediocre. Marín es recordado por sus 5 mil acciones en colonias populares, una plataforma que lo lanzó a la gubernatura. Luis Paredes Moctezuma, pese al desastre, dejó una obra de gran envergadura con el paso a desnivel Juárez-Serdán. Enrique Doger fincó su legado en una gran cantidad de puentes vehiculares y el Distribuidor 475. Blanca Alcalá por ser la primera alcaldesa y tener un gran carisma, sobre todo, entre las poblanas. El equipo del panista, en horas críticas al consumir los mejores meses de mandato, tendría que preguntarse: ¿Por qué y cómo será recordado Eduardo Rivera Pérez?


En el plano de la obra pública, el proyecto original de inscribir su nombre en la historia de la ciudad pavimentando mil calles fracasó con estrépito: pasado el primer semestre, solamente se han terminado 17 y hay en proceso alrededor de 80. Si bien la vea, llegará a septiembre con 100 calles. ¿Y las otras 900 las pavimentará Harry Potter o Lord Voldemort? Por si fuera poco, antes de alcanzar esa cifra deberá sustituirlo por el programa de los “mil baches”: por todo Puebla, lo mismo en grandes avenidas que en colonias populares, la carpeta asfáltica sucumbió sin remedio a la temporada de lluvias. Enormes cráteres devoran a los vehículos de clase alta y media, precisamente los votantes del PAN, quienes expresan en medios de comunicación y redes sociales la ira creciente cada vez que caen en uno y destruyen llantas y amortiguadores. En la crisis, el gobierno de Lalo exhibe la misma grisura y mediocridad como nota común: pese a la promesa de taparlos en un máximo de 72 horas, la Secretaría de Obra Pública es absolutamente incapaz de cumplirla. Por ejemplo, un bache fue denunciado por CAMBIO desde el miércoles pasado y 100 horas después sigue igual. O peor.


¿Si Eduardo Rivera no será recordado ni por las mil calles, lo será por los mil baches? Ojalá, en beneficio de la carrera política del panista, no. Y es que a Eduardo Rivera Pérez, y a su equipo, se les olvida que terminando su periodo en febrero de 2014, aspirará a algo más. Una diputación federal, una senaduría, e incluso la gubernatura. ¿Y con qué argumentos lo hará? ¿Y con cuáles aliados? Por ello es que el presidente municipal vive días clave para consolidar alianzas y capital político ante la ciudadanía que ofrecerá en los próximos 20 años. Lo peor es que tiene las manos vacías.


Políticamente, el gobierno de Eduardo Rivera ha sido ampliamente sometido por el gobierno estatal de formas no imaginadas. El gobernador Moreno Valle de plano ni lo ve ni lo oye, al grado de que ni siquiera lo invitó al lanzamiento de los puentes viales. Y eso que la administración municipal ya firmó todos los convenios habidos y por haber para entregar su dinerito en materia de obra pública. Firmó el convenio de transferencia de recursos del Fondo Metropolitano, y también el de Peso por Peso. Sin embargo, toda la obra será ejecutada por la Secretaría de Infraestructura estatal, y no por el Ayuntamiento. ¿Así o más bocabajeado?


El fracaso de Eduardo Rivera Pérez es de tres tipos: político, administrativo y de comunicación. La relación de alianzas del alcalde es magra, y se reduce únicamente a los grupos de ultraderecha que le impusieron al tesorero Botello, pese a sus pésimos resultados en las anteriores administraciones panistas. El paredismo resucitó de la manos de Rivera y exhibió su incongruencia, pues el hoy alcalde hace unos años publicó un desplegado desconociendo al gobierno de Paredes Moctezuma.


El fracaso más evidente, la eficiencia administrativa, empeora cuando se le compara con el estilo hiperactivo del gobernador Moreno Valle. Lalo Rivera no puede ni terminar 100 calles cuando Antonio Gali Fayad ya entregará en cuestión de días el puente de la recta a Cholula frente al SAT. La ciudadanía juzga con el mismo parámetro, pero Rivera Pérez se encuentra en estado de indefensión: él apenas permanecerá en el poder otros dos años y medio, mientras Moreno Valle gobernará cinco años y medio más. La asimetría es evidente.


¿A dónde va Eduardo Rivera Pérez? Por lo pronto, a tapar mil baches.


*** Lo dicho, iba por la senaduría. El oportunista Javier Lozano Alarcón, siempre lo dijimos, solamente engañó a los tontos: su plan de pelear la candidatura presidencial del PAN fue un sueño guajiro dado su escaso, pero muy escaso, capital político. Su plan real, en sociedad con el gobernador panista, es ocupar la primera fórmula por Puebla para llegar al Senado. Lo hará reivindicando su calidad de poblano, un pretexto del que sólo se acuerda en tiempos electorales. Por él no vota ni su familia poblana. Y es literal. Pronto, más del personaje.

 

 

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